Bernardino Telesio

(Cosenza, 1509 - id., 1588) Humanista y filósofo italiano. Educado por su tío, el poeta Antonio Telesio, se doctoró en Padua y se retiró al convento benedictino calabrés de Seminara. En Nápoles escribió su voluminosa obra De la naturaleza de las cosas (1565-1587), discutida por aristotélicos y por escolásticos y que influyó en Giordano Bruno y Tommaso Campanella. De regreso a su ciudad natal, impulsó la Academia Cosentina, núcleo del nuevo antiaristotelismo.


Bernardino Telesio

Apenas cumplidos los diez años, Bernardino Telesio se trasladó a Milán junto a su tío Antonio, docto humanista que le enseñó latín y griego. En el año 1535 se doctoró en Padua, ciudad en la cual se estudiaba a Aristóteles singularmente como físico. Telesio opuso a este aspecto de la ciencia aristotélica, que juzgaba oscuro, contradictorio e insuficiente para la explicación de las cosas, una física propia, con un nuevo método para el conocimiento científico de la naturaleza, que, según él, debe ser aclarada en sí misma y se revela al hombre en cuanto éste es parte de ella.

En tal formulación, todavía tosca, reside la importancia del texto De la naturaleza de las cosas según sus propios principios, compendio del pensamiento del autor preparado lenta y laboriosamente (1536-1544) en el retiro de un monasterio benedictino, y redactado en Nápoles. En 1553 contrajo matrimonio con Diana Sersale, viuda con dos hijos, y se estableció en Cosenza, donde permaneció hasta la muerte de su esposa (1561). Perteneció a la academia de esta ciudad, cuyos miembros fueron los primeros divulgadores de la nueva filosofía.

Tras la renuncia a favor de su hermano Tomás del ofrecimiento del arzobispado de Cosenza, marchó a Nápoles; allí vivió de preferencia en la casa de los Carafa. Heredero de un considerable patrimonio, no supo administrarlo; fallecida su mujer, hubo de fiarse de administradores, que le llevaron a la ruina. Más que las dificultades económicas, sin embargo, le afligió la muerte de su hijo primogénito, asesinado en 1576. Le produjo en cambio gran satisfacción la difusión de su filosofía, que le procuró valiosos amigos y protectores, como los cardenales Bembo y Contarini y los papas Paulo III, Pío IV y Gregorio XIII.

El primer libro de su obra De la naturaleza de las cosas según sus propios principios apareció en Roma en 1565; más tarde, refundido con el segundo, fue publicado en Nápoles en 1570; la obra completa, en nueve libros, salió a luz en esta ciudad el 1587. Principal representante de la Academia Cosentina, como Marsilio Ficino lo fue de la florentina, Telesio afirma que la naturaleza debe estudiarse "iuxta propria principia", esto es, según sus propias leyes, sin referirla a Dios; tal dirección inmanentista es uno de los caracteres fundamentales de su filosofía. Todo conocimiento sobre la naturaleza deriva, por tanto, de la experiencia, pues los sentidos son la forma más cierta de saber; el razonamiento es un conocimiento derivado, basado sobre la memoria. Sentir es advertir los cambios de las cosas por medio de un estímulo que la realidad externa ejerce sobre la conciencia.

El sentido fundamental es, por tanto, el tacto, y a éste se refieren todos los demás. El olor, por ejemplo, es el calor comunicado al aire por los cuerpos odoríferos, y el aire nos lo transmite a nosotros. Por el calor, la conciencia, concebida de modo rigurosamente materialista, se agranda y se reduce, según que aumente y disminuya el propio calor; la sensación está en relación directa con el movimiento de la conciencia. No existe, pues, diferencia entre lo sensible y lo inteligible; las supuestas diferencias no son sino maneras diversas de sentir las cosas, y cualitativamente no difieren entre sí.

Toda ciencia racional es, por tanto, también ciencia sensible o reducida a lo sensible; las ciencias naturales son superiores a las matemáticas porque se refieren directamente a la sensación, en tanto la matemática opera sobre los sentidos que van a parar a la sensación. Toda operación de la conciencia es movimiento, y el movimiento más elevado es aquel con el cual la conciencia goza de sí misma como de la más alta expresión de la vida de la naturaleza.

Telesio condena toda tentativa de explicar el devenir natural con principios que no estén comprendidos en la materia; por eso critica la forma aristotélica, que considera trascendente en cuanto ligada al Acto puro, a Dios. Es preciso sustituir esta forma por principios inherentes a la naturaleza, como el frío y el calor. La naturaleza es pura materia que sería inerte, como masa corpórea que ocupa el espacio, si no estuviera movida por un principio dinámico que se expresa en la oposición entre calor y frío. De tal oposición se produjo primero el cielo y el calor de los astros, y luego la tierra que, cuando se halla privada del sol, retorna al frío originario.

Del cielo y de la tierra derivan todas las cosas de la naturaleza, las plantas, los animales, el hombre. Éste no se diferencia de los animales por estar provisto de vida espiritual, porque el espíritu humano no es sino espíritu animal dotado de mayor calor, de mayor agilidad y nitidez. También la superioridad del espíritu humano sobre los demás depende de causas naturales, como, por ejemplo, el ambiente de vida y el tamaño del cerebro. Idéntica base naturalista trata Telesio de dar a la moralidad. Todos los sentimientos humanos dependen de causas materiales: la alegría es el sentido de la conservación del cuerpo; la tristeza es la expresión de una debilitación de la fuerza vital.

Hasta el fin último de la vida humana es concebido por Telesio en sentido inmanentista, y es definido como la conservación y la perpetuación de la vida misma. Sin embargo, es posible reconocer en el hombre un alma inmortal, creada inmediatamente por Dios y unida al alma natural como "forma sobreañadida". La admisión de tal alma es necesaria, sobre todo, para explicar el comportamiento del hombre frente al mal y a la muerte. La grandeza del alma humana, su elevación y su virtud se expresan como fuerza, sabiduría, diligencia y benignidad. La importancia de Telesio reside en su exigencia inmanentista, considerada como fundamento de la ciencia de la naturaleza, y en su exigencia de la autonomía del saber. La ciencia así concebida, aun permaneciendo dentro de sus principios, nos indica sin embargo la existencia de un orden extranatural.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].