Marco Polo

 
El regreso. En 1292, los Polo recibieron la autorización del ya anciano Kublai Khan para poder regresar a Venecia. Hacía casi diecisiete años que habían llegado a China y habían acumulado una gran fortuna gracias al comercio. El Gran Khan les encomendó una última misión: acompañar a una princesa mongola que debía viajar a Persia para casarse. La expedición estaba compuesta por 14 barcos y seiscientos hombres entre tripulantes, soldados, diplomáticos y cortesanos. La ruta elegida llevó a la flota por las costas de Indochina hasta la península de Malaya, para, a continuación, poner rumbo a Sumatra, donde esperaron a que acabase la estación de los monzones.

La siguiente etapa los llevó hasta Ceilán, la actual Sri Lanka, donde pudieron contemplar las riquezas procedentes de la explotación de las perlas. Desde Ceilán pusieron rumbo a Pakistán y de aquí al golfo Pérsico y la ciudad de Ormuz, donde desembarcaron. La última etapa de su misión la realizaron por tierra hasta Khorasan, donde debía quedarse la princesa. En esta ciudad fueron informados de la muerte de Kublai Khan. Cumplida la última misión que Kublai Khan les había encomendado, los Polo se dirigieron hacia el oeste, pero tan pronto como pusieron sus pies en Anatolia fueron asaltados por bandidos, que les robaron la mayor parte de las riquezas que llevaban consigo. Sólo las joyas que habían ocultado, como precaución, en los pliegues de sus vestidos, pasaron desapercibidas a los saqueadores. A pesar de estos contratiempos, en 1295 los Polo llegaron a Constantinopla y pudieron embarcar rumbo a Venecia. Veintidós años después de su partida, estaban de nuevo en su ciudad natal.