Carlos V
Los comuneros. En el interior de España, la costosa política del monarca y el hecho de que se rodeara, en un principio, de funcionarios
extranjeros, suscitó levantamientos en Castilla y Valencia (las Comunidades castellanas y las Germanías valencianas). Las Comunidades de
Castilla, capitaneadas por Padilla, Bravo y Maldonado, fueron derrotadas en Villalar el 23 de abril de 1521, y sus cabecillas fueron decapitados.
Las Germanías
de Valencia y Mallorca fueron reducidas igualmente, pero a costa de más de catorce mil víctimas. Por fin, en 1522, Carlos decidió desprenderse
de sus nobles flamencos y gobernar solo, aunque pronto comenzaron a reclamarle
una atención extrema y absorbente las preocupantes asechanzas a que se veía sometido su imperio: la
extensión
del luteranismo, la inquietante presencia de los mahometanos en el Mediterráneo y la inveterada
enemistad que le profesó el rey francés Francisco I. Entretanto, la ampliación de los mercados y la incorporación de nuevos productos llegados
de América propiciaron una etapa de prosperidad económica, al tiempo que se modernizaban las instituciones. La identificación de los súbditos españoles
con los ideales nacionales y religiosos de las guerras imperiales (contra los protestantes, los otomanos o los franceses) y la creciente prosperidad
determinaron que Carlos tuviera a España como el centro de su imperio. En la imagen, la ejecución de los capitanes comuneros de Castilla (óleo
de Antonio Gisbert, 1860).