El software
En su acepción más usual, el término software designa el conjunto de programas (sistema operativo y aplicaciones específicas) que permite al usuario interactuar con un ordenador o computadora y efectuar las tareas que se haya propuesto. El constante trato con los ordenadores nos ha familiarizado con el concepto de aplicación o programa: según lo que queramos hacer, tenemos que acudir a uno u otro programa. Para redactar un informe necesitamos un procesador de texto como Microsoft Word; para consultar un artículo de la Wikipedia, un navegador de Internet, como Google Chrome, Mozilla Firefox, Internet Explorer o Safari; para pasar un rato entretenido, abriremos nuestro juego favorito.
Junto a los múltiples programas o aplicaciones que empleamos con finalidades diversas, existe un tipo muy especial de programa, sin el cual la computadora ni siquiera llegaría a funcionar: el sistema operativo, que actúa como intermediario entre los programas y la máquina. El más difundido es Windows, pero existen otros, como macOS (habitualmente en los ordenadores de Apple) o los sistemas GNU/Linux. Al encender el ordenador, tras un minuto o más de espera, el sistema operativo se carga automáticamente en la memoria RAM o volátil; finalizada la carga, se muestra en la pantalla un escritorio o interfaz desde la cual podemos, pulsando con el ratón, abrir el programa con el que vamos a trabajar.
En la terminología informática, software es un concepto contrario y complementario a hardware. Se llama hardware al conjunto de dispositivos electrónicos interconectados que componen el ordenador o computadora; la placa base, el procesador, la memoria RAM, el disco duro y los periféricos de entrada o salida (teclado, pantalla), por citar los más importantes. El hardware o parte física del ordenador es como un cuerpo sin vida sin el software; sin un sistema operativo instalado, al encenderlo no veríamos más que un mensaje de error; con un sistema operativo y ningún programa, no podríamos efectuar ninguna tarea concreta.
Entendido como opuesto al hardware, el concepto de software tiene un significado más amplio. Si el hardware es la parte física de la computadora, el software es su parte lógica, es decir, la responsable de que la máquina procese y presente resultados a partir de los datos e instrucciones recibidas. El sistema operativo y las aplicaciones cumplen esta función, pero además de estos programas que deliberadamente abrimos y utilizamos, constantemente se ejecutan otros procesos y servicios cuya actividad nos pasa inadvertida y que, junto con los datos que introducimos o los previamente almacenados, forman también parte del software en el sentido amplio del término.
Tipos de software
De la acepción más usual y restringida de software, que adoptamos con propósitos divulgativos, se desprende de inmediato que existen al menos dos clases fundamentales de software. En primer lugar, el software de base o de sistema, grupo al que pertenece el sistema operativo, imprescindible para que el ordenador funcione. En segundo lugar, el software de aplicación, diseñado para efectuar tareas concretas y que precisa del sistema operativo para funcionar; en este grupo se incluyen todos los programas y aplicaciones que manejamos cotidianamente. Con frecuencia se añade en un tercer grupo el software de programación, o sea, el empleado por los programadores para modificar o crear nuevos programas; aunque son menos complejos que antaño, siguen requiriendo una formación previa de la que carecen los usuarios comunes.
Software de base
El sistema operativo es el protagonista de este grupo. Como ya se ha indicado, al encender la computadora se carga automáticamente el sistema operativo que tenemos instalado (Windows, macOS o una distribución GNU/Linux); sin un sistema instalado, el ordenador ni siquiera podría arrancar. Completada la carga, el sistema operativo muestra en pantalla una interfaz gráfica (escritorio, iconos) desde la que podemos abrir los programas o efectuar otras tareas, como acceder a los archivos guardados, instalar un nuevo programa o dispositivo o personalizar el aspecto del escritorio.
Suelen incluirse en el software de base las utilidades, pequeños programas de mantenimiento o diagnóstico que amplían o complementan las funciones de algunas herramientas que los sistema operativos actuales suelen ya incorporar, como por ejemplo las aplicaciones para efectuar copias de seguridad de los archivos de usuario o de todo el sistema.
Software de productividad
Los innumerables programas que constituyen el software de aplicación, diseñados con las más variadas finalidades, pueden agruparse en cuatro áreas: el software de productividad, el software de creatividad, el software de comunicaciones e Internet y los juegos.
