Ludwig van Beethoven

 
Formación y madurez. Su trayectoria creativa suele dividirse en tres etapas. La primera de ellas se prolonga hasta 1800; se caracteriza por la continuación del espíritu clásico de Joseph Haydn y Mozart, y da como mejores frutos obras como los dos primeros conciertos para piano (1784 y 1795), los Cuartetos de cuerda Op. 18 (1798-1800), las diez primeras sonatas para piano, entre ellas la celebérrima Sonata para piano nº 8 Patética (1799), y el Septimino Op. 20 (1800). Al final de esta primera época aparecen los primeros síntomas de la sordera que tanto minaría su personalidad. En 1802, después de una cura de reposo en la localidad de Heiligenstadt, escribió un estremecedor testamento en el que desvelaba su lucha titánica para superar la depresión provocada por la enfermedad y seguir vivo y componiendo, con el consiguiente rechazo de la idea del suicidio.

En estas difíciles circunstancias vitales se abre su segunda etapa creativa, que se extiende entre 1802 y 1814. En ella, Beethoven reformó la estructura clásica de la sinfonía, al sustituir el tradicional minueto por un scherzo, forma ésta que otorgaba mayor libertad creativa a los compositores. Surgirían así obras como la monumental Sinfonía núm. 3 Heroica (1805), la dramática Sinfonía núm. 5 (1808) o la Sinfonía núm. 6 Pastoral (1808), de corte prerromántico en su concepción de la naturaleza. Realizó además páginas como su célebre Concierto para violín (1806), los tres Cuartetos de cuerda "Rasumovsky" (1805-1806) y la primera versión de la que supondría su única incursión en el género operístico, Fidelio. En la imagen, partitura autógrafa de la célebre sonata para piano llamada Claro de Luna, que dedicó a la condesa Giulietta Guicciardi.