Gabriel Marcel
(París, 1889-1973) Filósofo francés de origen judío, uno de los mayores representantes de la corriente del existencialismo cristiano que se desarrolló paralelamente al existencialismo "ateo" de Jean-Paul Sartre.
Gabriel Marcel
Gabriel Marcel se convirtió al catolicismo en 1929, y fue profesor en la École Normal Supérieure de París y en varios institutos franceses y de otros países. Además de su obra filosófica, hay que mencionar su actividad como crítico teatral para Les Nouvelles Littéraires y sus obras dramáticas, como Un hombre de Dios (Un homme de Dieu, 1925). Otras obras suyas dignas de mención son Diario metafísico (Journal métaphysique, 1927, 1935), Ser y tener (Être et avoir, 1935); Du refus à l'invocation (1940); Homo viator (1944); El misterio del ser (Le mysthère de l'être, 2 vol. 1951); Le déclin de la sagesse (1954); En chemin, vers quel éveil (1971), Percées vers un ailleurs (1973), La Capilla ardiente y El mundo quebrado.
En su pensamiento se hace sentir la doble influencia de Henri Bergson y del pensamiento idealista angloamericano, sobre todo por lo que se refiere a la enseñanza ética y religiosa de Francis Herbert Bradley y Josiah Royce. Defendió el primado de la filosofía del conocimiento, y afirmó que la metafísica no debe degradar el misterio ontológico a problema sino reconocerlo como tal. Su pensamiento es esencialmente una filosofía de lo indemostrable, una exploración de los elementos de la realidad que no se pueden aprehender mediante el conocimiento objetivo.
En el plano metodológico, distingue entre una primera reflexión, que crea espontáneamente los conceptos y los juicios de valor que se encuentran en la base de la representación habitual del mundo exterior, y una segunda reflexión que, analizando la primera, descubre sus contradicciones y distorsiones. De esta forma, suscita en nosotros un conocimiento más auténtico de la propia experiencia y de sus implicaciones.
Esta "reflexión a la segunda potencia" conduce a la percepción de la inmediatez que, según el autor, es al mismo tiempo conocimiento y ser. La diferencia entre "problema" y "misterio" consiste en que el primero se caracteriza por estar totalmente delante del sujeto, permitiendo distinguir entre el sujeto y el objeto, mientras que el misterio, por el contrario, es algo en lo que el yo se encuentra inmerso y comprometido, donde es abolido el límite entre el yo y lo otro. Por lo tanto, el conocimiento implica al propio ser, es interior, y constituye a su vez un misterio que la metafísica deberá reconocer.
La fenomenología del misterio del ser, que el autor describió en sus manifestaciones fundamentales (la fidelidad, el amor, la esperanza, la familia) entra directamente en contraposición con el planteamiento posesivo y utilitarista propio de la época contemporánea, que se resume con el término "tener". La lucha contra este "esprit de l'avoir" es esencial para construir la verdadera posibilidad de la revelación del ser.
Por lo que se refiere a la reflexión sobre la noción de verdad, reconoció la influencia del pensamiento de Heidegger. La verdad, opuesta a la objetividad como simple verificación, es la forma que adquiere la llamada del ser y la respuesta que le da el sujeto. El último período de su especulación filosófica se caracteriza por su crítica a la categoría de utilidad y por el acercamiento de la filosofía al plano de la sabiduría.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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