Si bien los continuos avances que ha experimentado la computación han convertido las computadoras en máquinas recreativas y en potentes puertos de comunicaciones, su principal finalidad es la mejora de la productividad. Mediante el uso de computadoras podemos redactar documentos a los que aplicar posteriormente filtros gráficos que mejoren su apariencia, realizar complejos cálculos de manera automática e integrarlos en la estructura de una hoja de cálculo o bien organizar un inventario de elementos en una base de datos repleta de interconexiones. Estas son sólo algunas de las acciones que podemos acometer de forma fácil e intuitiva mediante el uso de los programas de productividad.
Dado el enorme avance de la computación en los últimos tiempos, especialmente en su vertiente doméstica, el uso de estos programas de productividad abarca toda clase de ámbitos, desde la realización de sencillos trabajos escolares a la presentación de complejos informes de las más diversas disciplinas profesionales. Es por ello que una de las principales consignas de sus programadores ha sido la de crear aplicaciones de fácil manejo pero que incorporan a la vez opciones avanzadas para satisfacer las necesidades de los usuarios más exigentes.
Las principales aplicaciones para uso diario en casa o en la oficina son los procesadores de texto, las hojas de cálculo y las bases de datos. Estas aplicaciones nos permiten escribir, calcular y gestionar información, respectivamente. Microsoft Office es una suite (conjunto de aplicaciones o programas) que integra un procesador (Word), una hoja de cálculo (Excel) y una base de datos (Access). Además contiene otras aplicaciones, no tan básicas, como un creador de páginas web (Front Page), una agenda (Outlook) o un gestor de presentaciones audiovisuales (Power Point).
Los procesadores de texto
Los sistemas tradicionales de escritura de documentos, tales como la máquina de escribir, han sido desbancados por los programas informáticos de proceso de textos. Estas herramientas ofrecen innumerables ventajas frente a los arcaicos sistemas de mecanografiado, principalmente la posibilidad de introducir correcciones sobre un texto ya redactado antes de su envío a la impresora (así como su sucesiva actualización sin necesidad de borrones) y las completas opciones de formateo del texto (desde la tipografía hasta el color e interlineado de la misma, pasando por la introducción de imágenes y gráficos en un documento).
Microsoft Word se ha convertido en el más habitual de los programas de procesamiento de textos. La pantalla principal de Microsoft Word, al igual que el resto de la práctica totalidad de programas de productividad, aparece subdividida en diferentes áreas en las cuales figuran los controles que nos permiten editar nuestro documento agrupados en función de su utilidad. Así, bajo los menús, encontramos dos barras de herramientas, la estándar y la de formato y, por debajo de éstas, una regla que mide la sección horizontal del documento en curso en la que aparecen marcados los márgenes y tabulaciones del mismo.
Tras este primer grupo de controles puede observarse la franja de pantalla que sirve de área de trabajo, en la que aparece el documento y sobre la cual podemos aplicar diferentes grados de zoom y distintos tipos de visualización. Esta franja cuenta, asimismo, con una regla vertical a su izquierda y con una barra de desplazamiento a su derecha que, además de permitir un desplegamiento vertical, cuenta con botones que facilitan la navegación de página en página. Por último, y a menos que tengamos configuradas otras barras en la configuración por defecto de pantalla, como la barra de dibujo, aparece la barra de estado, que nos muestra en todo momento el punto en el que nos encontramos a nivel de documento y de página en curso, además de mostrar otras informaciones útiles, como el idioma para el cual está configurado el texto en el que estamos trabajando.
La disposición de los menús y las funciones agrupadas en los mismos ha tendido a homogeneizarse, de forma que la familiaridad con cualquier programa permite intuir donde se hallarán las opciones deseadas en programas diseñados para finalidades distintas, facilitando su manejo. En Word, el menú Archivo engloba todas las funciones referentes a la gestión de los documentos tales como la creación, apertura, cierre y envío a impresora de un texto. El menú Edición agrupa las funciones de cortado, copiado y pegado de texto, además de las herramientas de selección, búsqueda y reemplazo, entre otras. El menú Insertar permite la introducción de elementos especiales en nuestro documento tales como símbolos no accesibles a través del teclado o bien imágenes, e incorpora funciones tan útiles como la numeración de páginas.
