Herbert Spencer

(Derby, 1820 - Brighton, 1903) Filósofo inglés, la más destacada figura del evolucionismo filosófico. Fue el primogénito y el único superviviente de los seis hijos de William George y Harriet Holms. De salud precaria, poseyó, en cambio, una mente lúcida, una voluntad tenaz y un espíritu intolerable en cuanto a autoridad y dogmas. Recibió su formación de su padre y su tío (ambos maestros), y, en particular, de sus experiencias y lecturas personales. De joven no quiso frecuentar la universidad, y ya anciano y famoso rechazó siempre los numerosos honores y nombramientos que las instituciones docentes y académicas intentaron ofrecerle.


Herbert Spencer

Situado entre el metodismo de su madre y las simpatías de su padre hacia los cuáqueros, se manifestó independiente; y así, permaneció ajeno a vínculos políticos y profesionales, y ni tan sólo quiso doblegarse al del matrimonio. Llegó incluso a considerar la cultura como posible limitación de la libertad; a causa de ello no leyó mucho, ni siquiera textos filosóficos (no parece haber conocido muy profundamente a Kant). No por esto era misántropo, antes al contrario: amó la conversación, frecuentó las tertulias y el teatro y tuvo muchos amigos, entre los cuales figuraron John Stuart Mill, Thomas Henry Huxley, John Tyndall y George Eliot.

Adversario del imperialismo en política y del socialismo en sociología, cuando participó en aquélla (como ocurrió en 1842) lo hizo en sentido democrático. Su formación resultó esencialmente científica y técnica; sintió afición por los experimentos y las colecciones. Se desinteresó, sin embargo, de las lenguas y particularmente del mundo clásico, griego y latino. Ajeno por completo a los valores artísticos, no vacilaba, sin embargo, en juzgar acerca de ellos, ingenuamente seguro de sí mismo, rasgo que en él fue algo congénito; de ahí sus pasmosas apreciaciones sobre Rafael Sanzio, Richard Wagner, Homero o Platón.

La mente de Spencer, exclusivamente lógica y racional, sólo hallaba satisfacción plena en las elaboraciones sistemáticas. El primer texto de interés general de nuestro autor es un conjunto de cartas escritas para The Nonconformist sobre el problema de los límites de la autoridad estatal: Letters on the Proper Sphere of Government (1842). En 1844 estuvo empleado un mes en la redacción de The Pilot, de Manchester, y se ocupó, por primera vez en serio, de metafísica y psicología después de leer el Sistema de lógica de John Stuart Mill y la parte inicial de la Crítica de la razón pura de Kant. Entre 1844 y 1846 actuó de vez en cuando como ingeniero ferroviario.

En 1848 ingresó en la redacción de The Economist; tal circunstancia marcó el fin de su labor en la ingeniería y el principio de su actividad de escritor y filósofo. Por entonces había publicado ya diversos panfletos en los que propugnaba una limitación radical de la esfera de intervención del Estado en la sociedad, a partir de una interpretación individualista del evolucionismo. Sus teorías se hallan en la base del posterior darwinismo social, al afirmar que el Estado debe proteger la libre acción de la selección natural en la sociedad, como fuente de progreso. En 1850 apareció la Estática social, obra que despertó cierto interés y orientó decisivamente a su autor hacia la vocación filosófica.

En 1853 abandonó su trabajo en The Economist y renunció a cualquier otro empeño para dedicarse exclusivamente a la elaboración de su sistema de filosofía sintética; sentía como misión propia, en efecto, establecer una interpretación racionalmente sistemática del mundo, apoyada en una base científica, y dio una muestra de ello en los Principios de psicología (texto que apareció en 1855 sin despertar demasiado interés) y, en 1859, en un prospecto en que trazó un esbozo general.

