Diego Velázquez
Pablo de Valladolid
1633
Lienzo. 2,09 x 1,23
Museo del Prado, Madrid.
El puesto de pintor de cámara implicaba, al parecer, la obligación de retratar no sólo a los reyes y magnates, sino también a las "Sabandijas de Palacio", el mundo de enanos, bufones, locos y hombres de placer que el rey acogía en su palacio y formaban parte de su corte.
Velázquez dejó muchas veces, al enfrentarse a estos seres deformes, un testimonio impresionante, hondo, humano y patético, de objetividad indudable, pero también de una especial delicadeza en el tratamiento de lo deforme y de una ternura evidente hacia lo salvable de esas personalidades con frecuencia infrahumanas, en patente contraste con la fría indiferencia con que otros artistas naturalistas de su tiempo, Ribera por ejemplo, se acercaron a tipos semejantes.
Pablo (o Pablillos) de Valladolid, pintado en 1633, ha sido llamado a veces "el actor" por su gesto declamatorio. Es una de las más asombrosas realizaciones de la perspectiva aérea velazqueña. La figura queda sólidamente plantada sobre sus pies, que se apoyan en una superficie creada tan sólo con la luz y la sombra, pues no hay en el fondo ni la más leve referencia de geometría espacial que delimite suelo o muro.