El menú Formato, como su propio nombre indica, compila todas las funciones referentes al formateo de texto, desde la fuente o el color del mismo, a la disposición de los párrafos, las columnas o los interlineados. El menú Herramientas cuenta con una serie de funciones heterogéneas para el tratamiento del documento, desde las referentes a la revisión ortográfica, hasta el editor de macros o el contador de caracteres, pasando por una serie de herramientas de conversión que permiten una rica interacción entre los distintos programas de la suite de Microsoft Office. El menú Tabla engloba todas las operaciones aplicables sobre una tabla, desde las referentes a su creación y posterior formateo, su criterio de ordenación y el retoque de la misma hasta la ordenación alfabética de un texto. Por último, los menús de Ventana y Ayuda permiten, respectivamente, recorrer los distintos documentos activos en un determinado momento y acceder a las distintas clases de ayuda que nos ofrece el programa.
De las dos barras de herramientas que se muestran por defecto (es posible activar las restantes), la barra Estándar presenta los controles más básicos para el manejo de documentos, tales como crear, abrir o guardar un texto, o las opciones de impresión, vista preliminar y corrección ortográfica del mismo. Permite, asimismo, cortar, copiar o pegar zonas de texto, deshacer o rehacer las diferentes acciones practicadas sobre un documento o manipular el porcentaje de zoom de la vista en pantalla, entre otras funciones. La barra de Formato, como su nombre indica, permite modificar diferentes parámetros referentes al diseño de un documento; los controles más relevantes son aquellos que permiten la modificación del tipo de párrafo, de la tipografía o del tamaño y efecto de la misma. También permite al usuario justificar el texto, numerar sus diferentes párrafos o bien introducir sangrías que lo hagan más inteligible.
Las hojas de cálculo
El cálculo matemático ha sido una de las disciplinas ante las cuales el hombre ha sentido la necesidad de abastecerse de tecnologías que facilitasen su resolución y, ya desde la antigüedad, instrumentos como el ábaco han ido restando complejidad al acto de "hacer cuentas", elemento crucial en la conformación de las sociedades modernas. Las hojas de cálculo, al permitir una serie de relaciones lógicas entre cifras según las cuales la disminución o aumento de un valor provoca la variación automática de otros valores a él subordinados, es el paso decisivo en favor de la simplificación de la matemática contable.
A través de un lenguaje simple que permite la fácil introducción de fórmulas y funciones, programas como Microsoft Excel convierten la tarea de llevar al día la contabilidad de un negocio o bien el recuento de un stock en un verdadero juego de niños. Una hoja de cálculo de Microsoft Excel está formada por una o más cuadrículas de extensión agrupadas en un libro, de modo que puedan englobarse distintas tablas referentes a un mismo asunto en un solo archivo.
Cada hoja de nuestro libro es accesible a través de las pestañas situadas en la parte inferior izquierda de la pantalla, justo encima de la barra de estado. Podemos nombrar las distintas hojas o bien añadir hojas nuevas mediante la pulsación del botón derecho del ratón sobre una de las pestañas existentes, que despliega un sencillo menú contextual. Una vez decidida la estructura de hojas de nuestro libro, podemos proceder al rellenado de la cuadrícula de cada una de las mismas. Pulsando sobre una casilla cualquiera podemos teclear un valor numérico o bien una cadena de texto. A continuación, y al igual que ocurría con Word, con la barra de formato podemos moldear esta información.
Pero la verdadera utilidad de una hoja de cálculo no radica en la posibilidad de plasmar en formato tabla una serie de datos y cifras, sino en la capacidad del programa de hacer cálculos que relacionen estas cifras y de que estas fórmulas se muestren sensibles a la modificación de los valores de los que parten. Esto se consigue gracias a la introducción de funciones, accesible a través de la opción "Función..." del menú Insertar o bien por medio del icono de función de la barra estándar.
Estos parámetros dan paso a un cuadro de diálogo en el que se pide al usuario que escoja qué tipo de cálculo desea realizar entre un extenso inventario de operaciones matemáticas. Una vez decidido, un segundo cuadro nos permite introducir que tipo de intervalo de celdas van a estar envueltas en la operación matemática, dándonos también la posibilidad de marcar por medio del ratón de qué celdas de la cuadrícula se trata.
