Mahoma
El Corán
El libro sagrado del Islam es el Corán; en él se expresa su credo y se incluye su ley. Su esencia y apariencia improfanables y trascendentales residen, para la fe musulmana, en contener la palabra de Alá revelada a su enviado o mensajero (rasul) Mahoma, quien la iba transmitiendo ("en lengua árabe clara", como dice el mismo Corán) a las personas de su alrededor como mensaje de salvación. Tales revelaciones tuvieron lugar de forma espaciada desde el año 610 de la era cristiana hasta el 632, en que murió. El nombre castellano procede directamente del árabe al-quran, palabra que significa "recitación" o, por extensión, "texto sagrado que se recita". Es un término emparentado con el siríaco, lengua en la que, todavía hoy, se designan las lecturas litúrgicas del rito maronita con la palabra qeryono. También se le conoce como Alkitab (El Libro), Furquan ("liberación", "salvación"), Kitab-ul-lah (Libro de Dios) y Al-tanzil (La Revelación).
Mahoma
Mahoma predicaba los textos que recibía por revelación, recitándolos y haciéndolos recitar a sus fieles, que los retenían de memoria y a veces los copiaban por escrito. Para ello se usaron soportes de toda clase: hojas de palma, fragmentos de hueso, pieles de animales, omóplatos de camellos, ostracas o cualquier otro objeto similar para escribirlas. Pertenecientes a una cultura de tradición oral, no sería difícil para los fieles de la nueva religión memorizar textos breves, bien rimados y rítmicos; sin duda quedarían grabados en la memoria con facilidad.
A la muerte de Mahoma, los musulmanes empezaron a reunir en manuscritos el conjunto de los textos coránicos existentes, suscitándose divergencias que fueron paliadas por la iniciativa del califa Uthman ibn Affan (644-656) de proceder a una redacción oficial, constituida como vulgata, con un texto consonántico característico que, sin embargo, no eliminó la posibilidad de que se produjesen diferentes "lecturas" (qiraat), cuyas variantes (no trascendentales) son compatibles con el texto consonántico de Uthman, y se concretan en ciertas divergencias de puntuación y vocalización. El texto consonántico de Uthman fue refundido en tiempos del califa omeya Abd al-Malik (685-705), y precisado con vocales y signos gráficos auxiliares, posiblemente durante el siglo VIII, pues Malik, el famoso alfaquí de Medina (muerto en el 795), sólo admitía tales signos en los ejemplares utilizados para la enseñanza.
El texto coránico se distribuye en 114 capítulos o azoras (suras), que, a su vez, están formados por versículos o aleyas (al-aya). Cada azora tiene un título, más o menos alusivo; la primera es la Fatiha o "apertura", breve oración, frecuentemente recitada, con tan sólo siete aleyas: "¡En el nombre de Dios, el compasivo, el misericordioso! Alabado sea Dios, señor del universo, el compasivo, el misericordioso, amo del día del juicio. Te adoramos, te pedimos ayuda. Condúcenos por la vía recta, la vía de aquellos a quienes das tu gracia, no la de quienes incurren en tu enfado ni la de quienes yerran". A esta azora inicial siguen las 113 restantes, dispuestas de mayor a menor longitud: así, la segunda azora (titulada "La vaca") tiene 286 aleyas, algunas extensas, y la última azora ("Los hombres") tiene sólo seis breves aleyas.
La primera azora del Corán
El título que encabeza cada una de las azoras está tomado o bien de uno de los temas tratados en ella o bien de una palabra u oración que en ella figure. A continuación se indica el lugar en que fue revelada, el número de aleyas o versículos de que consta y, finalmente, el basmalá ("En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso"), fórmula de invocación que inicia todas las azoras, excepto la nueve. Al principio de algunas azoras aparecen unas letra llamadas fawatih ("iniciales") o al-huruf al-muqatta ("letras cortadas"), de las que no se conoce su significado exacto; algunos investigadores, como Loth, consideran que son abreviaturas de apelativos divinos, mientras que otros, como Nöldeke, Hirschfeld y Buhlcreen, creen que se trata de la letra inicial o final del nombre de aquellos compañeros del profeta que todavía en vida de éste constituyeron sus propios corpus, lo que parece poco probable. Otros, como Zaki Mubarak, opinan que puede tratarse de notaciones musicales. Estas letras también se han interpretado desde perspectivas que intentan justificar y probar el carácter milagroso del Corán, como es el caso del erudito musulmán Baydawi.
