Narraciones extraordinarias

Con este título y también con el de Historias extraordinarias son conocidos los relatos del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, que, publicados originariamente en diferentes revistas, fueron después reunidos en dos volúmenes: Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (Tales of the Grotesque and Arabesque, Filadelfia, 1840) y Cuentos (Tales, Nueva York, 1845). Traducidos por Baudelaire después de 1848 y presentados al público francés bajo el título de Histoires extraordinaires y Nouvelles histoires extraordinaires, muy pronto se hicieron universalmente famosos.

Poe pertenece, con Hawthorne y Melville, a aquel período de la literatura norteamericana situado entre 1840 y la guerra de Secesión, en el que el espíritu del país buscaba e intentaba abrirse paso y transformar la experiencia en expresión, mediante la evasión, el dolor y la inquietud. De los tres, Poe es el que posee indudablemente un temperamento más turbulento y morboso: soñador y extraño a las pasiones corrientes, consigue crearse un mundo irreal en el que el horror fantástico no excluye la lucidez, que expresa perfectamente con su admirable estilo, puro y atrevido, "apretado -dice Baudelaire- como las mallas de una armadura".


Poe en una imagen de 1848

Una facultad de análisis vigorosa y minuciosa se une en Poe a una imaginación maravillosamente fecunda. En sus narraciones, oscilando entre la sombra del misterio y el análisis de los detalles, se muestra su capacidad de dar vida y expresión a aquellas oscuras regiones que se extienden desde los extremos límites de lo probable a los misteriosos confines de la superstición y de la irrealidad. Las Narraciones extraordinarias integran relatos de variada temática y diferente tono; con todo, y con el riesgo de cometer arbitrariedades, es posible clasificarlos en grupos por características afines.

En un primer grupo, formado por algunas narraciones casi todas juveniles, el autor se deja llevar por una fuerte inclinación hacia las posibilidades de la técnica, que le conduce (capricho frecuente de la época) a relacionar todas las situaciones de sus cuentos, incluso las menos susceptibles de ello, con los adelantos de las diferentes ciencias. Así, en Las aventuras de un tal Hans Pfaal (The adventures of one Hans Pfaal) nos cuenta el fantástico viaje que el personaje realiza en un globo construido por él mismo, con el que llega a la luna. Y en La noticia sensacional del globo (The Balloon-Goase) describe una travesía del Atlántico efectuada en tres días de tempestad, tripulando un globo cuya estructura se detalla minuciosamente.

En cuentos como los citados, Poe se adelanta a la moderna literatura de ciencia-ficción: la semejanza de sus argumentos con las posteriores novelas de Julio Verne es palmaria. En El descubrimiento de von Kempelen (Von Kempelen and his Discovery), va siguiendo los intentos de un alquimista que persigue transformar en oro metales de escaso valor. Y en Un descenso al Maelstrom (A descent into the Maelstrom), un marino, cuya barca se ve envuelta por un torbellino, se salva metiéndose en un tonel y dejándose llevar, confiando en el principio según el cual un cilindro que flota en un torbellino resiste más que ningún otro cuerpo la fuerza de la atracción.

Lo pretendidamente científico puede, sin embargo, quedar diluido ante la aparición de elementos más próximos a lo mágico o lo sobrenatural. En El manuscrito encontrado dentro de una botella (MS. Found in a Bottle), el motivo científico de la exploración de las desconocidas tierras polares se funde con el elemento fantástico del buque fantasma, perpetuamente en equilibrio al borde del abismo. Y en Revelación mesmérica (Mesmerie Revelation) y en La verdad sobre el caso del señor Waldemar (The Facts in the Case of Mr. Waldemar), se trata la cuestión del espiritismo y la posibilidad de mantener en vida, mediante el estado hipnótico, a seres que han muerto físicamente, rozando así el misterio del más allá.

De la metempsicosis tratan Metzengerstein, historia de un caballo que renace merced a las llamas que destruyen una pintura y hacen morir en el fuego al nuevo dueño, y Un cuento de las Montañas Escabrosas (A Tale of the Ragged Mountains), en la cual el protagonista, paseando por los abruptos montes americanos, revive, en medio de una decoración oriental, la escena de la batalla en la que bajo otro nombre murió cien años antes.

Un segundo grupo estaría compuesto por una serie de narraciones que podrían ser calificadas como de "horror, pasión y terror". A pesar de que el propio autor dijo que "existen ciertos temas de interés, pero demasiado horribles para cumplir el fin de una legítima ficción", Edgar Allan Poe incurre en ellos de buen grado, como en El entierro prematuro (The premature Burial), que insiste en el terror de ser sepultado vivo, citando ejemplos y experiencias. El pozo y el péndulo (The Pit and the Pendulum) es una morbosa descripción de los horrores de la Inquisición; el condenado, tendido en el borde de un pozo, ve aproximarse, con el ritmo de un péndulo, el filo de una guadaña que le cortará el pecho.


El corazón delator (ilustración de Harry Clarke)

Este grupo contiene los cuentos que más se asocian a Poe en tanto que genial maestro de la literatura de terror. El final de La máscara de la Muerte Roja (The Masque of the red Death) es una horrenda y alucinante visión. La Muerte Roja, una terrible peste, asola el reino. Al terminar una espléndida fiesta organizada por el príncipe, que se ha encerrado con su séquito en un castillo para escapar de la peste, aparece el fantasma de la Muerte Roja, el cual, con su sola presencia, contagia y mata a todos los que habían pretendido eludirla.