Las fórmulas pueden introducirse asimismo de forma manual en los campos en los que deben figurar sus resultados, tecleando en los mismos la fórmula a realizar precedida por el símbolo igual (por ejemplo, para sumar los valores de las celdas A4 y A5 y que el resultado figure en la celda A6, deberíamos teclear en esta última celda = A4 + A5).
Las bases de datos
Los programas de gestión de bases de datos, con Microsoft Access como claro estándar, permiten la gestión de amplios listados de datos agrupados en categorías interconectadas y ordenables por diversos criterios. La fuenteprincipal a partir de la cual se vertebra una base de datos es una o varias relaciones entre elementos, o lo que es lo mismo, uno o varios listados que vinculen dos o más clases de datos. Un ejemplo sería un listín telefónico: nombre y apellidos del abonado, dirección, ciudad, provincia y número de teléfono, que podríamos ordenar por provincias o ciudades o por el primer apellido del abonado. Por ello el requisito principal para la constitución de una base de datos, y su elemento indispensable, es la tabla.
Una vez introducidas en el programa una o más tablas (de forma manual o bien importando una tabla desde otro programa de la suite de Office), podemos modificar los criterios de ordenación de sus campos y la cantidad de los mismos que deseamos que aparezcan en pantalla creando una consulta. Esta función es también útil para conectar entre sí dos o más tablas con algún dato en común.
Establecidas estas relaciones y determinados los órdenes por los que se regirá la información, podemos conseguir vistosas presentaciones de informes para impresora, o bien crear páginas intuitivas para la introducción de nuevos registros o modificación de los registros existentes por medio de los denominados formularios.
Las tablas, consultas, informes y formularios, junto con las macros y los módulos (que sirven, respectivamente, para englobar una serie de procedimientos avanzados en una única acción y para la incorporación de instrucciones en lenguaje Visual Basic) constituyen los medios que permitirán obtener el mayor rendimiento de una base de datos.
Otros programas de productividad
Si bien los procesadores de textos, las hojas de cálculo y las bases de datos son, sin lugar a dudas, las tres aplicaciones informáticas de uso más frecuente, otros muchos programas facilitan los más diversos trabajos. La misma suite Microsoft Office, que incorpora Word, Excel y Access, incluye por ejemplo los programas Microsoft PowerPoint y Outlook. PowerPoint sirve para realizar vistosas presentaciones como si de una sucesión de diapositivas se tratara, pero con la ventaja de poder incorporar animaciones o sonidos que hacen más amenas las presentaciones. Outlook, por su parte, es un completo software de agenda que integra un calendario, un directorio de direcciones y un cliente de correo electrónico.
Software de creatividad
A este grupo, denominado a veces software multimedia, pertenecen numerosos programas orientados al diseño y a la producción de gráficos, audio y vídeo digital. Si bien algunas de las aplicaciones de las que hablaremos a continuación son de uso frecuente en distintos ámbitos profesionales, la existencia de versiones domésticas de dichos programas o la posibilidad de trabajar con esas mismas aplicaciones a nivel de usuario las convierten en perfectos complementos para convertir nuestra computadora en un potente terminal de creatividad. Y es que la manipulación computacional de imágenes, sonidos o vídeos nos da la posibilidad de convertirnos, por unas horas, en montadores de cine, fotógrafos o figuras del rock.
La mejora sustancial en el hardware de los equipos domésticos ha reducido la distancia entre las supercomputadoras y los equipos comerciales, lo que ha permitido a los diseñadores de programas de creatividad poner a disposición de usuarios medios aplicaciones de enorme potencia. Esto hace que, por ejemplo, un director de cine novel pueda, por medio de una cámara digital y un programa de edición de vídeo, montar sus propias filmaciones con una calidad prácticamente profesional.
