Alfred Hitchcock
Extraños en un tren. La década de los 50, pródiga en grandes títulos, se abrió con una obra maestra: Extraños en un tren (1951). El famoso tenista Guy Haynes (Farley Granger) no puede casarse con la joven a la que ama porque su mujer no está dispuesta a concederle el divorcio. Durante un viaje en tren conoce a Bruno Anthony (Robert Walker), excéntrico y trastornado hijo de un millonario. Bruno conoce la vida privada de Guy y le propone un intercambio de asesinatos: él eliminará a la mujer de Guy y Guy deberá asesinar al padre de Bruno, que le raciona el dinero y no tolera sus excentricidades. Guy no lo toma en serio, pero Bruno cumple con su parte por su cuenta, asesinando a la mujer del tenista. Y ante la negativa de Guy a cumplir el trato, Bruno emprende un acecho implacable. Basado en una novela de Patricia Highsmith y con guión del maestro del género negro Raymond Chandler, Hitchcock construyó con su habitual precisión narrativa una verdadera obra maestra del suspense, llena de extraordinarias secuencias como el trayecto de los pies de los dos protagonistas hasta su encuentro en el tren, el estrangulamiento reflejado en las gafas caídas al suelo de la víctima, el angustioso partido de tenis o la escena final del tiovivo, en una película que plantea los imprecisos limites de la fuerza moral humana ante la presión del mal.