Mimnermo de Colofón
(Siglo VII a.J.C.) Poeta y músico griego. Sus elegías, publicadas en un volumen con el título Nanno, se caracterizan por una gran sensualidad impregnada de erotismo y una velada melancolía. En su poesía se inspiraron después los poetas alejandrinos, Calímaco entre ellos.
Mimnermo de Colofón vivió a fines del siglo VII y comienzos del VI a. de C. y fue contemporáneo de Solón, aunque unos años más joven que éste. Poco sabemos de su vida. Un eclipse de sol del que habla el poeta en un fragmento suyo fue indudablemente el del año 585, predicho por Tales de Mileto, confirmando la época en que vivió; al parecer, fue un flautista de Colofón o, más probablemente, de Esmirna, y amó a una tocadora de flauta llamada Nanno.
Los antiguos conocían de este poeta dos libros de elegías: uno, que llevaba por título el nombre de la mujer amada, la flautista Nanno, parece que fue principalmente de asunto mitológico, del tipo que después repusieron los elegíacos alejandrinos; mientras el otro contenía composiciones más breves, de carácter más personal.
Ciertamente, con el título Nanno podían indicar los antiguos un grupo de elegías, o un libro de ellas o acaso un largo poema elegíaco; más tarde serían coleccionadas aparte las elegías más breves que no tenían relación entre sí. Se puede presumir que Nanno fuera un poema elegíaco continuado, de tema histórico-mitológico, en el que no escasearían las ocasiones para que el poeta expresara sus más íntimos sentimientos; tampoco se puede excluir que el nombre de Nanno fuera sólo un punto de referencia para servir de nexo de unión de materias muy variadas.
La elegía, que entonces los griegos usaban preferentemente para exhortaciones políticas, morales y filosóficas, se convirtió para Mimnermo en un desahogo sentimental, instrumento para la expresión de los impulsos de su corazón. Poquísimos son los fragmentos que poseemos pero notables, porque fijan los tonos de la poesía voluptuosa y sentimental que floreció especialmente en los convites.
No le faltaban acentos políticos y guerreros (fr. 13), pero prefirió las dulzuras de la vida y los goces del amor: "¿Qué vale la vida sin la dorada Afrodita?" (fr. l). A la celebración de la alegría y del amor acompaña inevitablemente el pensamiento de la muerte: breve es la juventud, caducas como las hojas las generaciones humanas (fr. 2), inevitables el sufrimiento y la vejez (fr. 5), y cuando la vejez ha llegado no vale la pena vivir. De la conciencia del dolor surge, aun en medio del placer, el tono melancólico típico de esta poesía.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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