Retoque de imágenes y diseño gráfico
Los programas de retoque fotográfico nos permiten trabajar sobre fotografías almacenadas en nuestra computadora, ya sean provenientes de una cámara digital, de una foto en papel escaneada o de una página de Internet. Adobe Photoshop es la suite gráfica más utilizada en todo el mundo, no sólo en los ámbitos profesionales del diseño y el retoque fotográfico, sino probablemente también a nivel de usuario. A ello contribuye la que es sin duda una de sus principales prestaciones: la simpleza aparente de su entorno, en el cual todas las herramientas son accesibles a través de un par de pulsaciones con el ratón.
La barra de menús de Adobe Photoshop incorpora por un lado la serie de funciones generales esperables en cualquier programa, como las contenidas en el menú Archivo, que nos permite la gestión de documentos, o las del menú Editar, que habilita el recorte, copiado y pegado de zonas de una imagen o bien de imágenes completas. De las opciones específicas cabe destacar el completo inventario de filtros para el retoque gráfico accesibles a través del menú Filtro, o el control que podemos ejercer sobre las capas que conforman el documento en curso por medio del menú Capas.
En el área de trabajo pueden mantenerse abiertas en diversas ventanas varias imágenes a la vez, y también crear una imagen en blanco o lienzo sobre el que pueden dibujarse o pegarse elementos externos en distintas capas. El cuadro de Herramientas, ubicado por defecto a la izquierda de la pantalla, contiene accesos rápidos a las herramientas de uso más frecuente destinadas a la selección, coloreado y edición de imágenes, e incorpora cuadros de color frontal y de fondo y herramientas básicas de visualización. Los iconos que cuentan con un pequeño triángulo en su esquina inferior derecha ofrecen, al mantener sobre ellos la pulsación del ratón durante unos segundos, menús desplegables ocultos. La paleta de opciones, sensible a la herramienta que estemos utilizando en un momento determinado, se sitúa bajo los menús, mientras que los paneles flotantes de la derecha agrupan herramientas destinadas a procesos avanzados tales como el tratado de la imagen por capas.
La amplia gama de productos de la compañía Adobe tiene en Illustrator otra de sus aplicaciones más capaces, siendo éste un completo programa para la creación de dibujos y gráficos. Si bien se trata de un programa eminentemente profesional por la complejidad de su manejo, sus parámetros más elementales permiten a usuarios medios la confección de gráficos sencillos. La aplicación de diseño gráfico vectorial CorelDRAW, similar a Illustrator, es también muy utilizada por los profesionales del diseño.
Edición de audio
No son muchos los usuarios que se aventuran por el campo de la edición de audio y vídeo; la mayoría actúan como simples consumidores, limitando sus actividades a descargar canciones o películas por Internet, escuchar música en línea mediante programas como Spotify o ver vídeos en Youtube. Por lo que respecta al audio, programas como Sound Forge o Adobe Audition (antes Cool Edit) nos permiten ejercer un control total sobre nuestras muestras de audio, a las cuales podemos aplicar un sinfín de filtros o bien manipularlas como si de cadenas de texto se tratara.
Éstos y otros muchos programas pueden manejar diversas clases de archivos sonoros; para introducirse en este mundo, resulta recomendable conocer algunas características de los principales formatos. El formato MIDI (siglas de Musical Instruments Digital Interfaces) se caracteriza por su sistema de codificación, compuesto por una serie de instrucciones que se suceden a lo largo del tiempo dando paso a los instrumentos, modulándolos o haciéndoles tocar una determinada nota, por poner algunos ejemplos. Un secuenciador se encarga de enviar estas instrucciones a los distintos dispositivos a través de dieciséis canales de transmisión de datos, cada uno de los cuales está destinado, por lo general, a un instrumento.
Los archivos de sonido digital en formato WAV, por lo general de 16 bits y calidad homologable a la de un CD de audio, son de tamaño considerable; por esta razón están contraindicados para la transmisión de música a través de Internet. El formato MP3, traslación al ámbito del audio del formato gráfico JPG, permite un alto grado de compresión de las muestras de audio sin una excesiva pérdida de calidad. El escaso peso de los archivos encriptados en este formato (hasta diez veces inferior a muestras igual de extensas en WAV) lo convierte en el medio idóneo de difusión de archivos de sonido por Internet.
