Juan Manuel Guerrero

[Por Sergio Zepeda Navarro, colaborador de la sección Especiales]

Presentación
I. Vida familiar
II. Iniciación
III. 1948 - 1954
IV. 1955
 
V. 1956 - 1958
VI. 1959
VII. 1960 - 1962
VIII. 1963
 
IX. 1964 - 1970
X. 1970 - 1979
XI. Artículos finales
XII. Referencias

I. Vida familiar

Nace en City of East Chicago, Indiana en los Estados Unidos de Norteamérica, el 24 de Diciembre de 1924, (de acuerdo al documento que emite la Oficina del Departamento de Nacimiento de esa ciudad), tercero de doce hermanos e hijos del matrimonio formado por el Sr. Antonio Guerrero Zepeda y la Sra. María Concepción Rea Quintero, siendo ésta, una familia campesina originaria del Municipio de San Martín de Hidalgo, Jalisco.

Don Antonio, su esposa María Concepción y sus hijos Antonio y Magdalena viajan a los Estados Unidos de Norteamérica, ante la oferta de trabajo en las plantas fundidoras de acero y metales, instalándose inicialmente en el Estado de California y se trasladan luego al Estado de Indiana.

Ahí nace Juan Manuel e inicia su vida infantil. La sociedad mundial se encuentra convulsionada por la Primera Guerra Mundial y Estados Unidos, como país participante empiezan a sufrir las consecuencias económicas, se presenta la gran depresión de 1929 y el gobierno inicia una etapa de austeridad en el empleo y reparte a las familias que quedaban desempleadas, harina, papas, aceite, carne y jabón entretanto la situación financiera mundial mejoraba.

Don Antonio al ver el grave problema económico decide con su esposa e hijos regresar a San Martín y lo hace viajando desde el Estado de Indiana, E. E. U. U., hasta nuestro País, llegando a Jalisco y luego a Ameca vía el ferrocarril, siendo trasladados por una carreta de seis mulas a su domicilio ubicado en la calle 16 de Septiembre No. 34. Era el 7 de Agosto de 1932.

Juan Manuel cuenta con 8 años de edad cuando llega a su pueblo. Después de ubicarse en su nueva casa y conocer su alrededor, su familia lo inscribe e ingresa a la Escuela Niños Héroes para cursar su educación primaria y a los 9 años, su Señor padre lo lleva de la mano a la iglesia para que oficie de monaguillo, y como tal se inscribe en el coro de la parroquia de San Martín de Tours, donde destaca por su educada voz.


Parroquia de San Martín de Tours, donde a los 8 años
de edad iniciara su participación en el coro infantil.
San Martín de Hidalgo, Jalisco, 1932.

Así inicia el camino por los vericuetos del solfeo y la vocalización; además, sin descuidar sus estudios primarios, comienza con la ejecución del violín atendido por el Maestro Albino, director del coro parroquial, así como del Maestro Zacarías Rubio Rodríguez, quién luego se convertirá en uno de sus más grandes amigos e influiría decisivamente en su vida.

Fue el señor Cura Nicolás Dávalos quien siempre lo impulsó en esta actividad, e inclusive le otorgaba momentos especiales de las celebraciones religiosas para que interviniera como solista, destacando de una manera increíble a su corta edad.

Su padre se dedicaba al cultivo de la tierra, en el potrero de La Noria y a la crianza del ganado bovino, siempre acompañado de sus hijos, a quienes llevaba en su caballo, uno adelante y otro atrás, mientras los demás, en la carreta, llegaban más tarde, y que decir en los días de lluvia.

Cierto día, cuando viajaban de regreso, Juan Manuel jugaba con sus hermanos; subió al pértigo y sus hermanas se colgaron atrás. Los hermanos le arrojaron piedras y una de ellas lo golpeó en la cabeza, dejándole una cicatriz en la frente, él decía, que le daba mucha personalidad motivo por lo cual nunca se la quitó.

Don Antonio no perdía su entusiasmo, aun en las jornadas más arduas de trabajo, así que siempre cantaba para sus hijos; poseía una muy buena voz, y amaba el canto. Juan Manuel no se quedaba atrás en este arte, inclusive en los momentos de descanso, su padre disfrutaba jugando con sus hijos, en el jacalito improvisado que les hacía con ramas y cobijas para poder dormir un poco y calentar los tacos que su esposa les preparaba, con tortillas hechas a mano, del nixtamal que don Antonio le preparaba a su esposa antes de iniciar su camino rumbo al campo, para comenzar su actividad laboral.