Al estar colocados los 114 capítulos del Corán según la longitud de los mismos, el libro no sigue en sus materiales un orden temático, de modo que las referencias sobre una misma cuestión o aspecto se encuentran muchas veces dispersas entre varias azoras y aleyas, y ha de recurrirse a todas ellas para calibrar el conjunto de la doctrina coránica al respecto. Los textos del Corán tampoco están ordenados cronológicamente, siguiendo el curso temporal de la vida del Profeta en que se fueron sucediendo las revelaciones, con sus sucesivas estancias en La Meca y Medina. Desde muy pronto se realizaron propuestas de clasificación cronológica de las diversas azoras, sobre todo por el interés de distinguir los textos antiguos de los posteriores, ya que a veces hay desacuerdos entre unos y otros, y el contenido de un pasaje antiguo puede ser cambiado en otro revelado después. Ello dio lugar al procedimiento técnico de fijar los textos abrogados por otros ulteriores abrogantes.
Las azoras o capítulos suelen agruparse en cinco periodos. En el primer periodo mequí, que abarca cuarenta azoras, hay una presencia clara de la rima y del ritmo. En este periodo la presencia de Dios hace desaparecer al hombre. Dios no pretende dar un código de actuación sino restaurar un culto. Se insta a admirar la cosas creadas como signos del poder de Dios y se recuerdan los castigos que recibieron otros pueblos del pasado que no escucharon a sus profetas. El día del Juicio aparece como último argumento. En el segundo periodo, con 21 azoras, se empieza a jurar por el Corán en lugar de hacerlo por el sol, la luna, el cielo y otros entes naturales, y se desarrolla la historia de los antiguos profetas hebreos. A partir de este segundo periodo, también mequí, empiezan a encontrarse influencias judías que entraron por vía directa. En el tercer periodo, con 21 azoras, la argumentación se dirige a la generación que pide milagros para creer, sin saber ver que éstos se encuentran por todas partes.
Páginas de un Corán del siglo XIII
Los textos revelados en el cuarto periodo, considerado ya del periodo mediní, con 24 azoras, difieren en gran medida de los textos del periodo mequí. Mahoma es aquí un hombre de estado que se dirige a un grupo de creyentes. Su función es ahora enseñar y no convencer. El estilo pierde en ligereza y se vuelve difuso a lo largo de versículos muy largos. Por último, las azoras 2, 4, y 5 tratan fundamentalmente de la organización de la nueva sociedad y buena parte de su historia. Es una parte con una clara influencia hebrea.
Tanto en su contenido cuanto en su forma, el Corán, en tanto que palabra divina, es considerado perfecto. Su texto es también apreciado estéticamente, hecho que se manifiesta en el arte de su recitación, con sus diversas y melódicas interpretaciones, que pueden arrebatar al auditorio, y con el arte de su caligrafía, también estimable. Como pieza literaria sublime llegó a constituirse entre los musulmanes el dogma de su inimitabilidad. Para los fieles, el estilo del Corán es milagrosamente bello e imposible de imitar: cualquier traducción del Corán a otra lengua no puede sino desfigurar el texto. Tras largos debates, la mayoría de los teólogos musulmanes terminaron aceptando que las traducciones eran legítimas en la medida en que permitían acercarse a las "ideas" del Corán. Salvo en casos muy especiales, la ley prohíbe el empleo litúrgico de un Corán traducido. El Corán se encuentra así rodeado, en su fondo y en su forma, de un halo de respeto, fervor y esmero extraordinarios, presente siempre en la vida entera del musulmán, que procura preservarlo, centrando en él sus ideales y vivencias, y recurriendo a su lectura tanto de forma cotidiana como en ocasiones solemnes. El Corán aglutina y marca de forma primordial la civilización islámica, como gran eje de la misma.