El enorme abanico de herramientas de retoque que ofrece y su compatibilidad con la práctica totalidad de tarjetas de sonido disponibles en el mercado convierten a Sound Forge, software creado por la compañía Sonic Foundry, en uno de los programas más utilizados y mejor valorados para tratamiento de muestras de audio por computadora. Sound Forge ofrece multitud de opciones de edición de muestras, desde las convencionales cortar, copiar y pegar hasta calados, superposiciones o fundidos, además de incorporar cientos de efectos especiales aplicables en tiempo real. Otras prestaciones son la posibilidad de coordinar el desarrollo de un archivo de vídeo con el de una pista de audio o el almacenaje de muestras en formato Real Audio o Windows Media, ideales para ofrecer contenidos en streaming a través de Internet.
En 2003, la compañía Adobe adquirió el otro gran clásico de la edición de audio, Cool Edit, que pasó entonces a llamarse Adobe Audition. Las últimas versiones de este completo y altamente intuitivo programa de retoque de audio, que con su arquitectura de 64 bits aprovechan al máximo las prestaciones de las avanzadas CPU's disponibles en el mercado, se utilizan con asiduidad en el ámbito de la producción y post producción de audio a nivel de usuario. Si bien su compatibilidad con los distintos formatos de audio de uso común es inferior a la de Sound Forge, ofrece interesantes prestaciones que contrarrestan este handicap, tales como la posibilidad de visualizar un archivo de audio en forma de espectrograma, la opción de retocar este mismo espectrograma o la más convencional visualización en forma de onda operando directamente sobre la misma con el ratón.
Edición de vídeo digital
A diferencia del ámbito del retoque fotográfico, y como ocurre con las aplicaciones de edición de audio, la manipulación de vídeo asistida por computadora no cuenta con referencias indiscutibles a nivel de software, y son muchos los programas que pugnan por liderar esta categoría. De nuevo Adobe es la empresa que se encuentra tras dos de los más firmes candidatos a encabezar este ranking: Adobe Premiere y Adobe After Effects.
Adobe Premiere es un programa destinado propiamente a la edición profesional de vídeo digital, si bien permite la manipulación de metraje analógico en caso de disponer el usuario del hardware necesario. Por sus estrictos requisitos de sistema (las últimas versiones suelen necesitar más memoria RAM de la que los equipos convencionales llevan de serie) y por su complicado manejo, no es una aplicación adecuada para usuarios domésticos. Aunque no se trata propiamente de una herramienta de edición de vídeo, Adobe After Effects sí que es un complemento ideal para aplicaciones de este tipo, al permitir la creación e inclusión de efectos visuales o animaciones en montajes de vídeo digital. Si bien los requisitos de sistema son igualmente considerables, After Effects es una herramienta más enfocada al usuario medio en comparación a Premiere.
En general, todos los editores son capaces de manejar una amplia variedad de formatos. Entre los más empleados figuran el formato MPEG (Motion Picture Expert Group, grupo de expertos en imágenes en movimiento), un sistema de compresión de audio y vídeo que reduce de forma sustancial el peso en memoria de las secuencias de vídeo. Existen dentro del mismo varios estándares con distintos anchos de banda destinados al muestreo de vídeos de diferentes resoluciones. El formato AVI (Audio Video Interleaved, audio y vídeo entrelazados) diseñado para el muestreo de vídeos de dimensiones reducidas, mientras que QuickTime (la extensión de sus archivos es MOV) es un formato multiplataforma (PC-Mac) que puede ofrecer vídeos de gran calidad.
Software de comunicaciones e Internet
El programa imprescindible para recorrer el inabarcable universo de Internet es el navegador. El más utilizado actualmente es Google Chrome, seguido a distancia de Internet Explorer (de Microsoft), Safari (Apple) y Mozilla Firefox, el único vinculado a una organización sin ánimo de lucro. Ya a mediados de la década de 1990, coincidiendo con la eclosión de la World Wide Web, la pugna por la supremacía en el campo de la navegación web abocó a Netscape Communications y a Microsoft a una lucha sin cuartel que se conoció como la «guerra de los navegadores».
La balanza se inclinó a favor de la poderosa compañía de Bill Gates, que decidió integrar Internet Explorer en la versión Windows 98 de su popular sistema operativo, pero la pesadez y deficiencias de este navegador allanaron al camino a Mozilla Firefox, muy popular en la década siguiente; posteriormente, Google aprovechó su posición dominante en Internet para lanzar Google Chrome (2008), que en pocos años pasó a liderar el ranking de los navegadores más empleados.
