Los mayas

La sociedad maya

La unidad básica de la sociedad maya era la familia, tanto la nuclear como la más extensa, que vivía en un grupo habitacional de tamaño variable. La mayor parte de la vida del individuo transcurría allí, en otros grupos cercanos y en el centro ceremonial del que dependía. En el grupo y su entorno, el maya nacía, crecía, se reproducía y moría; es decir, en él cumplía su ciclo vital. Esta estrecha vinculación a la familia se daba con independencia de las diferencias de clase existentes en una sociedad compleja, jerarquizada y teocrática como lo era la sociedad maya, en la que, a grandes rasgos, existían dos grupos sociales: el de las élites y el de quienes no pertenecían a ellas.

Según el arquetipo científico tradicional, la sociedad maya se organizó en torno a los polos sacerdote-campesino. Una aristocracia teocrática ocupaba los centros ceremoniales, y un enorme estrato de población dispersa, dedicada a los trabajos agrícolas, acudía solamente a los centros para participar en ceremonias religiosas y convocatorias políticas o para servir como mano de obra. Recientemente, los mayistas han llegado a la conclusión de que la sociedad maya se organizó sobre la base de familias extensas, las cuales debieron regirse por reglas de descendencia patrilineal. Estas familias continuaron creciendo (por vía de parentesco y matrimonio) hasta constituir linajes.

En un determinado momento surgieron los estratos sociales, en relación con las complejas urbes del periodo Clásico (250-900). Aún hoy resulta difícil saber cuándo fue reemplazada la vieja aristocracia sacerdotal por una sociedad estratificada, que partiría de una previa organización de los linajes. Así, un grupo de parentesco, más poderoso, pudo haber alcanzado el poder y regir los destinos del centro cívico-ceremonial. Al ser un poder hereditario, se fueron formando dinastías. La clase más elevada, formada por el linaje dirigente, ocupó los palacios cercanos a los templos, lo que le dio un carácter semidivino.


Templo de los Guerreros (Chichén Itzá)

Íntimamente relacionada por parentesco con la élite dirigente, se asentó una clase administrativa numerosa para garantizar la gobernabilidad del Estado. Un estrato más bajo, pero de gran prestigio, fue el de los especialistas e intelectuales. Inferior rango tuvieron artesanos, ceramistas, pintores y lapidarios. Los segmentos sociales más bajos, campesinos y esclavos, debían producir los excedentes necesarios para alimentar las clases dominantes y trabajar en la construcción de los centros ceremoniales.

El nacimiento dentro de cierto grupo social determinaba la clase a la que se pertenecía: confería la pertenencia a un linaje patrilineal, el cual, a su vez, otorgaba tanto el estatus social como la especialización en el trabajo, fuera éste de campesino, de artesano, de funcionario o de intelectual. Por consiguiente, la movilidad social se reducía a los niveles más altos; los historiadores consideran que la guerra pudo jugar un papel importante al respecto.

La élite dirigente

En el estudio de las civilizaciones antiguas, a menudo sucede que la mayor cantidad de información disponible está relacionada con las élites gobernantes, pues supieron sancionar su poder con realizaciones artísticas y, en el caso de los mayas, con inscripciones jeroglíficas. En el seno de la nobleza, donde las relaciones de parentesco eran esenciales, existían diversos niveles y, de conformidad con ellos, los nobles ostentaban el poder en unidades políticas de mayor o menor rango.

Ya desde finales del periodo Preclásico Tardío y principios del periodo Clásico se tiene constancia epigráfica (es decir, en las inscripciones jeroglíficas) de la existencia del título de ahaw o x'ul ahaw («sagrado señor» o gobernante), que corresponde a la persona que ocupaba el nivel más alto en la pirámide social. El ahaw gobernaba y residía en la ciudad principal de la unidad política, aunque a menudo también se otorgaba este título a los señores de los estados dependientes del principal.

Las ciudades subordinadas, integradas o no en el mismo estado, solían estar regidas por los sahal, nobles de alta condición aunque con atribuciones de rango inferior a las del ahaw. En el período Clásico, los gobernantes acumularon títulos de prestigio relativos a sus virtudes guerreras, su edad o sus rasgos sobrenaturales, que se enumeran en las estelas junto a los glifos que expresan su genealogía.

Las escenas y los textos representados en cerámica o monumentos de piedra documentan bien las actividades de la clase dominante. En ellos aparecen reflejadas las relaciones entre gobernantes de las distintas ciudades, el ambiente de palacio, con sirvientes, artesanos y nobles que hablan entre sí, y rituales o procesiones de personajes diversos que incluyen noticias de enlaces matrimoniales o designaciones de herederos. Las mujeres de los linajes dirigentes desempeñaron un papel político relevante. Podían reinar si la sucesión recaía en ellas, transmitir el poder a sus hijos y a sus maridos, y siempre aparecían como figuras clave en el sistema de legitimación de los gobernantes. En las inscripciones, la mujer llegó también a ostentar los títulos de ahaw y sahal.

Artesanos y campesinos

Otros títulos relacionados con la élite eran el de ah'kun («el de los libros sagrados»), yahawk'ak' («el del fuego»), ah ts'ib («escriba») o ah uxul («escultor»). Aunque los vínculos de estos personajes con la minoría gobernante son inequívocos, es probable que existiera además un nivel social intermedio compuesto por artesanos especializados, artistas y servidores de dedicación completa a su trabajo, lo que les eximiría de la producción de alimentos y quizá de las obras comunales, asumidas por el campesinado.

Las familias campesinas eran la base real y más amplia de la sociedad; en ellas recaía el peso de la producción y del mantenimiento de la clase superior, y aportaban la mano de obra necesaria para construir los centros ceremoniales. El tiempo de la mujer transcurría en el núcleo familiar, entre las múltiples y variadas tareas domésticas (procurar combustible, cocinar o cuidar de la prole) o artesanales (tejer y elaborar cerámica). Las actividades del varón se centraban en la subsistencia: el cuidado de los campos, más o menos lejanos, y la artesanía. Los hijos se integraban desde temprana edad en el aprendizaje de todas esas tareas.

Dada la escasa movilidad entre las clases sociales, las ocupaciones se perpetuaban por transmisión de padres a hijos. También hubo esclavos, resultado tal vez de las guerras entre ciudades. La cultura material relacionada con las clases bajas e intermedias era sencilla, muy limitada a la artesanía propia del lugar y al ámbito de lo necesario para desarrollar las funciones de subsistencia diaria.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].