Jacqueline Kennedy
(Jacqueline Lee Bouvier; Southampton, 1929 - Nueva York, 1994) Reportera gráfica del Washington Times-Herald en su juventud, se casó en 1953 con el entonces senador John Fitzgerald Kennedy. Con la elección en 1961 de su esposo como presidente se convirtió en primera dama de Estados Unidos; el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, estaba a su lado en el coche oficial cuando Kennedy fue asesinado. Cinco años después, en 1968, contrajo matrimonio en Grecia con el armador Aristóteles Onassis, que fallecería en 1975. De regreso a su país se centró en el negocio editorial y colaboró con iniciativas sociales.
Jacqueline Kennedy
Hija de un magnate de la bolsa, Jacqueline se educó en los colegios más elitistas de su país. Su primera escuela fue la selectiva Chapin's School de Manhattan; a los doce años ingresó en el Vassar College, uno de las centros femeninos más elegantes de los Estados Unidos. En 1940 se divorciaron sus padres, hecho que dejaría una profunda huella en su carácter: de poseer un espíritu activo y rebelde pasó a encerrarse en sí misma. Producto de esa introversión fue su afición a la lectura (en especial, de novelas románticas), así como a la música, el ballet y el dibujo.
Un viaje a Europa en su adolescencia, en el que visitó la Provenza francesa y buena parte de Escocia e Inglaterra, la decidiría años después a cursar parte de sus estudios superiores en el Viejo Continente. En agosto de 1949 se matriculó en la Universidad de Grenoble (Francia) para realizar un curso intensivo y dos meses después se trasladó a la Universidad de La Sorbona en París, donde se graduaría en francés. A su regreso a los Estados Unidos ingresó en la Universidad George Washington, licenciándose en literatura inglesa.
Tras fijar su residencia en Washington D.C. (desechó la idea de su padre de vivir con él en Nueva York) y con el firme propósito de labrarse su propio futuro profesional, la joven Jackie encontró trabajo en el Washington Times-Herald (ya desaparecido). Sus primeras tareas en el periódico consistieron en elaborar encuestas y pequeños artículos. Su buen desenvolvimiento en la redacción le permitió luego cubrir informaciones de mayor trascendencia.
En 1952 consiguió una entrevista con el entonces joven y prometedor senador John Fitzgerald Kennedy, que estrenaba escaño en el Senado por el estado de Massachusetts. El magnetismo de la joven cautivó al futuro presidente, quien a partir de aquel momento comenzó a citarse con ella. Lo que empezó siendo una simple relación terminó en noviazgo. No obstante, la joven tuvo antes que sortear las reticencias de los Kennedy, quienes veían en Jackie una mujer quizá demasiado liberal e independiente que, pese a ser católica, había mantenido relaciones con diversos hombres.
Con John Kennedy (Washington, 1961)
El 12 de septiembre de 1953 contrajeron matrimonio en la iglesia católica de Newport, en Rhode Island. Desde ese día formaron una de las parejas más famosas y seguidas del mundo, popularidad que se hizo aún más patente con la llegada de Kennedy a la Casa Blanca, el 20 de enero de 1961. Hay que apuntar que en la victoria electoral de Kennedy frente al candidato republicano Richard Nixon, el 22 de noviembre anterior, tuvo mucho que ver el carisma de Jacqueline. Para muchos, su imagen fue uno de los factores más determinantes del éxito político de su marido.
La toma de posesión del presidente el 20 de enero de 1961 fue uno de los días más felices de la vida de Jackie; desde aquel día y junto a su marido se convirtió en el símbolo de la nueva etapa que se abría en la historia de Estados Unidos. Quizá por ello Jacqueline fue imitada en sus peinados, vestidos e incluso gestos por mujeres norteamericanas y de todo el mundo; la admiración que despertaba no conoció fronteras. La felicidad que exteriorizaba su matrimonio era, sin embargo, bastante irreal. De puertas para adentro, la pareja vivía una relación tumultuosa; las tensiones no hicieron sino acentuarse con el paso de los meses. Jacqueline tuvo que aguantar las continuas infidelidades de su marido, cuyos amoríos no cesaron ni por las protestas de su esposa ni con el afianzamiento de su presidencia.
El día 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy fue asesinado por Lee Harvey Oswald durante la visita oficial que estaba realizando a Dallas, Texas. Ella, que estaba sentada a su lado en el coche presidencial, asistió con estupor al fallecimiento de su marido. Convertida desde aquel trágico día en la «viuda de América», Jacqueline fue otra víctima del magnicidio; volvió a encerrarse en sí misma y vivió una etapa de silencio en su apartamento de la Quinta Avenida de Nueva York, donde se había retirado con sus dos hijos.