A diferencia de otros programas, que apenas si experimentan variaciones de una versión a la siguiente, los navegadores se han visto sometidos a un acelerado proceso de evolución y perfeccionamiento dictado por la misma naturaleza mutante del medio en que operan, Internet. Los primeros navegadores eran simples «clientes HTTP»: únicamente sabían dirigir solicitudes a los servidores bajo este protocolo y representar adecuadamente en la pantalla las páginas web recibidas, que no eran sino archivos de textos formateados mediante HTML (HiperText Markup Language). Hasta 1993 no apareció Mosaic, el primer navegador capaz de representar imágenes.
Pero desde entonces hasta nuestros días, el desarrollo de las tecnologías de servidor, el enriquecimiento del lenguaje HTML con módulos adicionales y las crecientes necesidades del medio han convertido a los navegadores en robustas herramientas capaces de penetrar en sitios web con funcionalidades ilimitadas: el comercio y la banca electrónica, la emisión en línea de música, series o película o las redes sociales ejemplifican las incontables aplicaciones y demandas a que los navegadores modernos han tenido que atender.
A lo largo de este proceso, los navegadores asumieron las funciones de otros programas que operaban bajo protocolos distintos, como los clientes de FTP para la descarga de archivos, las aplicaciones de correo electrónico (protocolos SMTP/POP) o las de chat (IRC). Muy pronto fue posible descargar ficheros desde el navegador, o crear una cuenta en sitios como Hotmail y consultar el correo electrónico desde el mismo navegador, o entrar en sitios web con chats creados en Java, sin necesidad de programas específicos.
A pesar de ello subsisten y siguen empleándose ciertos programas de comunicación directa entre usuarios, como Skype, una popular aplicación de videoconferencia que también corre el peligro de ser absorbida por iniciativas como Google Hangouts. En el ámbito de la telefonía móvil gozan de excelente salud los servicios de mensajería instantánea: aplicaciones como WhatsApp y LINE, herederas de los antiguos chats, cuentan actualmente con millones de usuarios.
Juegos
Resultaría erróneo suponer que los juegos, como software para el ocio, se desarrollaron con posterioridad a los programa «útiles»: desde la misma eclosión de la informática de consumo en los años 80 estuvieron presentes en todos los ordenadores personales y, a pesar de su simplicidad y deslucida apariencia, gozaron de inmediato de la predilección de los usuarios; tanto fue así que muy pronto los desarrolladores se afanaron en convertir aquellos rudimentarios entornos dibujados con cuadraditos en representaciones cada vez más realistas.
De este salto cualitativo fueron sin duda responsables directas las tarjetas gráficas aceleradoras 3D y las sucesivas generaciones de mandos para videojuegos, aunque para comprender esta evolución del ocio computacional también ha de tenerse en cuenta la pugna comercial entre los juegos para computadoras personales y los desarrollados para las consolas de videojuegos. En cualquier caso, los antiguos prejuicios respecto a los juegos de computadora, considerados durante mucho tiempo un entretenimiento poco estimulante y exclusivamente dirigido al público infantil, acabaron siendo arrinconados ante una constantemente renovada oferta de espectaculares juegos para un público adolescente o directamente adulto.
El gran realismo que han alcanzado muchos de ellos gracias a las tecnologías de aceleración gráfica o bien la posibilidad de jugar a través de la Red con jugadores de todos los puntos del planeta ha potenciado una industria millonaria que ofrece títulos cada vez más perfectos y adictivos. Si bien estas tecnologías punteras han ido difuminando los límites de las distintas categorías de juegos, todavía es posible mantener una clasificación bastante consensuada de los tipos de juegos para computadora.
Arcade
Su denominador común es que el jugador ha de superar una serie de pruebas en diferentes pantallas o situaciones. En los arcades de plataformas, el jugador suele encarnar a un personaje sobre el que ejerce un control en tercera persona. Este personaje deberá recorrer una serie de pantallas, normalmente en un scroll horizontal y jerarquizadas por distintos niveles de dificultad, esquivando toda clase de obstáculos. Las aventuras de SuperMario son un buen ejemplo de este tipo de juegos.
