Buda

 
Imagen de Buda. El budismo primitivo (el budismo Hinayana o "pequeño vehículo") no favoreció la representación de Buda como ser humano; en su lugar, se utilizaban símbolos que aludían a su presencia: el árbol de la iluminación, la flor de loto, la rueda de la enseñanza, el trono vacío, las huellas de sus pies y la stupa. Hacia el año 150 d.C. se produjo en el arte indio un acontecimiento de vital importancia: por primera vez aparece Buda representado como un ser humano. Este fenómeno, opuesto a los principios establecidos por el budismo primitivo, debe relacionarse con tres acontecimientos decisivos: el primero es el cambio ideológico que supone la aparición de una nueva rama de la religión budista, el Mahayana, que, contrariamente a lo que propugnaba el budismo anterior, se proponía difundir la fe de Buda a los confines del mundo y ofrecer la posibilidad de salvación a todos los seres humanos; en segundo lugar, la Ruta de la Seda, que alcanza en este período su máximo auge y permite que la nueva fe, con su nueva carga iconográfica, pueda difundirse por toda Asia; y, en tercer lugar, la llegada al poder en la India de una nueva dinastía, la de los Kushana, capaz de llevar a cabo la empresa de configurar artísticamente la imagen del iluminado y de difundir su doctrina. Sobre el origen de la imagen de Buda se ha discutido mucho, sin que se haya llegado a formular ninguna tesis concluyente. En el siglo II d.C. aparece en tres escuelas distintas: la de Mathura, la de Amaravati y la de Gandhara; resulta muy difícil decir cuál de ellas fue la primera. Un importante sector de investigadores considera que la representación de Buda tiene su origen en los contactos con el mundo griego a través de la región de Gandhara, pero tal hipótesis ha sido cuestionada por otros historiadores, como Ananda K. Coomaraswamy.