Martín Lutero

 
Una educación rígida. Miembro de una familia de origen campesino, su padre, Hans Luder, consiguió el arriendo de una mina de cobre y de un taller de fundición en Mansfeld, lo que hizo que la familia pudiera alcanzar una menos precaria situación económica. Sometido a crueles castigos por parte de su severo padre y educado bajo el más estricto fanatismo por su madre, la también de origen campesino Margarethe Ziegler, la personalidad de Lutero se forjaría desde sus primeros años en un ambiente de rigurosa disciplina y severidad religiosa. Quizá el origen de la tozudez y rebeldía de su carácter puede buscarse en esos años desgraciados y ásperos, cuando si quería disponer de algunas monedas debía mendigarlas cantando ante las casas y, en Navidad, entonando y bailando villancicos de pueblo en pueblo.

Martín fue alejándose de aquellas terribles condiciones a medida que avanzaba en sus estudios. Después de estudiar en la escuela de Mansfeld, a los catorce años de edad partió para Magdeburgo, donde pasó un año con los Hermanos de la Vida Común, que le hicieron descubrir la Biblia. En 1501, con dieciocho años, ingresó en la Universidad de Erfurt. En esta misma ciudad tomó los hábitos en 1505 y, tras el noviciado en el monasterio de los agustinos, se ordenó sacerdote. El 2 de mayo de 1507, Lutero dijo su primera misa, en la que tuvo deseos, según sus propias palabras, de huir del lugar y abandonar el sacerdocio, por resultarle abrumadora la majestad de Dios que sentía sobre su cuerpo y le paralizaba por completo. Cuando Lutero comunicó a su familia su propósito de ordenarse sacerdote, su padre declaró "¡Con tal de que tu vocación no sea trampa de Satanás!", expresión airada que quedó impresa en su atribulado ánimo durante toda su vida. En la imagen, retrato de los padres de Lutero, obra del pintor alemán Lucas Cranach el Viejo.