Juan Pablo Forner
(Mérida, 1756 - Madrid, 1797) Escritor español. Siendo estudiante en Salamanca compuso la Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana, que fue premiada por la Real Academia (1782). Fue fiscal de la Audiencia de Sevilla y enemigo acérrimo de Iriarte, contra quien publicó la sátira El asno erudito. Enemigo de casi todo el Madrid literario, fue, en cambio, amigo de Moratín y de Iglesias. Además de libelos polémicos y de una Oración apologética por la España y su mérito literario (1786), escribió comedias y tragedias. Su obra maestra es Exequias de la lengua castellana (1782).
Juan Pablo Forner
El escritor español Juan Pablo Forner fue la figura más representativa de la literatura satírica durante la segunda mitad del siglo XVIII. El propio Forner se retrató a sí mismo como “un joven adusto, flaco, alto, cejijunto, de condición insufrible, y de carácter… mordaz”. Sus ideas tendían más a la xenofobia que al nacionalismo y, a pesar de su inclinación hacia lo neoclásico, mostró inequívocamente su rechazo de las ideas ilustradas. Ante la invasión de ideas empiristas y liberales mantuvo una estricta postura conservadora que le llevó a denigrar por sistema todos los avances del siglo.
Ensayista violento y panfletario, pero dotado de una amplia erudición, defendió de forma vehemente el mérito de la cultura española y sostuvo duras polémicas. Por contra, mantuvo una buena amistad con Leandro Fernández de Moratín, a quien apoyó en el artículo Contra la crítica de la comedia de Moratín "El viejo y la niña", obra de Fulgencio de Soto (1790), y con José Iglesias, y fue alabado por Pedro Estala, Martín Fernández de Navarrete, Gaspar Melchor de Jovellanos y el conde de Campomanes, entre otros.
Tras estudiar leyes en Salamanca, Forner ejerció como fiscal en la Audiencia de Sevilla (1790) y en el Consejo de Castilla (1796). Su considerable cultura humanística y su conocimiento de la tradición literaria española lo llevaron a polemizar ásperamente con los escritores de su época. En numerosos libelos fustigó, entre otros, a Tomás de Iriarte, aunque muchos de estos ataques se debieron a cuestiones personales y políticas más que a desacuerdos literarios. La Real Academia Española lo premió en 1782 por su Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana.
Debido a sus extraordinarias dotes de polemista, el ministro Floridablanca le encargó responder a los ataques de Masson de Morvilliere, que en la Enciclopédie Méthodique (1782) negaba la contribución de España al desarrollo de la cultura europea. El resultado fue la Oración apologética por la España y su mérito literario (1786), apasionada defensa de la orientación cristiana de la cultura española y feroz ataque contra el racionalismo materialista de los enciclopedistas. La parte segunda de este texto, prolijamente anotada, es un canto al humanismo español y una exposición de los principales autores que florecieron en el cultivo de las ciencias y las letras, con una visión de conjunto acerca del papel de España en la ciencia europea.
La misma línea siguió su obra Discursos filosóficos sobre el hombre (1787), donde frente al cientifismo ilustrado (representado por autores como Voltaire, "gran maestro de sofistería y malignidad"), Juan Pablo Forner se sitúa entre los partidarios del tradicionalismo español, reivindicando a figuras del siglo XVI como Juan Luis Vives, Francisco de Vitoria y Francisco Suárez.
Su faceta erudita se manifiesta en dos obras publicadas póstumamente, el Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la Historia de España, que es un auténtico tratado de historiografía ilustrada, y las Exequias de la lengua castellana, considerada uno de los textos de crítica más sobresalientes del siglo XVIII, tanto por la visión de conjunto que ofrece de las letras españolas como por sus juicios acerca de los autores clásicos. La obra tiene como motivo argumental las honras fúnebres que van a celebrarse en el Parnaso por la Lengua castellana, viciada y muerta por una multitud malvada de escritores recientes; en el último momento, sin embargo, la Lengua aparece todavía en pie, cansada pero viva, y los malos escritores son convertidos en ranas.
Mezclados con composiciones en su mayoría burlonas y satíricas, la obra contiene fragmentos verdaderamente brillantes por su inspiración e imágenes curiosas, pero de tarde en tarde se pierde en elencos y disquisiciones, quedando el motivo del relato en pretexto para escribir una historia literaria. Las Exequias de la lengua castellana deben entenderse fundamentalmente como una condena de los autores contemporáneos hecha en algunos casos capciosamente, especialmente cuando se refiere a los inspirados en los enciclopedistas franceses, y también como una revalorización aguda y sonriente de la propia literatura en cuanto heredera del gran clasicismo latino.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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