El credo islámico
El Corán define las creencias del Islam y expresa su marco normativo esencial, siendo base principal de la regulación de la vida del creyente. La fe islámica se centra en creer en Alá, único dios, "sin asociado", todopoderoso, sabio, misericordioso, creador, remunerador en la otra vida y en el juicio final con la resurrección de los muertos. Estas creencias son las que principalmente se contienen y detallan en las azoras de La Meca, mientras que en las del período de Medina los contenidos suelen ser más normativos, dirigidos a la comunidad que allí regía el Profeta.
El Corán recuerda al ser humano su pequeñez frente a las maravillas de la naturaleza, obra de Dios, cuya grandeza y magnanimidad debe ser reconocida y adorada. El mensaje, en esencia, es que hay un solo Dios, creador de todas las cosas, que es el único al que hay que servir practicando un culto y observando una conducta correcta. Dios, siempre misericordioso, se ha dirigido a la humanidad para que le venere a través de múltiples profetas, a los que ha enviado para predicar su mensaje y que han sido rechazados de forma reiterada. El Corán confirma en varios pasajes la existencia de ángeles, demonios y genios (chinn). Junto a ello, el Corán recoge todo un conjunto de preceptos y recomendaciones éticas y morales, advertencias sobre la llegada del último día y del juicio final, historias sobre profetas anteriores a Mahoma y sobre los pueblos a los que fueron enviados, y preceptos relativos a la religión y a otras materias sociales, como el matrimonio, el divorcio o la herencia.
Página de un Corán de 1594 (Biblioteca
del Monasterio del Escorial)
Los temas generales del Corán y muchas de las historias ilustrativas comparten elementos y contenidos con las escrituras cristianas (como la leyenda de los siete durmientes) y judías, aunque a menudo se desarrollan de forma diferente. Son numerosos los detalles de las historias sobre los primeros profetas que se asemejan más a las versiones que se encuentran en los apócrifos judíos y cristianos que a las versiones encontradas en la Biblia. El mismo Corán afirma que ha venido a confirmar la aportación de las Sagradas Escrituras anteriores y menciona la Torá, los Salmos y los Evangelios, además de aludir también a unas "Hojas de Abraham". El monoteísmo coránico está en la misma tradición que el del judaísmo, y son muy numerosas las imágenes y expresiones que pueden encontrarse en el Corán y en la tradición bíblica. De hecho, los contemporáneos del Islam primitivo consideraban a éste como una secta más de las derivadas del tronco bíblico.
En general, el Corán se sitúa en el marco de la vida de los beduinos, pero también de los comerciantes, los navegantes y los pescadores, y no faltan, a pesar de la sobriedad y el estilo sucinto del Corán, alusiones a las caravanas de invierno y verano que los caravaneros de La Meca conducían a Adén o a Siria. La atmósfera propiamente árabe se puede identificar en cuestiones como la existencia de seres misteriosos llamados genios o la exaltación de la generosidad, de la bravura y de la solidaridad familiar. Son también características propias de los árabes la alta estima que profesan a la elocuencia y al estilo árabe. Ritos como el de la peregrinación a La Meca y las siete vueltas alrededor de la Kaaba dejan traslucir, igualmente, el aspecto propiamente árabe, dado el singular interés que las piedras y el número siete tienen en los cultos semitas.
Las prohibiciones relativas a territorios sagrados y a los animales que en ellos viven son también aspectos semitas que el Corán ha preservado, purificando los elementos incompatibles con el monoteísmo. Proceden también de la tradición árabe los meses sagrados, durante los cuales no estaban permitidas las hostilidades, así como los fragmentos más antiguos del Corán en los que aparecen pasajes de frases cortas terminadas siempre en la misma sílaba, seguramente una especie de oráculos al estilo árabe, que provocaron que los oponentes de Mahoma le acusaran de mago o adivino.
