San Malaquías
(San Malaquías de Armagh; Armagh, 1094 - Claraval, 1148) Prelado irlandés. Más de 700 años después de que San Patricio hubiera introducido la doctrina católica en territorio irlandés, Malaquías coniguió, desde su puesto de arzobispo de Armagh, reunir en torno a dicha doctrina a la mayor parte de la población de fieles de la isla, quienes abandonaron las primitivas liturgias celtas (cuya ascendencia sobre los irlandeses era por aquel entonces notable) en favor del culto cristiano. Esta actividad como reformador confiere a San Malaquías una gran importancia en la progresiva definición de la identidad nacional irlandesa, estructurada desde entonces sobre su uniformidad religiosa.
San Malaquías de Armagh
De hecho, sus muchos e indudables méritos fueron reconocidos con inusitada prontitud, ya que en 1199, es decir, tan sólo 51 años después de su muerte, fue canonizado; la Iglesia católica celebra la festividad de San Malaquías el 3 de noviembre. Su labor pastoral, aun siendo reconocida de forma unánime por la jerarquía eclesiástica, quedó pronto olvidada salvo en Irlanda, donde San Malaquías era venerado. Hubieron de pasar más de cuatro siglos para que su nombre volviera a estar en boca de todos, y no precisamente por su actividad como reformador y prelado, sino por sus supuestas dotes proféticas: durante mucho tiempo se atribuyó a San Malaquías la autoría del manuscrito llamado La profecía de los papas. Los historiadores, sin embargo, acabarían descubriendo que el documento era apócrifo y que había sido escrito en el siglo XVI.
En 1590, el monje benedictino Arnoldo de Wion propagó la noticia de que en la biblioteca del monasterio de Mantua, del que era abad, había encontrado un manuscrito con 113 lemas, en cada uno de los cuales se describía a los diferentes pontífices que se sucederían en el tiempo desde 1139 (fecha en la que presumiblemente San Malaquías habría redactado estas profecías) hasta el advenimiento del tercer milenio. Tras la muerte del último papa tendría lugar la segunda venida de Cristo a la Tierra, coincidiendo con el fin del reinado de la Iglesia católica.
Las citas, que fueron recopiladas por Arnoldo de Wion cinco años más tarde en el libro Lignum Vitae (1595), ofrecen una relación de papas, a cada uno de los cuales se le identifica con una característica propia, ya sea su lugar de nacimiento, su escudo o su nombre. Aunque en su momento fueron admitidas sin discusión e incluso gozaron de gran predicamento, en la actualidad se puede afirmar que las profecías no fueron escritas por San Malaquías.
Malaquías murió en 1148 en presencia de su buen amigo San Bernardo de Claraval (1090-1153), a quien se debe una primera y prematura biografía del prelado irlandés, la Vida de San Malaquías, en la que no se hace mención alguna a los lemas proféticos. Se especula, sin embargo, con que esta relación de predicciones pueda responder a un encargo privado que el papa Inocencio II hizo a Malaquías durante su estancia en Roma en 1139. El Sumo Pontífice podría haberle solicitado una relación de todos sus sucesores en el trono de San Pedro, pero tras leer la lista de descripciones elaborada por Malaquías, prefirió recorrer su camino guiado por los designios del Señor, antes que hacerlo orientado por oráculos y augurios. La idea de no tentar al destino tal vez le habría inclinado a desechar el supuesto trabajo de San Malaquías.
Con independencia de si fue San Malaquías u otro visionario el autor de estas profecías, el aspecto que más controversia despierta es su fecha de redacción. Si bien es verdad que hasta Clemente VIII (papa reinante en 1595, año de la publicación) la exactitud de las citas proféticas es bastante clara, el paso del tiempo ha corroborado que se ha de forzar al máximo su interpretación para adecuarlas a las características de los pontífices que lo sucedieron. Para algunos teólogos este hecho probaría que los 113 lemas fueron inventados por el propio Arnoldo de Wion hacia 1590, pocos años antes de su publicación.
Si, como pretendieron algunos, hubiéramos de fiarnos de las predicciones de San Malaquías, entonces cabría esperar que el papa Francisco fuera el último pontífice antes de que se produzca, en palabras del profeta, "la última persecución a la Santa Iglesia Romana, tras la cual, ocupará la silla Pedro Romano, que habrá de apacentar a su rebaño padeciendo muchas tribulaciones. Después, la ciudad de las siete colinas será destruida y el juez tremendo vendrá a juzgar a su pueblo".
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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