Juan Manuel le comentaba a su padre: "Papá, ¿no cree que sería mejor dedicarnos al canto y no andar trabajando la tierra?". Además de ordeñar el ganado para obtener la leche que comercializaban en la misma comunidad. Don Antonio mencionaba en la familia que Juan Manuel, con esa voz que poseía, iba a llegar a ser un grande.

Tal pareciera que aquellos primeros comentarios presagiaban el nacimiento de el gran artista que recorrería el mundo, llevando su calidad como cantante, compositor, arreglista y actor cinematográfico.

La niñez, etapa tan importante en el ser humano, cuando la fantasía y la imaginación son parte fundamental de la realidad, del contacto con los amigos y sobre todo de una atmósfera de ilusión, no fue tan disfrutada por Juan Manuel; él prefería cantar que jugar y es por ello que en las reuniones con sus "cuates" les entonaba canciones propias de la época. En la entrevista que le realiza el periodista Pacope en la Hit Radial (La entrevista del lunes) en octubre de 1958, menciona:

"Creo que la atracción hacia la música nació conmigo. Me cuentan en mi casa que siendo muy pequeño, en Hammond, Montana, un señor inválido, cantante, me sentaba en sus piernas y me decía que me iba a enseñar a cantar ópera. Aquello era porque para mí la música tenía algo de magia. Donde la había, no era posible arrancarme y siendo muy chico (ya en San Martín) me iba de calle en calle siguiendo a los músicos que anunciaban las funciones de cine."

Su infancia transcurrió entre poco juego, mucho canto -inclusive sus compañeros y amigos le pedían "Juan, aviéntate una canción de las que tú sabes", cerraban el círculo y él los complacía- y sus estudios de primaria.

Los años de su infancia concluyeron en San Martín; y Juan Manuel iba sintiendo cada día los cambios en su voz que producen el transcurrir del tiempo y el crecimiento físico.

Siempre fue bastante cariñoso, respetuoso y noble con sus padres, les tenía una gran admiración por los esfuerzos que hacían para sacar adelante a toda la familia. Entre hermanos siempre hubo un trato equitativo, de tal manera que existía amor fraterno profundo y una unidad envidiable.

Cuando la voz le cambió por completo con la adolescencia, perdiendo los matices infantiles, a los 15 años sus papás decidieron enviarlo a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, para que iniciara sus estudios de música con los franciscanos, ante el gusto y la inclinación que tenía por ella. Ingresa a la Escuela Superior Diocesana de Música Sagrada, que tenía su domicilio en la calle Angulo No. 250 y que era dirigida por el Pbro. Lic. D. Manuel de J. Arechiga. Ahí alimentaba su gran ilusión, triunfar un día en el mundo artístico; precisamente, estudiaría con ahínco y se prepararía mentalmente para poder lograrlo. Esa fue la clave para alcanzar el éxito artístico que tanto anhelaba.

Ya en esta institución educativa, destaca por sus excelentes conocimientos en música (gracias a los estudios realizados con el maestro Zacarías) y recibe menciones honoríficas, así como, diplomas en que se da calificación "Suprema" en las asignaturas que cursa, entre 1941 y 1942: Latín, Historia del Canto Gregoriano, Sagrada Liturgia, Piano, Legislación Eclesiástica Musical, Armonía, Canto Gregoriano (teoría y práctica), siendo titular del curso el Pbro. Dr. D. José Valadéz.

Mientras tanto la familia, que nunca lo dejó solo, lo seguía apoyando y cada semana su mamá -que, por cierto, era una mujer en toda la extensión de la palabra, muy entregada a la doctrina cristiana, y que asistía diariamente a la primera Misa del día, con valores y principios que transmitió a cada uno de sus hijos e inclusive marcó a Juan Manuel, porque le dio una profunda admiración y respeto a la Virgen de Guadalupe, convirtiéndose en un ferviente devoto de la Madre de México, y llevó a que su personalidad que se caracterizaría por dos principios básicos para el triunfo del ser humano: la bondad y la sencillez- le preparaba su despensa alimenticia y la ropa, que le eran enviadas a Guadalajara, Jalisco, en los autobuses de empresa La Alteña.