Los arcades de acción se caracterizan por situarse en un contexto ficticio que asociamos con las películas del mismo tipo. Para avanzar en el juego, sin embargo, el jugador toma el control de un personaje en primera persona a través de un entorno tridimensional, de tal modo que la pantalla devuelve lo que el protagonista del juego está viendo en cada momento. Algunos arcades de acción resultan muy violentos; de hecho lo era ya el clásico Wolfenstein (1992), uno de los pioneros del género, en el que el objetivo era escapar de una prisión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
Deportivos
Aparte de los simuladores de los deportes de mayor aceptación popular, tales como el fútbol o el baloncesto, existe una variada gama de juegos basados en disciplinas deportivas menos prototípicas, tales como el tenis, el béisbol, el golf, los deportes de nieve o el atletismo.
Estrategia
Es sin duda una de las categorías más heterogéneas y en la cual los creativos tienen un mayor margen de acción. En este tipo de juegos el jugador suele hacerse cargo del control de una estructura compleja, sea ésta un ejército, una empresa de transportes o una nación entera. El programa permite la gestión de los distintos aspectos de dicha estructura, desde el pago de salarios en el caso de una simulación empresarial a la construcción de edificaciones o equipamiento de tropas en el caso de las simulaciones bélicas.
Los juegos de estrategia suelen clasificarse en dos categorías principales: los juegos por turnos y los juegos en tiempo real. Los primeros son aquellos en los que tomamos una serie de decisiones con el tiempo virtualmente "congelado" y luego nuestro contrincante (la computadora o bien otros jugadores reales conectados en red) hace lo mismo, procediéndose a continuación a una reactivación de la línea temporal, tras la cual las acciones planeadas se ejecutan. En los juegos de estrategia en tiempo real, por el contrario, la línea temporal no se detiene y, simultáneamente a nuestras acciones, nuestros oponentes están tomando las suyas en pro de la victoria final.
Simuladores
Si bien algunos programas que se encuadran en esta categoría podrían figurar también en la de juegos deportivos, se suele hacer una distinción especial para los simuladores de pilotaje de vehículos por entenderse que tales juegos no contemplan únicamente las disciplinas deportivas de motor, sino la conducción de los más variados aparatos en contextos no necesariamente competitivos.
Es el caso de los simuladores de vuelo en los que el jugador se pone a los mandos de un avión de pasajeros o bien de mercancías, o aquellos juegos en los cuales se controla un coche con objetivos tan dispares como llevar paquetes a toda velocidad de un extremo a otro de una ciudad imaginaria, o bien atropellar a incautos peatones para acumular puntos. Esta última era precisamente la premisa de uno de los juegos más controvertidos de los 90, Carmageddon, publicado por la compañía Interplay en 1997. Carmageddon generó una gran polémica por su violencia explícita y gratuita, llegando a ser retirado de numerosos puntos de venta.
Rol o RPG
En los juegos de rol convencionales, una persona hace las funciones de director de juego y el resto encarnan a diferentes personajes en un contexto imaginario, en el cual las situaciones que se presentan se van resolviendo por medio de tiradas de dados. En sus versiones para ordenador suelen tener una apariencia similar a los arcades de acción, si bien en los juegos de rol (también llamados RPG, siglas de Role Playing Games) se pone más énfasis en la resolución de las distintas situaciones a través del ingenio. Suelen desarrollarse en escenarios verdaderamente laberínticos en los cuales el protagonista se guía gracias a un mapa.
Aventuras gráficas
Sucesoras naturales de las aventuras conversacionales, primigenios juegos informáticos en los cuales la acción se desarrollaba a través de un texto sobre el cual el jugador interactuaba tecleando determinadas instrucciones, las aventuras gráficas permiten al jugador sumergirse en el guión de una película. Controlando a uno o a varios personajes, a los cuales se les pueden dar las más diversas órdenes, en las aventuras gráficas es primordial la interacción con los personajes secundarios y la búsqueda infatigable de pistas que hagan avanzar la trama. Son habituales las adaptaciones de películas a este formato, que se caracteriza por su riqueza gráfica y su extraordinaria interactividad.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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