Excepto para el caso de la guerra santa, el Corán deja a los hombres en el marco de su vida cotidiana, exigiéndoles sólo que obren bien se encuentren donde se encuentren, que no cometan excesos, que utilicen mesuradamente los bienes que Dios les concede, y que sean capaces de desprenderse de su egoísmo para ayudar a los pobres o a la comunidad. Para los musulmanes el Corán, en tanto que palabra de Dios tal como fue revelada al profeta Mahoma para que sirviera de guía a todos los humanos, es la fuente fundamental de toda norma jurídica. Las normas jurídicas contenidas en el Corán son unas doscientas y están expuestas en diversas aleyas. Pese al corto número de normas, la labor de exégesis e inducción metodológica de las cuatro escuelas teológico-jurídicas (hanefí, malikí, chafeí y hambalí) darían lugar durante los siglos VII y VIII al sistema jurídico islámico. Una de las características del Corán que tiene su reflejo en toda la normativa del sistema jurídico islámico es la unicidad entre religión, moral y derecho. Los preceptos religiosos y morales e incluso determinados usos sociales forman una misma norma con el mismo efecto vinculante. Se hace difícil, pues, separar unas de otras.
Exégesis del Corán
El Corán se acepta entre la mayoría de los musulmanes como la palabra literal de Dios, y por eso es el centro en torno al que gravita el mundo islámico; su valor es comparable al que los judíos conceden a la Torá o al que la figura de Jesucristo tiene para el cristianismo. Entre las obligaciones religiosas de todo buen musulmán se incluye, junto a la oración diaria obligatoria, el recitar pasajes completos del Corán; asimismo, la educación seglar exige el aprenderlo de memoria. Los musulmanes consideran el texto del Corán como una de las fuentes principales de la cultura islámica, junto al Hadiz (tradición que recoge el comportamiento y prácticas del Profeta) y, para los chiítas, las enseñanzas de los imanes.
Hay en el Corán pasajes de compleja y divergente interpretación, lo cual se advierte incluso en la azora III, aleya 7: "Él [Alá] es Quien ha revelado la Escritura. Algunas de sus aleyas son unívocas y constituyen la Escritura Matriz; otras son equívocas. Los de corazón extraviado siguen las equívocas, por espíritu de discordia y por ganas de dar su propia interpretación. Pero nadie sino Dios conoce su interpretación". La importancia de la fijación y del correcto entendimiento del texto coránico constituyó la "ciencia del Corán" como materia clave de la cultura islámica, desarrollándose, entre otros aspectos, la disciplina de su interpretación, desde las bases gramaticales y léxicas hasta las dogmáticas y jurídicas. Son numerosos los comentarios del Corán, producidos desde todas las tendencias ortodoxas o sunníes (con sus diversas escuelas), chiíes y jariyíes; las exégesis sufíes toman proyecciones alegóricas. Estas obras de comentario e interpretación (tafsir) pueden ser reducidas o abarcar muchos volúmenes, como la de al-Tabari, que comprende treinta tomos.
Corán del siglo XII hallado en Tombuctú
Aunque algunos creyentes consideren que el Corán resume todo el Islam y que éste no puede encontrarse fuera de este texto sagrado, lo cierto es que la compleja realidad del mundo islámico se extiende más allá de sus páginas. Tampoco es posible afirmar, sin falsear la realidad, que el Corán represente el verdadero Islam sin tener en consideración las numerosas ampliaciones y glosas hechas al margen, juzgadas como corruptas por los más ortodoxos, y que se encuentran contenidas entre las enseñanzas musulmanas tradicionales. No es posible entender el Corán sin tener en cuenta la tradición exegética y de interpretación que se ha desarrollado en torno a él. Esta tradición resuelve y ayuda a comprender las complejas ambigüedades del Corán. Es esta tradición, incluso, la que da cuerpo a la creencia de que el Corán contiene una serie de revelaciones hechas a Mahoma.