El mismo acudía acompañado de sus condiscípulos a la terminal de estos autobuses, ubicada en las Nueve Esquinas, a recoger la canasta con los alimentos preparados en casa, así como su ropa.

Siempre compartía con sus amigos estos alimentos; era una persona que se distinguía por apoyar a todos sus compañeros. No le gustaba que nadie se quedara sin algo de lo que su familia le enviaba, por ello tenía ganada la simpatía de todos y, además, su respeto.

El viernes 8 Octubre de 1943 presenta su primer examen para adquirir el grado de Licenciado en Canto Gregoriano, evaluado en las materias de Latín, Historia del Canto Gregoriano, Sagrada Liturgia y Piano.

El sábado 9, presenta las asignaturas restantes: Legislación Eclesiástica Musical, Armonía y Canto Gregoriano (teoría y práctica), ambos a las 17:00 horas. Son donde sus sinodales el Maestro Manuel Bernal Jiménez, como presidente; el Pbro. D. Pascual Dávalos, como secretario; Mons. José Ruiz Medrano (representante de la Santa Mitra) y el Pbro. Lic. D. Ezequiel Iriarte, como vocales. En su examen le otorgan mención honorífica.

En el acto académico, lo acompaña como padrino el Sr. Arzobispo José Garibi Rivera, quien le organiza una recepción a la que acudieron familiares y amigos. Con este evento, Juan Manuel considerara cristalizado uno de sus sueños: prepararse en conocimientos musicales para enfrentar al medio artístico con la mayor fortaleza.

Sobre todo, estos profundos conocimientos de piano, armonía, contrapunto, canto gregoriano, fuga, contrafuga, lo ayudaron a superar en tres notas el "do de pecho" con asombrosa facilidad.

Recién graduado, la misma escuela lo envía al estado de Sinaloa para que imparta clases de música sacra a niños con cualidades artísticas. Después de un año de intenso trabajo en la ciudad de Culiacán, regresa a Guadalajara y continúa su preparación musical.

En esta etapa, Juan Manuel tuvo como uno de sus grandes maestros a Miguel Bernal Jiménez, a quién le fue encomendada la enorme misión de integrar un coro nacional de 300 voces para la celebración del cincuentenario de la coronación de la Virgen de Guadalupe, en el año de 1945.

Se le llamó Coro Nacional Guadalupano; Juan Manuel fue convocado a participar y, después de las pruebas para seleccionar la primera voz, él recibe la honrosa distinción de ser tenor solista y cantar en el corazón del mundo católico mexicano, la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en la ciudad de México, D. F.; acto de los más importantes en su trayectoria, pues fue el primer viaje que realizó a esa ciudad y que lo marcó para el resto de su vida.

En su preparación dentro del Coro Nacional Guadalupano lo apoya su padrino, el Arzobispo de Guadalajara que con el tiempo se convertiría en el primer cardenal mexicano, el eminentísimo señor don José Garibi Rivera, hacia quien tenía un gran cariño, además de mediar entre ellos enorme amistad y confianza.

El Señor Arzobispo siempre lo apoyó, entregándole su amistad y reconocimiento. Gracias a su mediación, Juan Manuel trabajó en el Templo de El Carmen como organista, luego en la Basílica de Zapopan y la Catedral Metropolitana, donde inclusive tocaba cualquier instrumento que fuera necesario.

Hacía arreglos a los cantos religiosos y preparaba musicalmente las grandes celebraciones, gracias a sus conocimientos de música sacra. Era muy común escucharle el Aleluya de Georg Friedrich Haendel, y el Ave María de Schubert.

Monseñor Rivera supo apreciar su inteligencia y afición por el arte, mientras se seguía preparando en la Escuela de Música Sagrada. Juan Manuel era dueño de un vivo sueño, propio de quien ha vivido el mismo anhelo desde su más tierna edad, y poseedor de magníficas ilusiones que lo ayudarían a alcanzar lo que él soñaba: ser un cantante de fama internacional.

Cómo citar este artículo:
Zepeda Navarro, S. (2007). «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas. Disponible en [página consultada el ].