Felipe Pardo y Aliaga
(Lima, 1806-1868) Poeta, periodista, dramaturgo y político peruano que fue una de las voces literarias y periodísticas más activas de la primera mitad del siglo XIX. Dentro del romanticismo peruano, fue junto con Manuel Ascencio Segura el principal representante de la literatura costumbrista, y, pese a sus perspectivas divergentes, ambos prepararon el camino para las Tradiciones de Ricardo Palma, máxima expresión del género. Su ideario político conservador estuvo presente con frecuencia en su extensa obra.
Felipe Pardo y Aliaga
Era hijo de Manuel Pardo y Ribadeneyra, alto funcionario español, y de Mariana de Aliaga, hija de los marqueses de Fuente Hermosa. Debido a la prohibición legal para los funcionarios de casarse con criollas del lugar donde eran destinados, los padres de Pardo tuvieron que inscribir su enlace en el "Libro de matrimonios secretos". Solo unas pocas semanas antes del nacimiento de Felipe, el primogénito, obtuvieron la licencia de matrimonio. Previamente, Manuel Pardo había sido destinado al Cusco como Regente de la Audiencia de esa ciudad. De este modo, Felipe Pardo y Aliaga pasó sus primeros años entre Cusco y Lima. En la primera de ellas le tocó vivir de cerca una de las rebeliones patriotas, la de los hermanos Angulo, Béjar y Pumacahua. En ella, su padre fue hecho prisionero y sentenciado a muerte, pena que no llegó a cumplirse debido a la derrota de los alzados.
Proclamada la independencia, los Pardo viajaron a España, donde el padre continuó desempeñando cargos como funcionario. Sin embargo, al joven Felipe Pardo se le denegó la posibilidad de seguir la carrera diplomática; probablemente este factor, además de la necesidad de resolver problemas de herencia en Lima, le llevarían a regresar al Perú. En su estancia en Madrid, Felipe Pardo tuvo oportunidad de estudiar en el Colegio de San Mateo, teniendo como compañeros a José de Esponceda y a los dramaturgos Mariano Roca de Togores y Ventura de la Vega. Al cerrar el colegio en 1823, Pardo y Aliaga y otros estudiantes continuaron recibiendo clases en casa del escritor Alberto Lista y Aragón, ex regente del Colegio. Por entonces Pardo se iniciaba en sus composiciones poéticas.
En 1828 regresó al Perú. Establecido en Lima, fue nombrado profesor de matemáticas y filosofía en el Seminario de Santo Toribio, y se dedicó a los estudios forenses para recibirse de abogado. Felipe Pardo tomaría pronto contacto con José María de Pando, quien fundara el Mercurio Peruano, importante diario de la época. En su casa se reunía, en tertulias político-literarias, un grupo con tendencias conservadoras de bastante influencia en el quehacer político nacional; en general, los miembros de aquel círculo se inclinaban por las opciones de "mano dura", convencidos de que resultaba la única manera de poner orden en un país complejo y gobernado por el caos, como entonces lo era el Perú.
Fue en el Mercurio Peruano donde Felipe Pardo y Aliaga publicó su primer trabajo literario, una oda titulada Vuelta de un peruano a su patria. En adelante aparecerían nuevos poemas, así como críticas teatrales. En 1929 se le encargó la coedición de aquel diario. Al año siguiente, durante el gobierno del presidente Agustín Gamarra (que contaba con el apoyo del grupo de Pardo) dirigió los periódicos oficiales El Registro Oficial, El Conciliador y La Miscelánea. Por esos meses estrenaba la pieza teatral Frutos de la educación, que recibió una fuerte crítica, especialmente del cura Larriva, quien mantuvo un enfrentamiento literario con Pardo que culminaría en duelo. Condicionado por el viejo crítico, el público no acudió en demasía al teatro.
