Nikón
(Nikita Minov; Veldemanovo, 1605 - Yaroslavl, 1681) Patriarca de la Iglesia rusa. Partidario del retorno de la Iglesia rusa a sus orígenes griegos, en 1654 convocó un concilio e hizo adoptar a sus sacerdotes la revisión de las traducciones de la Biblia a partir de los textos griegos. La reforma suscitó una violenta reacción de Avvakum, jefe de los tradicionalistas, quien fundó el movimiento cismático raskol; el zar le hizo deportar a Siberia y le sometió a tortura. En 1656 Nikón se enemistó con el zar por sostener la primacía del poder espiritual sobre el temporal y se retiró a un convento (1658). En 1664 intentó recuperar sus funciones, pero el concilio de 1666, que marcó el triunfo del Estado sobre la Iglesia, le apartó de forma definitiva.
El patriarca Nikón
Bajo el reinado de Alexis o Alejo I de Rusia, la autoridad omnipresente del zar se hizo notar también sobre la iglesia oficial, que en 1653 puso en marcha una moderada reforma litúrgica dirigida por Nikón, patriarca de Moscú. Muy influida por la iglesia griega, la reforma consistió en la revisión de los libros religiosos para depurarlos de los incontables errores de los copistas, la adopción del signo de la cruz con tres dedos en lugar de dos, la prohibición de prosternaciones sucesivas y la introducción de la polifonía y de la predicación en las iglesias.
La mayoría del pueblo y muchos hombres de iglesia, muy apegados a la vieja ortodoxia rusa, reaccionaron contra estas novedades, a las que tachaban de verdadera "herejía latina". Alexis no dudó en hacer frente a esta ola de protestas y deportó al principal defensor de la tradicional feritualista, Avvakum, a Siberia, en 1656. Sin embargo, a pesar de apoyar las reformas de Nikón, le obligó a dimitir primero y a exiliarse después, por no estar de acuerdo con su forma autoritaria de proceder. A pesar de esta acefalia de la reforma, un gran concilio de prelados rusos y griegos anatematizó la "vieja fe" y excomulgó a sus devotos en 1666. Pero los "viejos creyentes" no reconocieron ninguna autoridad a un concilio que consideraban "extranjero" (la participación griega fue decisiva) y consumaron el cisma o raskol.
De esta manera, frente a una iglesia "oficial" sometida al Estado, una gran parte del pueblo ruso (los raskolnitz o disidentes) permaneció fiel a la "vieja fe" y alimentó, en nombre de inveteradas costumbres, una enérgica protesta contra todo tipo de novedades eclesiales y contra la centralización en la cúspide y la servidumbre en la base, de acuerdo con unos esquemas políticos anárquicos e igualitarios. Aunque se deba a múltiples causas, la defensa de un puro paneslavismo frente a una creciente occidentalización tuvo en los defensores de la "vieja fe" un propicio caldo de cultivo.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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