Jacques-Lucien Monod
(París, 1910 - Cannes, Francia, 1976) Biólogo francés. Fue condecorado con la Cruz de Guerra por sus servicios en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Después de haber trabajado en el Instituto Tecnológico de California, volvió a París y, en 1945, ingresó en el Instituto Pasteur, del que fue director hasta 1954, y en donde creó el departamento de bioquímica. Pionero de la genética molecular, fue galardonado en 1965, junto con André Lwoff y François Jacob, con el Premio Nobel por sus descubrimientos relativos al control genético de las enzimas y a la síntesis de los virus. Es autor, entre otros libros, de uno de los pocos best-sellers en el campo de la divulgación científica: El azar y la necesidad (1970).
Jacques L. Monod
Jacques-Lucien Monod creció en el Sur de Francia, mezclando su pasión por la biología y por la música, que cultivó siempre. Se licenció en la Sorbona, y se convirtió en profesor de zoología. En 1934 trabajó en el Instituto Tecnológico de California, donde conoció al famoso genetista Thomas Hunt Morgan, que lo encaminó hacia el estudio de los mecanismos de la transmisión genética.
A su regreso a París, después de una serie de investigaciones sobre los mecanismos de control de la función enzimática, Jacques Monod trabajó con André Lwoff en el Instituto Pasteur, donde permaneció definitivamente (fue nombrado director en 1971). Prosiguió con sus investigaciones durante la Segunda Guerra Mundial (Monod era comunista y participó en la Resistencia, aunque abandonó el Partido después del "caso Lysenko"), estudiando el metabolismo de la bacteria Escherichia coli.
En 1958 inició su colaboración con François Jacob, quien, en el mismo instituto, realizaba investigaciones paralelas a las suyas. Juntos, consiguieron demostrar que la inducción enzimática puede explicarse en términos puramente bioquímicos. A continuación, además de introducir el concepto de "ADN mensajero", identificaron grupos de genes organizados en estructuras que dirigen los procesos metabólicos y que son activados o inhibidos por otros genes que se encuentran en sus estructuras. Tales estudios dieron un fuerte impulso a la genética molecular y por ellos les fue otorgado el Premio Nobel en 1965, compartido con Lwoff.
El azar y la necesidad
En 1970 Jacques Monod publicó el ensayo El azar y la necesidad, que provocó numerosas polémicas y fue inmediatamente un gran éxito. El libro es una reflexión filosófica sobre la imposibilidad de sostener cualquier concepción finalista del mundo y del hombre. Escrita para un público culto no especializado, Monod se propuso en esta obra ilustrar las consecuencias filosóficas y espirituales de los últimos descubrimientos de la biología molecular y de la genética.
Para Monod, la biología científica se ha desarrollado basándose en el "postulado de objetividad". Este postulado, que constituye la base de toda ciencia positiva, excluye que los fenómenos de la naturaleza puedan explicarse refiriéndolos a un "proyecto" o "finalidad" intrínseco en la naturaleza, puesto que "proyecto" o "finalidad" son dimensiones del pensamiento humano, y no propiedades de las cosas.
Por otra parte, la biología tiene que admitir como elemento objetivo de la vida algo que se parece precisamente a un "proyecto", o sea la "teleonomía" de los seres vivos. La teleonomía es la propiedad de transmitir de una a otra generación los contenidos de invariabilidad que caracterizan a una especie a través de las generaciones. Pero para la ciencia moderna, la invariabilidad precede necesariamente a la teleonomía; efectivamente, la teoría de la evolución de Darwin sostiene que la evolución de estructuras (los organismos) cada vez más teleonómicas es debida a perturbaciones sobrevenidas en una estructura que ya tiene la propiedad de invariabilidad. Cuando por el contrario, los fenómenos de la vida se explican mediante la teleonomía, nos encontramos frente a teorías "antropomórficas"; en particular, el animismo y el vitalismo.
El vitalismo (y no sólo el filosófico de Henri Bergson, sino también el de algunos científicos como M. Elsässer y M. Polanyi) parte de la idea de que el mundo viviente no puede explicarse mediante las leyes "objetivas" de la física, y que por lo tanto tienen que existir leyes y principios específicos del mismo. Por otro lado, el animismo (el de Teilhard de Chardin, Herbert Spencer, Karl Marx y Friedrich Engels) también explica la realidad inanimada mediante principios "mentales", o sea, con las supuestas leyes del pensamiento, que sólo son válidas en el terreno del sistema central nervioso del hombre.
El error en la dialéctica del marxismo estriba en que sólo es animista en la medida que se propone encontrar en la materia los principios de la dialéctica, o sea, principios fijados "a priori". Por el contrario, la biología molecular basa sus propios procedimientos en los de la física; de tal manera, se ha descubierto que las proteínas son la causa de la construcción del organismo, y que el organismo es una máquina química que se construye por sí sola.
De ello se deduce, por lo tanto, que el azar es la ley fundamental que regula la combinación de las proteínas y su estructura. Si el azar es la única explicación de las alteraciones accidentales de las secuencias de polinucleótidos que forman el código genético, la consecuencia es que el azar es la única fuente de cualquier novedad biológica, de cualquier cambio del DNA (que constituye el código genético) y, por consiguiente, de cualquier "creación" en la biosfera.
Por otra parte, las alteraciones casuales se conservan, reproducen y multiplican en el organismo de acuerdo con la férrea necesidad de la teleonomía y de la invariabilidad. Tampoco el hombre, aparecido por azar en un universo totalmente indiferente a su destino, no es heredero ni portador de ningún deber o destino biológico. Pero esta constatación no resuelve la angustia de la soledad (angustia también transmitida genéticamente), que para Monod es una característica del hombre.
Esta angustia hereditaria lo empuja a buscar "explicaciones" que den "sentido" a su existencia en el mundo, de lo que se deriva el recurso a las explicaciones vitalistas y animistas. Sin embargo, Monod cree que el hombre puede renunciar a sus ilusiones, y que se encuentra en condiciones de abrazar lo que él llama "ética del conocimiento", una ética que implica la renuncia a cualquier ideología. El mismo socialismo (del que Monod se declara partidario) debería renunciar a "ponerse al día" como pura y simple ideología del progreso para inspirarse, por el contrario, en la ética del conocimiento.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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