Ubú rey

Estrenado en 1896 y publicado en 1900 junto con Ubú encadenado, este drama de Alfred Jarry es una visión escénica descarada y abiertamente satírica de las mentiras de la edad moderna, aunque el argumento se desarrolla en un mundo lejano y por completo extraño a la civilización actual. El protagonista, Ubú, es un capitán de dragones del rey Wenceslao de Polonia. Por inspiración de su mujer, grotesca parodia de Lady Macbeth, Ubú se deja tentar por la ambición del trono; durante una parada militar mata, con los conjurados, al soberano y a dos de sus hijos, en tanto que el príncipe heredero y su madre huyen y se refugian en una caverna.


El rey Ubú según un dibujo de Alfred Jarry

Una vez proclamado rey, Ubú trata de sacar dinero de todas partes; despoja y mata a nobles y magistrados, impone contribuciones excesivas a los campesinos y concede al pueblo alguna dádiva de tanto en tanto para evitar disturbios. Nace, a pesar de todo, un vivo descontento, y el improvisado soberano busca el remedio con locas medidas. Estalla entre tanto la guerra con Rusia; luego asciende al trono el hijo de Wenceslao, y Ubú, tras varias peripecias, se escapa, con el propósito de hallar en otros horizontes nuevas oportunidades para detentar el poder.

Grosera marioneta simbólica, Ubú es mucho menos y mucho más que un personaje. Su brutalidad, su crueldad, el lenguaje absurdo y vulgar que refleja su incontinencia, encierran la parodia de todas las instituciones y de todos los regímenes, en una anárquica y despiadada negación. Rey de Polonia a consecuencia de un homicidio, Ubú es a la vez sanguinario y demagogo: desposee y da muerte a los nobles y abruma a campesinos y propietarios con rapaces impuestos que él mismo percibe, identificándose con el Estado. Pero este vanidoso monarca de palo se muestra cobarde en la guerra y huye: nada retrata mejor su carácter que la escena en que, acurrucado en un refugio, reza el Padrenuestro, mientras sus compañeros de destierro pelean con un oso.

Si por un lado representa el lado negativo de la humanidad (la ambición, la codicia, la maldad, la estulticia), por otro el rey Ubú es también el insulto que Jarry lanza a una sociedad absurda. Cuando confisca todos los bienes de los nobles, es rastrero, pero sus víctimas lo son tanto como él; ni los nobles ni los magistrados merecen que se llore por su suerte; son tan estúpidos como su tirano y, probablemente, han llegado al rango que ocupan valiéndose de métodos que, simbólicamente, son los del propio Ubú.

El pueblo es todavía más estúpido y despreciable: obedece y aplaude por temor, por ignorancia o por costumbre. Sólo cuando Ubú con su "carrito de phynanzas" viene a cobrar sus impuestos y se saben sus intenciones ("Con este sistema, haré rápidamente fortuna, y entonces mataré a todo el mundo y me iré"), los campesinos se sublevan y aclaman de nuevo como rey a Bougrelas. El miedo le hace huir, pero Ubú sabe transformar sus defectos en victorias y se promete a sí mismo ir a reinar a otro sitio. En el navío que lo lleva, con Madre Ubú, hacia nuevas hazañas, siente la necesidad de dirigir la maniobra, a riesgo de naufragar.


Representación moderna de Ubú rey

El carácter cómico de Ubú se desenvuelve con renovada vivacidad en una especie de continuación, Ubú encadenado, compuesta en 1889; pero la acción escénica está dirigida en este drama siguiendo una inspiración fantástica que resultaría incomprensible si el interés de la obra no residiera en la sátira de los acontecimientos singulares y en el diálogo. El pobre Ubú, rey sin corona, llega al país de los Hombres Libres, y para encontrar fortuna de manera original, quiere hacer de esclavo, de limpiabotas.

Por el ansia de dinero asalta a unos paseantes, y aunque las víctimas no le acusen, resulta condenado a prisión. Ubú ha caído en un pueblo bien extraño: cada cual es libre de hacer lo que le place (es famoso el episodio de los Tres Hombres Libres que, haciendo la instrucción militar en la plaza de armas, quieren hacerla cada uno a su manera), y, si quiere, puede hasta escoger la prisión que más le acomode. Así ocurre. En tanto que Ubú es conducido a las galeras turcas, varios hombres libres se dirigen en masa al Sultán a quien deben ser entregados. Y con un himno pintoresco a Ubú, siempre considerado como rey, termina la comedia entre chistes de todo género.

De este modo queda patente la crítica al orden democrático, de modo análogo a como en el drama Ubú rey se criticaban los gobiernos absolutos. Aquel mismo Ubú que con sanguinario y codicioso ímpetu torturaba al prójimo, en la república democrática se presta voluntariamente a ser esclavo, e incluso llega a cometer crímenes para poder ser, en un país donde la esclavitud no existe, un siervo íntegro y ejemplar. Los supremos ideales son ahora la cárcel, la deportación y los grilletes, que Ubú anhela con toda su alma, como realización de aquella esclavitud que constituye el polo opuesto a su anterior poder sin límites.

El personaje, en sus distintos aspectos, se enriquece así hasta convertirse en un símbolo de los contrapuestos elementos que componen el alma humana (vileza, cobardía, orgullo, aborregada sumisión), aunciando el triunfal advenimiento de la estupidez en el monótono escenario del mundo. En ambas atrevidas realizaciones escénicas se ve cómo la jocundidad expresiva de Jarry halla motivo de continuas efusiones en los diálogos traviesos, en las palabras equívocas y en las situaciones paradójicas de los personajes; pero, sobre todo, las obras se inspiran, desde el punto de vista escénico, en una experiencia de tipo simbolista para subrayar con la continua sátira la movilidad de una fantasía cómica.

Merced a tal carácter de absoluta independencia de la tradición teatral y literaria, ambas piezas tuvieron gran importancia polémica en el arte novecentista; Ubú rey, musicado en algunas de sus partes por Claude Terrasse, logró a menudo la comicidad más inconsiderada y monstruosa, como en la arlequinada final de la "Chanson du décervelage". El motivo cómico, base de esta obra, sirvió también a Jarry para componer el Pequeño almanaque de Ubú (Petit almanach du père Ubu) y el Almanaque de Ubú para el siglo XX (Almanach du père Ubu pour le XX siècle).

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].