Zhuangzi o Chuang Tzu

(Zhuangzi o Zhuang Zi, también llamado Chuang Tzu, Chuang Tse o Chuang Zi; siglo IV a.C.) Filósofo chino considerado uno de los más singulares pensadores orientales y el seguidor más brillante de Lao Tse. Coetáneo de Mencio, su posición con respecto a Lao Tse en el taoísmo es semejante a la de Mencio con respecto a Confucio en el confucianismo. Fue indudablemente el más dotado de los prosistas de todo el período Chou. Intérprete de la doctrina naturalista, dirigió los más agudos ataques a Confucio y a su escuela en un estilo lleno de donaire, de irrisión y de irresistible sarcasmo, pero, al mismo tiempo, de una extremada belleza expresiva. Tal fue la razón de que mereciera ser admirado por todos los estudiosos chinos, incluso por aquellos que no compartían sus ideas. Lo que en Lao Tse se expresa con epigramas, es explicado por Zhuangzi mediante ágiles ensayos, llenos de anécdotas y de fábulas fantásticas.


Zhuangzi o Chuang Tzu

Zhuangzi era oriundo del pueblo de Mêng, que forma parte de Ch'u, del que procedía la familia de Lao Tse. Fue llamado algunas veces "intendente de los jardines de los árboles de la laca", porque había desempeñado tal cargo durante algún tiempo. Rico e independiente, no se ligó nunca con los pensadores coetáneos, como Mencio, y ninguno de los dos mencionó jamás al otro en sus escritos.

En cierta ocasión, el rey de Ch'u le ofreció entrar a su servicio, ante lo cual Zhuangzi se echó a reír y dijo al mensajero real: "Mil dineros constituyen en verdad un buen pellizco, y el ministerio es un cargo importante. Pero, ¿no has visto nunca a un buey llevado al sacrificio? Durante algunos años se le alimenta bien y es cubierto con telas bordadas. Mas al ser conducido al altar, ¿no imaginas que se conduele y lamenta de que no lo hayan dejado tranquilo como al cerdo? Vete y no trates de corromperme. Yo soy el envidiado cerdo y me siento muy feliz en mi pocilga, en libertad".

Como ocurrió también con Lao Tse, algunos estudiosos carentes de sentido crítico se han atrevido a insinuar que sólo es auténtica la parte inicial de su obra (llamada El libro de Zhuang Zi o El libro de Chuang Tzu, es decir, el libro del maestro Zhuang o Chuang), en tanto que es apócrifo todo lo demás. Tales estudiosos se permiten hacer superficialmente estas afirmaciones, sin tomarse siquiera el trabajo de considerar la inconfundible genialidad que brota de cada una de las páginas de su obra y sin molestarse en sugerir a quién puedan ser atribuidos tales escritos o falsificaciones.

Conocido también con el título Nan Hua Chên Ching (El canon sagrado de Nan Hua, del pueblo de este nombre, en el Shan-tun, donde se había retirado), El libro de Zhuang Zi se divide en tres libros y 33 partes; ciertamente no todas ellas se pueden atribuir al autor. El contenido es filosófico, pero el procedimiento es artístico, exponiendo el autor su pensamiento por medio de parábolas.

Para ilustrar el concepto de Absoluto, es decir, "Tao" (literalmente: la "Vía" que conduce a la verdad), el autor hace un parangón entre los pájaros P'ung y Yen (especie de gorrión): las alas de P'ung son como las nubes que cubren el cielo, y su dorso es como una montaña. Yen, en cambio, vuela bajo y se mofa de P'ung por sus inútiles esfuerzos. Pero en relación con lo Absoluto, no podemos nosotros decir que P'ung sea grande y Yen sea pequeño. En tiempos antiguos había un árbol, Ch'un, en el que la vida primaveral duraba ocho mil años, y la otoñal otros ocho mil; había en él, en cambio, insectos que nacían por la mañana y morían por la noche; los hombres se esfuerzan en vivir cien años, cosa bastante tonta, porque ante el Absoluto cien años son un instante. Tampoco la distinción entre bien y mal tiene valor ante lo Absoluto, el cual anula toda relatividad temporal o espacial. El Tao está presente en todos los seres, que nacieron todos al mismo tiempo que él, pero en el propio principio de distinción reside el impulso fatal que los destina a confundirse con él en el no ser. El universo no tiene principio, porque, de tenerlo, habría que pensar en un principio del principio, y así hasta el infinito.

