Gengis Kan
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Los mongoles
El pueblo mongol estaba situado en el noroeste de China, en torno al lago Baikal y al macizo del Altai. Divididos en tribus de pastores nómadas que trashumaban con sus carros y tiendas desmontables detrás de sus rebaños, mientras otros grupos se dedicaban a la caza en la taiga siberiana, los mongoles protagonizaban frecuentes enfrentamientos internos por el control de los territorios de caza y de pastos y por el rapto de mujeres de otros clanes (para mantener la exogamia y la poligamia y evitar el pago de fuertes dotes al padre de la joven). El propio carácter belicoso de estos pueblos no favorecía su estabilidad.
Su estructura social, fuertemente jerarquizada, reflejaba el predominio de rasgos militares: sobre el conjunto de la clase de los guerreros se elevaba una aristocracia que constituía la minoría dirigente y que se encargaba de la elección del jefe de la tribu. Ocasionalmente se elegía un jefe supremo del pueblo mongol, es decir, un Gran Kan. Infatigables y crueles, magníficos jinetes y hábiles arqueros, los mongoles no habían tenido contactos con civilizaciones superiores y sus creencias apenas sobrepasaban el nivel del chamanismo: culto al cielo, a la tierra y a los genios que habitaban las aguas y el fuego, veneración por los antepasados, ofrendas de alimentos y, excepcionalmente, sacrificios cruentos de animales y personas.
La gestación del imperio
Este mundo disgregado y con rivalidades internas, rodeado por imperios hostiles (los kara-jitán al oeste, los uigures y tanguts de Si-Hía al sur, los jurchén al este), fue unificado y sometido a su autoridad por el jefe de uno de los clanes: Temujin. Partiendo de su pequeño territorio y con una gran tenacidad, Temujin consiguió dominar entre 1198 y 1206 a las diferentes tribus existentes en Mongolia y hacerse proclamar soberano supremo del país por una asamblea general de jefes, que le otorgó el título de Gengis Kan. Asegurada su autoridad y conformados los rasgos de un incipiente estado, Gengis Kan lanzó a su pueblo a una política de expansión a costa de los estados sedentarios circundantes, política que no tenía como objetivo la consecución de botín, sino la conquista permanente de su territorio y la formación de un gran imperio mongol.
Gengis Kan
Las primeras campañas se dirigieron hacia el este contra el reino tangut de Si-Hía y el imperio chino septentrional de los jurchén; finalizadas éstas, Gengis Kan se lanzó contra el reino de los kara-jitán en el Turquestán Oriental. De este modo, había conseguido controlar todas las grandes estepas asiáticas y disponía de un enorme poderío al ser reforzado el ejército mongol con los contingentes aportados por los pueblos sometidos. Al parecer, Gengis Kan no tenía intención de entrar en conflicto con los sultanatos turcos del sur de su imperio (resultado de la disgregación del califato de Bagdad), y en un primer momento procuró mantener buenas relaciones políticas y comerciales con estos vecinos.
Pero el ataque a una caravana mongola y el asesinato de sus componentes por parte de los turcos de Kahrezm alteró estos proyectos e inició una etapa de guerras y expediciones, en el transcurso de las cuales fueron arrasadas las ciudades y los campos de Transoxiana, Irán y Afganistán, asesinados en masa sus habitantes y desarticuladas las actividades agrícolas y comerciales. Algunos destacamentos mongoles llegaron hasta el mar Caspio y saquearon el reino cristiano de Georgia y el sur de Rusia. Gengis Kan regresó después a Mongolia y, en 1226, realizó su última campaña contra el reino tangut de Si-Hía, que se había sublevado, falleciendo en el transcurso de la misma (1227).
Los sucesores de Gengis Kan
El inmenso imperio forjado por Gengis Kan se repartió entre los cuatro hijos habidos de su principal esposa, aunque el título de Gran Kan recayó en el tercero de ellos, Ogodei, que, de este modo, ejercía el mando supremo sobre los diversos principados o kanatos.
Ogodei
Durante su reinado continuaron las conquistas mongolas en China, donde Ogodei culminó el control del imperio del norte de los Kin con la toma de la capital, Kaifeng. Se iniciaron además los primeros ataques contra el imperio meridional de los Song, se reconquistó Irán (independizado tras la muerte de Gengis Kan) y se consolidó el dominio del sur de Rusia con la creación del kanato de la Horda de Oro. Su capital, Saraï, se convirtió en un gran mercado internacional, donde venecianos y genoveses adquirían productos de Oriente, que eran trasportados por caravanas que recorrían toda Asia. Desde el sur de Rusia, los mongoles sometieron a saqueo y tributo a los principados rusos de Kiev y Moscú, y realizaron repetidas razias sobre Polonia, Silesia, Hungría y Dalmacia, aunque la muerte de Ogodei salvó a Europa del peligro mongol.
