Mahoma

 
La revelación. A pesar del éxito material, Mahoma no se sentía satisfecho plenamente; le preocupaba la situación existente en La Meca, las injusticias sociales y el egoísmo de los ambiciosos y grandes mercaderes. Algún tipo de crisis religiosa le impulsó a buscar la soledad y se retiró a una caverna situada en el monte Hira, entregándose a la oración. Allí, el año 610, comenzó a tener extrañas experiencias y visiones: un ser celestial, que más tarde identificó con el arcángel Gabriel, le ordenó que leyera un rollo de tela escrito en el que se contenía la revelación; las apariciones se sucederían durante el resto de su vida, y a través de ellas se le fue manifestando el mensaje divino. En la imagen, la aparición del arcángel Gabriel ante Mahoma en el monte Hira. La tradición islámica considera que las imágenes religiosas fomentan la idolatría, y por ello a menudo se representa al Profeta con el rostro cubierto con un velo, como en este caso.