En septiembre de 1830 Felipe Pardo y Aliaga fue nombrado Secretario de la Legación en Bolivia. En una estancia de paso por Arequipa, Pardo se examinaba para optar el título de abogado. De vuelta a Lima contrajo matrimonio con Petronila de Lavalle y Cavero, joven perteneciente a una importante familia de la elite limeña. Meses más tarde estrenaba Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho.
Los años siguientes, marcados por la anarquía política, desgastaron profundamente al país. Pardo y Aliaga tuvo que salir varias veces al destierro; en otras resultó triunfador y ocupó algunos puestos en el gobierno. Su primera deportación tendría lugar en 1833, acusado de participar en un levantamiento contra el presidente liberal Luis José de Orbegoso. Debelada la conjura, el presidente ordenó su expulsión, pero Pardo logró eludir la orden escondiéndose en diferentes barcos anclados en el puerto del Callao y, finalmente, fue amnistiado. De vuelta a la actividad, lanzó la publicación del periódico El hijo del Montonero, que buscaba combatir al orbegocista El montonero.
Cuando en 1835 se produjo la rebelión de Felipe Santiago Salaverry contra la Confederación peruano-boliviana, Felipe Pardo y Aliaga tomó una vez más el camino de la insurgencia. El joven general rebelde nombró al escritor ministro plenipotenciario ante la corte española. Para ocupar este nuevo cargo, la familia Pardo Lavalle partió del Callao, rumbo al sur. Sin embargo, se quedaron en la escala de Valparaíso, Chile, donde nació una de sus hijas. En Santiago, Pardo se enteró de la derrota y fusilamiento de Salaverry.
Decidió entonces permanecer en esa ciudad, dedicado a una feroz crítica periodística contra la Confederación, que alzó en el poder al general boliviano Andrés de Santa Cruz. Publicaciones impresas en Chile, como El intérprete y La Jeta estuvieron orientados a criticar aquel gobierno desde el destierro. El gobierno del sur le dio acogida, pues veía con bastante recelo la afirmación de una alianza peruano-boliviana. Es más, promovió las dos campañas "restauradoras" que terminaron con dicha unión. Sin embargo, Felipe Pardo y Aliaga intentó desvincularse de la segunda campaña, pues los generales peruanos Orbegoso y Domingo Nieto se habían alzado contra Santa Cruz. Frente a ello, para Pardo un ejército extranjero en el país ya carecía de justificación. De todos modos, la expedición restauradora tomó Lima y acabó con la aventura unificadora del general Santa Cruz.
A partir de entonces se dio una de las etapas más caóticas de la historia de la república peruana, llegando a tener hasta siete presidentes al mismo tiempo. Desengañado, Pardo decidió regresar a Chile y allí permaneció hasta 1839. Cuando volvió, ese mismo año, le esperaba otra orden de destierro, al cual partió esta vez sin su familia. Sin embargo, en febrero de 1840 ya estaba de vuelta, amnistiado por el Congreso de Huancayo. Al poco tiempo Felipe Pardo y Aliaga era nombrado vocal de la Corte Suprema de Justicia de Lima. Sin embargo, entre 1840 y 1842 sería deportado dos veces más.
A pesar de los virajes de la política, por esta época escribiría probablemente su periódico más mentado: El espejo de mi tierra, considerado una valiosa antología de la literatura costumbrista peruana decimonónica. En esta publicación aparecieron cuentos, poemas humorísticos y artículos del propio Felipe Pardo y Aliaga: El viaje y El paseo de Amancaes son en la actualidad los más recordados. Especialmente el primero, cuyo personaje, el niño Goyito, representa al "niño bien" de Lima. Detrás del argumento se puede leer un ataque a la permisividad respecto a los muchachos criollos y una invectiva contra la educación de la época, poco orientada a formar jóvenes virtuosos.