Firme en el propósito que le inducía a ofrecer al positivismo la concepción sintética del mundo que todavía le faltaba, Herbert Spencer empleó treinta y seis años en esta empresa tenaz, que llevó a cabo incluso a través de dificultades económicas y perturbaciones de la salud. Ésta, siempre débil, le impedía el ejercicio regular de cualquier ocupación; raramente podía dedicar al trabajo más de tres horas diarias, y no pocas veces había de abandonarlo por completo durante meses y aun años enteros, como le ocurrió entre 1886 y 1889.

Para hacer frente con eficacia a los gastos de la obra procuró publicarla por entregas y mediante suscripción. La primera entrega apareció en 1860; a ella siguieron, en períodos de tres meses, cada una de las restantes, con lo que el tomo inicial (Primeros principios) quedó ya listo en junio de 1862. Sin embargo, la esperanza de que los gastos quedarían cubiertos por las suscripciones se reveló muy pronto ilusoria. Y así, no estando dispuesto a experimentar ulteriores pérdidas, en 1865 Spencer comunicó a los suscriptores la suspensión de la obra.

Salió airoso de tan difícil trance gracias a una modesta herencia paterna y, singularmente, al apoyo moral y económico de un admirador norteamericano, E. Livingston Youmans, quien quedó unido al autor por una gran amistad hasta su fallecimiento en 1887. Gracias a este bienhechor los textos de Spencer fueron pronto conocidos en los Estados Unidos, de manera que el filósofo alcanzó la notoriedad y la fama en la otra orilla del océano antes que en su misma patria.

La empresa editorial siguió siendo todavía por algunos años un mal negocio; sin embargo, hacia 1870 la situación empezó a cambiar. Los libros de Spencer eran cada vez más solicitados y leídos, y pronto conocieron también las traducciones que habían de multiplicarse y extenderse incluso al sánscrito y al chino. Mientras tanto, en 1867 habían aparecido los Principios de biología, y luego vieron la luz la segunda edición de los Principles of psychology (1872), los Principios de sociología (1877) y los Data of Ethics (1879), primera parte del tratado sobre la ética tan apreciado por Spencer y completado con otras seis secciones, como, del mismo modo, lo fue con siete la obra acerca de la sociología.

Herbert Spencer vivió hasta 1898 en Londres, salvo en ocasión de dos largos viajes a la Europa meridional y a los Estados Unidos. En 1894 el filósofo sostuvo una célebre controversia con el famoso biólogo alemán August Weismann, quien había refutado abiertamente la naturaleza hereditaria de los caracteres adquiridos, defendida precisamente por Spencer como principio fundamental e indispensable de su teoría evolucionista.

Cuando en 1896 apareció el último tomo de la Sociology, punto final del sistema y de los treinta y seis años de labor, el autor fue muy agasajado. En realidad, podía considerarse el filósofo más célebre de la época y el maestro del positivismo. Inglaterra le juzgaba con orgullo un genio nacional, y toda Europa le reconocía y apreciaba como uno de las grandes hombres del siglo.

Durante los años siguientes Spencer no descansó; antes bien, se dedicó a la reconstitución y a la nueva edición de los tomos de su sistema, así como a la composición de artículos y ensayos. La crisis de la ciencia positivista y la aparición de otras corrientes filosóficas idealistas iban modificando, sin embargo, el ambiente cultural. Y así, a su muerte, ocurrida en Brighton, adonde se había trasladado al abandonar Londres en 1898, el filósofo estaba a punto de quedar superado.

Las obras principales de Spencer son las anteriormente citadas; integran los once tomos del System of Synthetic Philosophy. Durante los años en cuyo transcurso no pudo atender a su labor filosófica (1886-89) empezó a componer la Autobiography, que terminó en 1894 y decidió publicar póstumamente; vio la luz, efectivamente, en 1904, en dos volúmenes. Muy numerosos son los ensayos del autor, reunidos en 1891 en tres tomos bajo el título de Scientific, Political and Speculative Essays.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].