Diego Velázquez
Felipe IV
Hacia 1626
Lienzo. 2,01 x 1,02
Museo del Prado, Madrid.
Este retrato del joven rey Felipe IV, pintado hacia 1626, es un soberbio ejemplar del estilo de Velázquez en sus primeros años madrileños y, a la vez, una prueba de cómo el artista volvía una y otra vez sobre sus lienzos, que tuvo siempre ante sus ojos, en las paredes del Alcázar.
El retrato se compuso primero en la tradición de los del siglo XVI creada por Antonio Moro, con las piernas abiertas a compás, la actitud de tres cuartos y la mano apoyada en un bufete. Pero algunos años más tarde decidió cambiar la silueta, juntando las piernas, con lo cual la figura ganó notablemente en esbeltez. Aún es visible a simple vista (y la radiografía lo evidencia todavía más) la disposición originaria.
Velázquez utilizó aquí la iluminación violenta y dirigida del tenebrismo de sus años sevillanos, haciendo así más evidente la intensa expresión melancólica y el gesto displicente de la mano que sujeta el memorial. Los tonos son aún los castaño terrosos de la primera etapa, pero en el fondo y en las sombras sobre el suelo aparecen ya algunos grises que serán luego su gran recurso y su suprema magia, y que seguramente se subrayaron todavía más al retocar el cuadro quizás hacia 1629.