El cuento anterior todavía puede leerse como un castigo al egoísmo y soberbia del príncipe y sus cortesanos. Sin embargo, el motivo de la venganza fríamente calculada y ejecutada con impunidad es la base de algunos de sus relatos más macabros. Hop-Frog, el bufón, con un espíritu diabólicamente cruel, se venga de los palaciegos que se divertían a su costa, induciéndolos, mediante una trágica burla, a espolvorearse con resina, a la que luego prende fuego. Y el protagonista de El barril de amontillado (The Cask of Amontillado), después de haber meditado largamente su venganza, empareda vivo al que le ofendió en la pared de su bodega, adonde le ha atraído con la excusa de hacerle saborear un vino del que se dice experto conocedor.

Tal amoralidad contrasta con la conciencia de culpa que arrastra a algunos personajes. El espíritu del perverso (The Imp of the Perverse) examina el espíritu paradójico del protagonista, que, después de haber cometido un delito perfecto, sin dejar rastro alguno, se siente obsesionado hasta el punto de que acaba por confesarlo. El sentimiento de culpa, bajo la forma de un gato negro, persigue al asesino de una mujer en El gato negro (The Black Cat). Y en El corazón delator (The Telltale Heart), el criminal confiesa el homicidio cuando cree oír latir el corazón de la víctima, cuyo cadáver había ocultado bajo un pavimento de madera.

En William Wilson, el verdadero "yo", obsesionado por un sentimiento de culpabilidad e incapaz de soportar por más tiempo el peso de sus propios pecados y debilidades, concibe un doble que será, al mismo tiempo, el instigador y el autor indirecto de todos sus males: motivo romántico que hallamos en Alfred de Musset, Adelbert von Chamisso, E.T.A. Hoffmann y Oscar Wilde. Y en La caída de la casa Usher (The Fall of the House of Usher), otro de sus cuentos más celebrados, el horror proviene, ante todo, del ambiente, de la atmósfera que rodea al castillo como un vapor pestífero, por lo que la casa parece identificarse con el destino de sus habitantes: con ellos desaparece en las turbias aguas del estanque.

Otro grupo de narraciones insisten en el motivo del vampirismo femenino; la pasión amorosa es, para Poe, un sentimiento morboso, una necesidad de posesión que termina en el aniquilamiento y la muerte. En Ligeia, símbolo de una voluntad exaltada sobre los límites del poder humano, los ojos de la mujer muerta reviven en los ojos de otra mujer; en Berenice, la facultad de atención, anormal y morbosa, se concentra íntegramente en los dientes, hasta inspirar un macabro delito; en Morella, una mujer se reencarna en el cuerpo de su propia hija.

En El retrato oval (The Oval Portrait), un pintor mata lenta e inconscientemente a la mujer que adora mientras le hace un retrato, sin advertir que para dar vida al cuadro la roba al original. La cita (The Assignation) es, con el romántico fondo de una noche veneciana, la historia de dos infelices amantes que, a pesar de vivir alejados, se envenenan a la misma hora. La caja oblonga (The Oblong Box) es el medio que emplea un marido enamorado para llevar consigo, a través de los mares, el cadáver de su esposa, hundiéndose con ella durante una tempestad. En Leonora, el vampirismo inicial queda atenuado por un vivo sentido de la belleza de la naturaleza; parecido sentido es el que da origen a algunas narraciones en las que la obsesión parece mitigarse con la reposada descripción del paisaje, como en La isla del hada (The Island of the Fay), El castillo de Arnheim (The Domain of Arnheim) y La casa de Landor (Landor's Cottage).

Otras narraciones podrían calificarse de "grotescas", como La noche mil dos de Scherezade (The Thousand and Second Tale of Scherezade), en la que se demuestra que la verdad es más extraña que la ficción y que los modernos inventos y algunos fenómenos raros de la naturaleza pueden parecer inverosímiles a un espíritu ignorante; o El sistema del doctor Alquitrán y del profesor Pluma (The System of Doctor Tar and Professor Feather), en que nos describe, no sin un sabor de melancólica ironía, un manicomio en el que los locos hacen de médicos y los médicos son tratados como locos.

De tono burlesco son, a su vez, Los anteojos (The Spectacles), historia de un miope que, no queriendo pasar por tal, está a punto de casarse con su propia bisabuela; El duque de l'Omelette, donde el protagonista, después de muerto, discute y acomete al diablo, terminando por volver a la tierra; El diablo en el campanario (The Devil in the Belfry), narración de un incidente insólito en una tranquila aldea de Holanda; y Tres domingos en una semana (Three Sundays in a Week), cuento que extrae su comicidad de la diferencia de latitudes.


Los crímenes de la calle Morgue (ilustración de Harry Clarke)

En un último grupo de narraciones, la acción está vinculada a un ejercicio particularmente agudo y excepcional de la facultad analítica, que lleva a la resolución de un intrincado enigma. En El escarabajo de oro (The Gold Bug), la interpretación de un criptograma trazado sobre un trozo de pergamino permite descubrir un tesoro escondido. Edgar Allan Poe es considerado el inaugurador de la narración policíaca por tres de los relatos contenidos en este grupo, todos ellos protagonizados por Augusto Dupin, que con su aguda perspicacia logra resolver problemas aparentemente insolubles.

Los tres son verdaderas joyas del género. Los crímenes de la calle Morgue (The Murders in the Rue Morgue) narra el salvaje asesinato de dos mujeres, que no consigue descubrir la policía, ya que han sido cometidos por un gorila; en El misterio de Marie Rogêt (The Mystery of Marie Roget) se reconstruye la historia de una muchacha misteriosamente desaparecida y asesinada, y en La carta robada (The purloined Letter) se llega al hallazgo de un importante documento que había sido escondido mediante el paradójico mecanismo de dejarlo al descubierto.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].