Napoleón Bonaparte
El declive.
A mediados de 1813, el Imperio napoleónico estaba rodeado de enemigos en guerra. Tras la fallida invasión de Rusia (1812), la gran coalición
aliada hizo retroceder a los ejércitos franceses, mientras se producían traiciones de los mariscales, los nobles entraban en contacto con
los aliados y el pueblo ignoraba la llamada desesperada de Napoleón a defender el suelo patrio. En abril de 1814, Napoleón se vio obligado
a aceptar el tratado de Fontainebleau, por el que abdicaba del trono; seguía manteniendo su título de emperador y se le concedía una
pensión vitalicia y el gobierno de la isla de Elba, en la que debía cumplir un forzado exilio. Pero su cautiverio duró solamente un
año: en Francia, el retorno de los Borbones volvía a levantar movimientos contrarios; Napoleón vio en ello su oportunidad, salió clandestinamente
de la isla y desembarcó en Francia. Con su solo prestigio, sin disparar un solo tiro, recuperó el poder; este vuelo del Águila dio
origen al «Imperio de los Cien Días», así llamado por su breve duración. Con su ejército de veteranos hizo frente
a los poderosos ejércitos aliados dirigidos por Wellington y Blücher, quienes acabaron derrotándole en Waterloo (18 de junio de 1815).
Al no poder huir a Estados Unidos, Napoleón se entregó a los británicos, que le impusieron el destierro en la isla de Santa Elena,
en la que permanecería confinado hasta su muerte. En la imagen, Napoleón en su estudio (1812), un óleo de Jacques Louis David.