Más de un año después, a principios de 1965, Jacqueline Kennedy empezó a recibir visitas y a aparecer en actos públicos. En los meses siguientes comenzaron a extenderse los rumores sobre posibles romances; entre ellos, uno con el embajador español Antonio Garrigues. Sin embargo, la relación que levantó más expectación fue la que empezaba a mantener con el griego Aristóteles Onassis, uno de los hombres más ricos, famosos y enigmáticos de su tiempo. La actitud de Jackie despertó insidiosos comentarios en Washington D.C. y en Nueva York. Según comentarios de la época, Jacqueline había sucumbido a la tosquedad y riqueza de su pretendiente griego. Pero Jacqueline, que no quería rendirse a la fatalidad que le sobrevino en noviembre de 1963, no se inmutó.
El 15 de abril de 1968, un diario de Chicago anunciaba la próxima boda de la viuda del presidente Kennedy con el armador Aristóteles Onassis. Ese mismo año, el 20 de octubre, Jacqueline y Onassis contraían matrimonio en una pequeña capilla de la isla griega de Skorpios. Para la opinión pública norteamericana fue la caída de un mito; posiblemente, los peores dardos por este nuevo casamiento vinieron de su cuñado Robert F. Kennedy, con quien mantuvo un fuerte altercado.
En los primeros meses del matrimonio, Onassis colmó de regalos a Jackie. Sin embargo, las diferencias de temperamento, costumbres y gustos entre ambos comenzaron a agrietar la relación. A todo ello se sumaron los problemas financieros del armador y los conflictos de Jacqueline con los hijos de Onassis. Al final, ni Jacqueline aguantaba la dureza e infidelidad de su marido, ni éste la pasión consumista de su elegante mujer. En enero de 1973, Onassis recibió el más duro golpe de su vida: la muerte de su hijo Alejandro en un accidente de aviación. La tragedia sumió al empresario en la mayor tristeza y, tiempo después, cayó enfermo. El 15 de marzo de 1975 el magnate falleció en París y Jacqueline dejó Europa, trasladándose a Nueva York. Tras diversas disputas en torno al testamento, Jacqueline heredó 26 millones de dólares de su difunto esposo.
Tras la desaparición del armador y con la declarada intención de no volver a casarse nunca más, Jacqueline procuró rehacer su vida y su carrera profesional. Por de pronto, ese mismo año de 1975 consiguió un contrato como directora adjunta de la editorial Viking Press. Este trabajo lo compaginaría con otras labores de carácter social. Así, en noviembre de 1976 fue nombrada presidenta de la Liga Benéfica Pro-Navidad para niños y ancianos de Nueva York, y en 1977 fundó una asociación contra la violencia en el cine.
En 1979 fue contratada por la editorial Doubleday Co. como editora adjunta, cargo que mantuvo hasta su muerte y que compatibilizó con otros puestos directivos de varios museos. Durante esta etapa, su buen ojo comercial y sus contactos le permitieron hacerse con los derechos biográficos de numerosas celebridades. Su mayor éxito editorial lo obtuvo en 1984 al convencer a Michael Jackson para que escribiese sus memorias, Moonwalk, que fueron un número uno en ventas. De hecho, Jacqueline nunca pasó dificultades económicas; la revista Forbes le atribuía una fortuna personal de 120 millones de dólares.
En enero de 1994 se le diagnosticó un cáncer linfático en el cuello y en las axilas. El fuerte tratamiento médico a que estuvo sometida en los meses siguientes complicó su estado físico y el 14 de abril fue operada de urgencia de una úlcera sangrante en el Hospital Cornell de Nueva York. El 15 de mayo ingresó de nuevo en este hospital neoyorquino ante el empeoramiento de su salud. Cuatro días después, los médicos que la trataban reconocieron que no podían hacer nada más por la ex primera dama, quien decidió entonces ser trasladada a su casa y no recibir más tratamiento. Ese mismo día 19, Jacqueline Kennedy Onassis fallecía a las 10:15 de la noche en su apartamento de la Quinta Avenida de Nueva York, rodeada de sus hijos y su íntimo amigo Maurice Tempelsman. El 23 de mayo fue enterrada en el cementerio de Arlington, en Washington D.C., junto a la tumba de John Kennedy.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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