Alfred Kubin
(Litomericz, 1887 - Zwickledt, 1959) Dibujante, ilustrador y escritor austríaco. Estudió en Salzburgo, en Klagenfurth y en Munich y en 1905 vivió en Italia y en París, donde Odilon Redon influyó en su adhesión al simbolismo. Su obra, repleta de visiones fantásticas y oníricas y marcada por su carácter sarcástico y macabro, está constituida, sobre todo, por dibujos a pluma y por grabados (Danza macabra, 1918). Su narrativa está íntimamente relacionada con su producción gráfica; el título más significativo, que influyó en El castillo de Kafka, es La otra parte (1909).
Alfred Kubin
Dedicado en su adolescencia a la fotografía, Alfred Kubin profundizó en su preparación inscribiéndose en la Academia de Artes Aplicadas de Salzburgo en 1898 y, más tarde, en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Decisivos para su formación fueron también los viajes a Europa Central y a los Balcanes, realizados entre 1905 y 1909, en los que conoció a diversos artistas como Edvard Munch y Paul Klee.
En Múnich, donde se estableció en 1906, colaboró como ilustrador para la editorial de Georg Müller, que publicaba una colección de libros fantásticos y de terror con obras de autores como Edgar Allan Poe, Auguste Villiers de l'Isle-Adam y Gustav Meyrink. En la época anterior a la Primera Guerra Mundial esta clase de literatura de terror, que recogía la herencia de varios filones ocultos, místicos y esotéricos, representó un fenómeno importante en el plano cultural. Es indudable que Alfred Kubin, al ilustrar estas obras, recogió sugerencias para su propia inspiración literaria.
Precisamente su única novela, La otra parte (1909, a veces traducida como El otro lado), se sitúa en el ámbito del gusto y de los temas esotéricos. La obra, publicada con dibujos del propio Kubin, fue prontamente olvidada por sus contemporáneos, pero decenios más tarde despertó un renovado interés. El libro está dedicado en su totalidad a la elaboración de una utopía negativa: «la otra parte», o sea, el reino de lo posible, lo inefable o el sueño, no logrará eludir la inevitable disolución. El narrador ficticio, designado como K., acepta la invitación de Patera, un viejo compañero de colegio, para ir a vivir al reino de los sueños creado por él en no se sabe qué lugar del corazón de Asia; el reino tiene como capital la ciudad de Perle, siniestra en su fealdad, en las legislaciones que la rigen y en la omnipresencia de su gobernador, que es el mismo Patera. Allí permanece el narrador tres años terribles, hasta que el reino de los sueños es destruido; siendo él uno de los pocos supervivientes, puede describir lo ocurrido.
En el epílogo, K. intenta indagar los motivos de esta fatal aniquilación en la compleja dinámica que regula la relación contrastada entre voluntad de vivir y deseo de morir. Aunque dotada de momentos de gran intensidad, la novela, abrumada por un excesivo eclecticismo, no mantiene un nivel unitario. En esta obra se inspiraron Meyrink y todo el surrealismo, y especialmente el Kafka de El proceso y El castillo, cuyas jerarquías de jueces y funcionarios son para el protagonista tan irreales e inalcanzables como el gobierno de Patera en el reino de los sueños. Los escritos autobiográficos de Alfred Kubin merecieron menor atención: Aventuras de una pluma de dibujo (1941) y Demonios y visiones nocturnas (1959).
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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