Jefté
(Siglo XII a.J.C.) Juez de Israel según la Biblia. Ocupó este cargo durante seis años, derrotando a los ammonitas. Se vio obligado a sacrificar a su hija como consecuencia de un voto imprudente.
Jefté es recibido por su hija
Según el Antiguo Testamento, Jefté fue el octavo de los Jueces israelitas de quienes se habla en los capítulos X y XII del Libro de los Jueces. Era hijo ilegítimo, nacido de una prostituta, y apenas llegado a la mayoría de edad fue expulsado de casa por los hijos legítimos de su padre.
Situado así fuera de la ley y al margen de la vida civil, hubo de aceptar totalmente su suerte y transformarla en aventura. Se convirtió en jefe de una partida de bandoleros beduinos, compartiendo su clásica vida de proezas y asaltos. Pero el ímpetu de su carácter debió de correr parejo con una indudable sagacidad y con ciertos rasgos generosos, ya que, cuando los israelitas fueron amenazados por los ammonitas, sus vecinos del este, tuvieron la idea de ofrecerle la jefatura de su pueblo.
Ante la perspectiva de una nueva aventura y la proposición formal de convertirse en jefe de Galnad, las antiguas ofensas pasaron a segunda línea y Jefté aceptó la invitación de los ancianos. Después de intentar en vano una avenencia amistosa con los ammonitas, decidió pasar a la acción, pero en la incertidumbre del éxito y bajo la pesadilla de un inminente "juicio de Dios", su religiosidad, tan ruda como profunda, irrumpió con el ímpetu primitivo de un tremendo voto: "Si venzo a los ammonitas, la primera persona que salga de mi casa a recibirme victorioso será de Yahvé, y yo se la ofreceré en holocausto".
El recuerdo de sacrificios humanos celebrados en otro tiempo por los cananeos no debió sin duda ser ajeno a la exaltación religiosa de Jefté; la gravedad de su voto no era por otra parte menor, a sus ojos, que la gravedad de su empresa. Una vez obtenida rápidamente la victoria, ocurrió que la primera persona que se le acercó, entre un coro de vírgenes que cantaban sus alabanzas, fue su única hija. Al hallarse ante la víctima de su voto, el guerrero fue presa de violenta emoción, que expresó en frases de profundísimo pesar. Su hija no se opuso a la ejecución del voto: únicamente le pidió que la difiriera por dos meses, a fin de poder recorrer los montes con sus amigas "para llorar su virginidad".
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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