Inocencio VIII
(Giovanni Battista Cybo; Génova, 1432 - Roma, 1492) Papa (1484-1492). Al parecer, fue elegido en 1484 gracias a las intrigas del vicecanciller Borgia, que le sucedería después bajo el nombre de Alejandro VI. Fue un hombre bondadoso, pero débil de carácter, sin duda debido a sus frecuentes y graves enfermedades, lo que no le hacía precisamente idóneo para hacer de mediador entre las ciudades de Italia, llenas de recelos entre ellas.
Inocencio VIII
Se enfrentó a Ferrante, rey de Nápoles, cuando éste se negó a pagar el censo feudal, y esta hostilidad se vio acentuada por las crueldades que Ferrante ejercía contra los súbditos del Papa. Cuando el rey buscó el apoyo de Hungría, de Milán y de los Médicis, Inocencio, que sólo había podido lograr el apoyo de Génova, se vio obligado también a buscar auxilio en el monarca francés, con lo que Ferrante se avino a firmar una paz que no respetó.
Gracias a la intervención de Lorenzo de Médicis, que actuó de mediador entre el papa y el rey de Nápoles, Ferrante no fue excomulgado; pero consiguió exasperar tanto al papa con sus continuas agresiones que Inocencio VIII reunió finalmente un Concilio secreto, en el cual declaró que Ferrante quedaba privado de su corona y que Nápoles volvía a los Estados de la Iglesia. Con esta medida la guerra parecía inevitable, pero Inocencio VIII, afectado por continuos ataques, no encontró quien le apoyase económicamente dentro de Italia. El apoyo del monarca francés Carlos VIII hizo que Ferrante, amedrentado, se apresurase a firmar la paz.
De todas las funestas consecuencias que produjeron las contiendas con Nápoles, la más perniciosa fue estorbar la guerra contra el turco, aunque después de su elevación, Inocencio VIII hizo ver a los Estados europeos la gravedad del peligro turco, enviando legados a Fernando de Aragón, Alemania y Francia. Aceptó de Bayaceto 120.000 escudos de oro para que retuviera en su poder a Zizim, hermano de aquel sultán, que por huir de la cólera de su hermano se había refugiado en Rodas, y que fue entregado al papa por Aubusson, gran maestre de los caballeros. Poco tiempo después, los Reyes Católicos quebrantaban para siempre las fuerzas del Islam en Occidente.
Si bien se sabe que Inocencio VIII protegió las artes, la mayor parte de las obras de esta época se han perdido. También veló solícitamente por la pureza de la fe, de lo que da muestra su comportamiento con el famoso filósofo Pico de la Mirandola. Cuando éste se presentó en la Ciudad Eterna para exponer sus teorías, el papa nombró una comisión de teólogos, obispos y juristas que examinaron sus tesis y decidieron que eran heréticas y paganas, por lo cual Inocencio VIII decidió prohibir la disputa pública.
En España autorizó la reunión a la corona de las tres órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara, y restituyó a los reyes de España al título de Católicos, que antes les había dado Honorio I y que se perdió con la entrada de los moros.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
[página consultada el ].