La interpretación del Corán (tafsir), campo de investigación dentro del Islam que perdura todavía hoy desde sus inicios ya en la época del establecimiento del texto, en época de Uthman, ha dado a luz numerosos libros y tratados. Los distintos enfoques que se han producido en el intento por desentrañar el verdadero sentido del texto dieron lugar a tratados exegéticos de distinta naturaleza y perspectiva. Así, al-Tabari (muerto en 923) se basó en la tradición; al-Baydawí (muerto hacia 1291) y Nasafí (muerto en 1310) desarrollaron una exégesis lingüística; al-Razi (muerto en 1209) elaboró racionalmente los elementos anteriores. El hispanoárabe Abu Hayyan (muerto en 1345) también redactó un monumental tratado exegético sobre el Corán. Al-Talabí (muerto en 1038) analiza por orden en su obra sobre profetas todos los versículos del Corán que se refieren al tema.
El trabajo de al-Tabari analiza el Corán verso a verso y ofrece las diferentes opiniones que estudiosos de la época daban sobre la vocalización, la gramática, la lexicografía, la interpretación ética y moral, así como las relaciones del texto sagrado con la vida de Mahoma. Los diferentes puntos de vista están recogidos sin ningún tipo de comentario, aunque es frecuente que al-Tabari indique cuál de ellos goza de su predilección. Este exhaustivo procedimiento de al-Tabari ha sido seguido por numerosos comentarios posteriores, aunque otros han preferido seguir criterios de simplicidad y brevedad, escogiendo para comentarlos sólo algunos versos, o eligiendo un único tema para su estudio, como puede ser el vocabulario del Corán, tema de una considerable complejidad y dificultad debido a sus implicaciones de carácter teológico, además de la dificultad que le es propiamente intrínseca. En general, el texto sagrado del islam se considera en relación con el contexto de la vida del Profeta, y se le concede, a partir de esta premisa, un alcance universal y atemporal.
Los pasajes relacionados con la vida de Mahoma se entiende que fueron revelados en conexión con incidentes específicos de su vida o para resolver problemas concretos a los que se enfrentaba. Algunos investigadores fuera del ámbito musulmán han señalado el procedimiento de tipo midrásico conforme al cual determinados aspectos de la vida de Mahoma se han creado a partir de algunos pasajes del texto sagrado. Según esta corriente interpretativa, este procedimiento guarda bastante semejanza con el modo en que la tradición judía fabricó las historias del Midrás a partir de personajes bíblicos, mientras se componía el texto bíblico. De ser así, el explicar el Corán mediante referencias a la biografía del Profeta sería un modo de razonamiento circular, considerado en términos científicos como una seria amenaza a la validez del argumento.
Corán del siglo XI (British Museum, Londres)
Las interpretaciones del Corán reflejan con frecuencia las divergencias y distintas tendencias que se dan en el seno de la comunidad musulmana. Es especialmente llamativa la diferencia entre la interpretación chiíta de algunos versos en concreto y la interpretación sunnita, pues los chiítas encuentran en los versos coránicos referencias al estatuto especial de Alí ibn Abi Talib y los imanes, mientras que los sunnitas no encuentran tales referencias. Según los chiíes, el califa Uthman suprimió del Corán los fragmentos que hacían referencia a Alí y a sus derechos a suceder a Mahoma en sus tareas políticas y religiosas, acusación que no parece fundamentada.
La naturaleza de palabra de Dios increada y eterna que se atribuye al Corán, frente a la consideración del mismo como algo creado en el tiempo, fue uno de los más encendidos temas de discusión en los orígenes del islam. Esta discusión incluía cuestiones de teología con graves y serias consecuencias en el campo político referentes a la autoridad relativa de los califas y los estudiosos de la religión (ulemas). Aunque ha prevalecido la consideración del Corán como algo no creado, los chiítas se han opuesto a ella. Estas divergencias han llevado a que tanto reformistas como fundamentalistas interpreten el texto de manera partidista, de modo que éste se amolde adecuadamente a sus (en muchas ocasiones) contradictorios puntos de vista. Dentro de las corrientes interpretativas no faltan quienes llegan a afirmar que el Corán se ajusta a muchas de las ideas que defiende la ciencia moderna, e incluso a asegurar que en realidad las predice. La misma naturaleza oscura del texto coránico propicia, sin duda, la aparición de este tipo de interpretaciones tan distintas, divergentes y, a menudo, contradictorias.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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