El reinado de Ogodei es también la época de la organización del imperio, en la que se siguieron los primeros pasos que había dado su padre. Se instaló en una capital fija, Karakorum, y en ella estableció su corte y administración, contando con los servicios de chinos y especialmente de uigures, cuya lengua y escritura fueron las corrientes en los documentos oficiales. El sistema fiscal que garantizaba el mantenimiento de la administración pública fue regularizado sobre la doble base de un impuesto territorial de escala móvil, según la calidad del suelo y el resultado de las cosechas, y un gravamen sobre las transacciones mercantiles. El ejército fue estructurado en unidades decenales (décadas, centenas y regimientos) y dotado con nuevas armas tomadas de los chinos. Un eficaz servicio de postas y correos permitía conectar con gran rapidez los puntos más distantes del imperio.
El imperio mongol en su momento de máxima expansión
Con Mongka (1251-1259) el imperio mongol alcanzó su apogeo territorial; mientras el propio Kan iniciaba la conquista sistemática del imperio chino de los Song, su hermano Hulagu destruía el califato de Bagdad y controlaba Siria, aunque no pudo continuar hacia Egipto: los mamelucos derrotaron a los mongoles en Ain Yalut y consiguieron recuperar incluso Siria, aprovechando la retirada del grueso del ejército mongol.
Kublai Kan y la fragmentación del imperio
El sucesor de Mongka, Kublai Kan (o Qubilay Kan) se desentendió de los asuntos del Asia Occidental y centró todos sus esfuerzos en culminar la conquista de la China meridional, objetivo que logró entre 1276, año de la toma de Hangz-Hou, y 1279, fecha en que se liquidó la última resistencia de los Song. Kublai, que había reunificado toda China, trasladó la capital de su imperio a Pekín (Kanbalic o "ciudad del Kan") y se consideró sucesor de las 22 dinastías chinas, inaugurando la que llevaría el nombre de Yuan. Como heredero de los emperadores chinos, reclamó el homenaje de los Estados del Extremo Oriente (Corea, Indochina, Birmania) e intentó invadir infructuosamente en dos ocasiones el Japón.
Kubilai Kan
El reinado de Kublai coincide con una época de prosperidad que, en buena parte, se conoce gracias al veneciano Marco Polo, que vivió en China entre 1271 y 1291 y escribió al dictado el Libro de las maravillas del mundo, que contiene el relato de los viajes de Marco Polo. La actividad mercantil, favorecida por la paz, pudo aprovecharse del gran espacio comercial creado en el imperio mongol, y los contactos con Occidente proliferaron no sólo en las regiones limítrofes, sino también en el corazón del imperio, hasta el que llegaron los mercaderes europeos, sobre todo los italianos. Las relaciones entre la cristiandad occidental y el imperio mongol se habían iniciado años atrás, cuando el papado envió a Juan Pian Carpini, en 1246, y San Luis de Francia al franciscano Guillermo Rubruck, en 1254, con la finalidad de establecer una alianza contra el Islam. Aunque no se logró, sí se consiguió establecer unas relaciones comerciales que se mantendrían largo tiempo.
A estas alturas, sin embargo, el imperio mongol daba ya síntomas de descomposición. Los kanatos de Persia y la Horda de Oro gozaban de hecho de una autonomía de actuación, mientras que, en la propia Mongolia, Kublai tuvo que someter diversas sublevaciones de los descendientes de Gengis Kan. La sinización del Gran Kan y su concentración en los asuntos chinos le llevaron a despreocuparse del resto del imperio. A la muerte de Kublai se consumó la fragmentación del imperio mongol, y cada entidad resultante tuvo una evolución diferente.
El Imperio Yuan se mantuvo hasta 1368, en que una reacción nacionalista china dio el poder a los Ming; el kanato de Persia, conquistado por la cultura irania y totalmente islamizado desde fines del siglo XIII, perduró hasta 1335; la Horda de Oro, debilitada por los ataques tártaros de Tamerlán entre 1385-1395, no pudo mantener el control de los territorios rusos ni hacer frente con éxito a los movimientos nacionalistas, y hacia 1420 se desintegró en varios kanatos menores, alguno de los cuales sobrevivió en Crimea hasta el siglo XVIII, aunque sin ningún protagonismo.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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