Victoria I de Inglaterra
Victoria y Disraeli. Los esplendores de la era victoriana hallaron sus grandes agentes en una pléyade de eminentes y flexibles estadistas que posibilitaron un avance sin prisas pero sin pausas, atemperando los excesos. Los más sobresalientes fueron los liberales William E. Gladstone y el contradictorio vizconde Palmerston, y los conservadores Robert Peel y Benjamin Disraeli. Los ministros Disraeli y Gladstone destacaron en la segunda mitad del siglo XIX, alternándose pacíficamente en el gobierno. Paradójicamente, a menudo los conservadores impulsaron reformas más profundas que los liberales. Gracias a la influencia que ejercía sobre la reina, el gobierno conservador del primer ministro Benjamín Disraeli se embarcó en una exitosa política expansionista. En el año 1877, la reina fue proclamada emperatriz de la India, una vez que ésta fue totalmente dominada por las fuerzas coloniales inglesas. El broche de oro lo puso la adquisición y control del importante canal de Suez. El imperio inglés llegó a comprender el 24% de todas las tierras emergidas; su población alcanzó los 420 millones de habitantes. Londres se convirtió en el primer centro financiero y de intercambio comercial del mundo. La presión colonial hizo que el gobierno de Inglaterra llegara hasta los últimos confines de Asia, Oceanía y África. Dicho liderazgo lo perdería Inglaterra ya en el nuevo siglo con la entrada en liza de dos nuevos países: Estados Unidos y un renovado Japón. En la imagen, la reina Victoria despachando con Benjamin Disraeli en el castillo de Osborne (óleo de Theodore Blake Wirgman).