Zhuangzi florece en una época dialéctica, representada por la escuela lógica de Mo Tzu y por la sofística de Kung-sun-Lung y de otros. La dialéctica de Zhuangzi tiende a esclarecer el verdadero concepto de la diferencia de los seres con la teoría del "soplo celeste". La sustancia del universo es una sola y es comparable al viento, que en sí mismo es silencioso, pero silba de distinta manera según las cosas sobre las que pasa. Quien comprenda la verdad de este principio no puede hacer distinción esencial entre bien y mal, entre bello y feo: ciertas cosas bellas para el hombre son, sin embargo, feas para los animales; la belleza de Hsi Ssû y la de Mao Ch'iang (dos hermosas damas de la historia china) hace huir a los peces y a los pájaros. Lo mismo pasa con la vida y la muerte, con la felicidad e infelicidad; la bella Li Chi, antes de ser la esposa del rey de los Chin, lloraba desesperadamente, pero cuando fue reina y pudo gozar de la nobleza y la riqueza del país, se arrepintió de aquellos llantos.


El sueño de la mariposa

La vida entera, pues, no es más que un sueño, un juego de apariencias efímeras; en cierta ocasión, Zhuangzi soñó ser una mariposa que volaba y gozaba de la libertad de las mariposas sin acordarse de que era un hombre; al despertar, se dio cuenta de que era Zhuangzi. Pero, ¿cuál de ambas cosas era la realidad: Zhuangzi, que soñó con la mariposa, o bien la mariposa, que soñó ser Zhuangzi? Él sabe que el terror de la muerte es ilusorio, algo así "como cuando un niño ha equivocado el camino y no sabe que va derecho hacia su casa" (libro II). Superando todo lo que es conocido y limitado, superando la duda, se alcanzan el cielo y la verdad que nos libera de toda duda. La liberación de la duda no es la evasión de la vida; la vuelta al origen es más bien una misteriosa conjuración de los extremos. Tierra y cielo, contingente y absoluto: "como cuando el pájaro cierra el pico, y apaga su canto: aquel silencio es la unidad originaria de Cielo y Tierra".

El libro se resume en un supremo precepto moral y filosófico: la perfección consiste en la perfecta conformidad con el Tao, esto es, en la renuncia a toda acción, en la eliminación de todos los deseos mundanos, en el olvido de sí mismo, en la meditación. El ritmo interior de la vida del sabio ha de medirse por la ley esencial del Tao: "obra como si no obrases". También el amor y la caridad han de ser sin esfuerzo para que tengan valor.

Una de las notas que se repite con más insistencia es la del antilegalismo, en polémica con el demasiado mundano Confucio (a veces, en los diálogos citados por Zhuangzi, el mismo Confucio reconoce que su conformismo es una condena del cielo). Los límites del espíritu de Confucio son, pues, uno de los motivos de la obra. Hasta el gran Lao Tse se ve considerado como demasiado mundano, porque a su muerte hay demasiada gente que lo llora, con sobrado dolor: señal de que el hombre ha conquistado demasiado a la gente, sobrepasando los límites consentidos por la ley del cielo.

Algunas partes del libro se prestan a ser confrontadas con la casi contemporánea dialéctica y con la teoría del amor griego, sobre todo donde se refieren los coloquios con Hui Tzû, figura de filósofo muy característica. Una de las páginas más preciosas, en este sentido, está en el libro XVII y se llama "la alegría de los peces". En ella, la objeción relativista y solipsista ociosamente adoptada por Hui Tzû contra la superabilidad del yo singular se ve deshecha por Zhuangzi con un argumento que recuerda al del diálogo Teetetes o de la ciencia, de Platón. Otras veces, un caprichoso acorde musical exalta, sin ahogarlo, el contenido ideal de las páginas; hay entonces inolvidables capítulos, como el de la música del emperador de la Tierra Amarilla (XIV) o el que cuenta el diálogo entre el dios del río Amarillo y el dios del mar (I, XVII).

La doctrina de Zhuangzi representa el desarrollo más antiguo del pensamiento taoísta, y fue, para el pensamiento posterior, fecunda en profundos brotes especulativos. Este éxito se debe también a su originalísimo estilo, pronto y agudo, gracias a lo cual la obra influyó largamente no sólo sobre el pensamiento taoísta, sino también sobre el confucionismo, sobre el budismo y sobre todas las corrientes literarias chinas en general.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].