Joseph L. Mankiewicz
(Joseph Leo Mankiewicz; Wilkes-Barre, 1909 - Bedford, 1993) Director cinematográfico estadounidense. Hijo de emigrantes alemanes, su padre fue profesor en el New York City College, lo que le permitió tener contacto con el mundo intelectual de la ciudad durante su infancia y juventud. Estudió en la Stuyvesant High School, obtuvo el Bachelor of Arts por la Universidad de Columbia y fue enviado por su padre a Berlín para continuar con su formación.
Joseph L. Mankiewicz
Allí buscó trabajo, formó parte de grupos de teatro de la ciudad y descubrió la esencia del cine, circunstancia que le llevó a los estudios de la UFA, en donde se dedicó a traducir al inglés los intertítulos de las películas alemanas de finales de los años veinte. Regresó a Estados Unidos llamado por su hermano Herman, autor teatral y periodista, que se había incorporado al mundo del cine en Hollywood como guionista.
Primero en la Famous Players-Lasky y después en la Paramount, Joseph L. Mankiewicz progresó sin descanso asumiendo todo tipo de trabajos que tenían como punto en común la escritura, y pasó de los intertítulos a guiones cómicos para Jack Oakie (Luna de junio, 1931) y W. C. Fields (A todo gas, 1932) y de ambiente musical para Bing Crosby (Too much harmony, 1933).
En estos años fue nominado al Oscar por el guión adaptado que escribió con Sam Mintz para Las peripecias de Skippy (1931), película dirigida por Norman Taurog e interpretada por el niño Jackie Cooper. Joseph L. Mankiewicz colaboró en varias películas de la RKO Radio hasta que entró en la Metro Goldwyn Mayer con buen pie, pues cada uno de los guiones que fue escribiendo para Woody S. van Dyke (El enemigo público número 1, 1934; Vivo mi vida, 1935) y King Vidor (El pan nuestro de cada día, 1934) se convirtieron en notables éxitos y contaron con repartos de lujo encabezados por Clark Gable, William Powell, Myrna Loy y Joan Crawford.
A lo largo de diez años, Joseph L. Mankiewicz trabajó como productor para el Estudio de Louis B. Mayer, y de su trabajo como guionista salieron películas que quedarían para la historia como títulos de indudable calidad. Baste citar Furia (1936), de Fritz Lang; Tres camaradas (1938), de Frank Borzage; Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor; La mujer del año (1942), de George Stevens; y Las llaves del reino (1944), de John M. Stahl.
Cubierta esta etapa, Joseph L. Mankiewicz pasó a la dirección con una serie de películas que le permitieron tomar conciencia de lo que era trabajar de encargo y tener que someterse a los patrones de un nuevo estudio, como era el caso de la 20th Century-Fox. Muy pronto, sin embargo, demostró sus cualidades en Carta a tres esposas (1949), con un guión eficaz y una estructura narrativa que evoluciona en función de un relato muy novedoso.
Fotograma de Eva al desnudo (1950), de Joseph L. Mankiewicz
Mankiewicz obtuvo dos Oscar por la dirección y el guión, premios que le situaron en un lugar privilegiado que, para sorpresa de muchos, confirmó al año siguiente cuando la Academia premió con seis estatuillas su película Eva al desnudo (1950), un excelente trabajo que permitió al director obtener otros dos premios. Sin duda, el enfrentamiento entre una primera actriz (una genial interpretación de Bette Davis) y otra aspirante (una soberbia Anne Baxter) que sólo tiene en su mente alcanzar el éxito, permitió a Mankiewicz demostrar su dominio de la puesta en escena y de la eficacia de un guión bien construido a partir de una estructura temporal (sobre la que avanza el pasado en un flash-back) que redunda en la dramaturgia de la historia.
Tras dirigir Operación Cicerón (1952), una de las mejores intrigas policíacas rodadas en Hollywood, y Julio César (1953), con excepcionales interpretaciones de Marlon Brando, James Mason y John Gielgud, Mankiewicz fundó su propia productora, Figaro Inc., con la que abordó proyectos más liberados y que le facilitaron la profundización en los temas que tanto le apasionaron (el orgullo, el éxito, el dinero, el ocaso de la cultura) y que tenían que ver con la sociedad estadounidense de la época.
Desde La condesa descalza (1954) hasta La huella (1972), el director continuó profundizando en el detalle interior de sus personajes, mostrando la realidad de sus gestos y acciones, desmontando lo aparente y dando vida a una patente frialdad. Elaboró un cine de sentimientos, de emociones y de vivencias que trascienden el marco del plano para ofrecer al espectador un mosaico de intenciones; tales intenciones surgen del lado oculto de los personajes, los cuales representan en su conjunto la sociedad ficticia en que se enmarca el relato, pero también, y con más fuerza, la sociedad y el tiempo del propio Mankiewicz. Más allá del cine espectáculo representado por una reedición de la historia de Cleopatra (Cleopatra, 1963) y de saltarse las normas de un género tan americano como el western (El día de los tramposos, 1970), Mankiewicz intentó confirmar que cualquier espacio y ambiente es bueno para que los personajes se conviertan en invulnerables o caigan a lo más profundo del pozo, siempre que el espectador se deje atrapar por una apariencia que el relato irá manipulando en su contra.
Joseph L. Mankiewicz fue, sin duda, uno de los directores más personales que ha dado Hollywood. Demostró un gran dominio del diálogo, sobre el que construyó con eficacia una planificación que superó el ritmo y el diseño clásico de buena parte del cine de su época. Quizá resultó reiterativa la estructura en flash-back en varias de sus películas; la credibilidad de la historia, no obstante, fue dada también por el cuadro artístico que seleccionó para cada una de sus obras y los conocimientos que aplicó en las principales obras el director de fotografía Leon Shamroy, demostrando que los resultados tienen mucho que ver con lo que se hace delante y detrás de la cámara.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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