La crítica a sus ideas no se hizo esperar. Al poco tiempo apareció la publicación Lima contra El Espejo de mi tierra, que contaba con la colaboración de Manuel Ascencio Segura, el otro escritor fundamental de esa época. Sin firmarlas, Pardo y Segura intercambiarían letrillas satíricas, uno contra otro, para deleite de sus contemporáneos. Desde una posición social menos privilegiada, Segura y sus demás críticos le achacaban ese conservadurismo que lo llevaba a posturas antidemocráticas, además de ciertos prejuicios racistas. Ambos, conjuntados, habrían alimentado su escepticismo respecto a la realidad social y política peruana. Pardo era el "chapetón" (español) y "afrancesado", para sus críticos mordaces. El Espejo de mi tierra reapareció con nuevos números en 1850, aglutinando en ambos períodos lo mejor de sus trabajos de madurez.
Pero, si bien su mente empezaba a producir sus mejores obras, Felipe Pardo y Aliaga se veía cada vez más disminuido físicamente, debido a una enfermedad que devino más tarde en parálisis; pese a ello, continuó con su labor pública. En 1844 aparecían los 37 números de La Guardia Nacional, a favor del presidente Manuel Ignacio de Vivanco, amigo suyo y compañero de aventuras políticas, poco tiempo más tarde derrocado por Ramón Castilla. Sobresalieron los versos políticos, reincidiendo en sus ideas autoritarias y antimilitaristas y en su desconfianza frente a lo popular. Cuando cayó Vivanco, Pardo tuvo que partir al destierro por séptima vez. Volvería, no obstante, con un nuevo cargo, otorgado por el presidente Castilla: ministro de Relaciones Exteriores.
Para quienes se han ocupado de la biografía de Felipe Pardo y Aliaga, el aceptar una responsabilidad de aquel militar mestizo con una educación tan distinta a la suya, arquetipo humano de sus prejuicios sociales y políticos, no significó necesariamente un cambio en el pensamiento y actuación pública del escritor. De hecho, sus opiniones en el gobierno fueron las mismas, especialmente en lo referente a su obsesión por el orden fuerte, legal y honesto para despejar la amenaza del caos. Por entonces su salud se deterioraba considerablemente, agravado por un nuevo mal, la ceguera. Sin embargo, en los años siguientes siguió ocupando cargos políticos. El más alto fue el de vicepresidente del Consejo de Estado, en 1851. Un cargo que en realidad representaba más un reconocimiento al postrado hombre público.
A pesar de ocupar un puesto en el gabinete, Pardo continuó con sus escritos, a veces contrarios a los hábitos del gobierno mismo. Cuando se estableció la Convención Nacional para elaborar una nueva Constitución, publicaría sus poemas satíricos Constitución política y El Perú, en los nuevos números de El espejo de mi tierra. En 1860, la Real Academia de la Lengua Española, a propuesta de sus antiguos compañeros de colegio Ventura de la Vega, Mariano Roca de Togores y Antonio María Segovia, lo eligió miembro correspondiente, siendo el primer peruano en recibir esta distinción. Los últimos años estuvieron marcados por el dolor y la postración. Ayudado por su hija Francisca, Felipe Pardo y Aliaga dedicó las pocas energías que le quedaban a la recopilación de sus obras, en prosa y verso, la cual salió de imprenta al año siguiente de su fallecimiento.
Autor prolífico, Felipe Pardo y Aliaga sobresalió en sus versos satíricos y en sus cuentos costumbristas; en ambos géneros, el escritor pocas veces se desprendió del literato, pues la crítica era el trasfondo de sus escritos, especialmente la orientada hacia los hábitos de los políticos, la falta de civismo y la ambición personalista de los gobernantes.
Felipe Pardo y Aliaga tuvo cuatro hijos. El mayor de ellos, Manuel Pardo y Lavalle (1834), llegó a convertirse en el primer presidente civil del Perú (1972). Su nieto José Pardo y Barreda también ocupó el más alto cargo político del país en dos ocasiones (1904 y 1916). En general, durante el auge del civilismo (1895-1919), los Pardo fueron considerados miembros de la élite política, ocupando diversos puestos claves en la vida pública.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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