Beppe Fenoglio

(Alba, 1922 - Turín, 1963) Escritor italiano. Su obra, de orientación neorrealista y en parte autobiográfica, se centra con gran virtuosismo en la lucha de la Resistencia italiana. Entre sus novelas cabe destacar Primavera de belleza (1959), Un día de fuego (1963), El partisano Johnny (1968) y La paga del sábado (1969).

En su ciudad natal frecuentó el Liceo clásico, donde tuvo entre otros profesores a Pietro Chiodi y Leonardo Cocito. Se encontraba estudiando en Roma cuando, tras la caída de Mussolini, se firmó el armisticio del 8 de septiembre de 1943, por el que Italia pasaba a apoyar al bando aliado en la Segunda Guerra Mundial. Tras regresar a Piamonte, tomó parte en la lucha partisana, enrolándose en las formaciones del comandante Mauri, partidarias de Pietro Badoglio, hechos que constituyen el núcleo autobiográfico de una situación que se refleja en gran parte de su narrativa. En la posguerra, después de abandonar sus estudios, Beppe Fenoglio encontró trabajo en una empresa vinícola.


Beppe Fenoglio

Éstos son los datos esenciales de una existencia esquiva, apartada, alejada de los centros de la política cultural y editorial, con los que finalmente logró establecer con dificultades una relación sólida y duradera. Estas razones, entre otras, explican que el reconocimiento de Beppe Fenoglio como gran escritor no se haya producido sin incomprensiones y polémicas, desde las primeras recensiones de Los veinticuatro días de la ciudad de Alba (1952) hasta las críticas reduccionistas de Elio Vittorini sobre La desgracia (1959). La polémica prosiguió después de su muerte, durante y después de la preparación de sus Opere (en edición dirigida por M. Corti, 1978), un "corpus" que se presenta con contaminaciones, superposiciones y derivaciones evidentes; en este sentido, existen complejos problemas de cronología que siguen abiertos.

En 1949 Beppe Fenoglio presentó a Einaudi su primera recopilación de cuentos, Racconti della guerra civile, que le fueron aceptados. En 1950, una vez más a Einaudi, presentó La paga del sábado (póstumo, 1969), y Vittorini le aconsejó que sacrificara la novela y extrajera dos relatos de la misma. Entretanto, a algunos críticos les molestaba su "neutralidad" ideológica, así como la oposición fascismo-resistencia, temática principal de su narrativa; lecturas, pues, que en primera instancia se ciñeron al contenido y que, después de su muerte, dieron lugar a una larga diatriba filológica, que acabó invadiendo todos sus textos hasta el punto de hacer olvidar a menudo los logros que contienen.

Su obra maestra inacabada, El partisano Johnny (1968), aparece, en opinión de algunos, reducida a un "diario de vida social", a depósito temático de carácter autobiográfico, a repertorio al cual Fenoglio iba recurriendo para extraer obras narrativas, llevando a cabo reducciones de tipo sustancialmente neorrealista. Otros expertos, en cambio, han reconocido en la misma su "sueño formal", su grandiosa epopeya, el gran proyecto histórico de los años cincuenta, y no el "borrador" memorialista de los años cuarenta.

Sea como fuere, varias décadas después de su muerte, el Fenoglio escritor adquiere una dimensión monumental. El menos formalista entre los prosistas del siglo XX fue el que en mayor medida buscó un estilo. La savia que fluye por su manera de decir, su trabajo tenaz con el lenguaje, ahondan sus raíces en una especie de desconfianza o de idea de insuficiencia a la hora de juzgar el italiano fluido de registro medio.

Fenoglio abordó el lenguaje literario con una tenacidad incansable (y no exenta de orgullo), y buscó una lengua nueva para la prosa a través de la obstinación casi feroz a la hora de hacer (o rehacer), cuya profundidad se puede mesurar sobre todo en algunas obras inacabadas, como (además de en El partisano) en Una cuestión privada (1963), así como en las traducciones del inglés, las publicadas (La ballata del vecchio marinaio, de Coleridge, 1955) y sobre todo las inéditas.

El demonio del estilo que lo invadía confirió a sus páginas una fuerza singular, acaso vinculada, en un principio, a una inseguridad en el conocimiento del italiano. Sus modelos no deben rastrearse en la prosa neorrealista, en la cotidianidad de los cronistas de guerra partisana, ni en las alturas de la prosa artística, ni en la tradición local de carácter humanista, y ni siquiera en el plurilingüismo agitado y expresionista.

Entre los distintos registros experimentados, el fundamental acaba siendo el bíblico y épico, mediatizado por la literatura anglosajona, en especial la del siglo XVII. La desgracia (1959), la más típica de sus obras ambientadas en la comarca de Le Langhe (en este sentido también deben recordarse los relatos de Un día de fuego, aparecidos póstumamente el año de su muerte), presentaba ya un tono solemne. Con posterioridad, la única novela cuya edición había realizado él mismo, Primavera de belleza (1959), constituyó un gran ejercicio de estilo.

Después de liberarse de la preocupación, obsesiva en Italia, por el estilo elegante y la lengua correcta, se decantó por una prosa seca y descarnada, por ritmos narrativos tensos y concentrados (Una cuestión privada), por procedimientos por bloques y por "estaciones", por la compresión enunciativa (véanse los cambios entre la primera y la segunda redacción de El partisano y la elaboración de Una cuestión privada), por un lenguaje cargado, superlativo, lapidario más que anormal, renunciando a la facilidad narrativa o a las disgresiones líricas, nostálgicas o elegíacas.

Beppe Fenoglio no encontró equivalente ni apoyo alguno (y tampoco hoy se puede encontrar) en las letras italianas. El inglés, al que recurrió a menudo, le sonaba más absoluto que el italiano corriente (un inglés, por otra parte, singular, porque no era real; confluían en él palabras de épocas distintas, modernas y arcaicas). También su italiano era así: anómalo, acre y robusto, con sus densas aliteraciones y sus neologismos, y lo exploró hasta sus posibilidades de reinvención más inéditas. Variaba lo más conocido (no en balde ésta es una de las características más sobresalientes de la literatura épica y popular), lo reescribía, lo ampliaba y lo reducía. Se propuso no ya un estilo "elevado", sino un "gran estilo", que era concentración abstracta, antinatural y antifigurativa, y alta tensión, conveniente para hablar de los torbellinos nocturnos del viento, de paces paradisíacas en las colinas, así como de acontecimientos y gestos cotidianos. Incluso en la más dialectal de sus narraciones, La desgracia, se orientó hacia dialectismos "hipotéticos", indicios de arcaísmo y extrañamiento del propio italiano.

En las pruebas de El partisano, los dialectismos, anglicismos y latinismos juegan conjuntamente como investigación lingüística ajena a la época, así como a la alusión literaria y mimética. El elemento natural trascendía de este modo la dimensión real de la descripción para transfigurarse en símbolo. Los partisanos de Fenoglio combaten, pero no por la Resistencia histórica; su "Resistencia" refleja el drama de la existencia en su totalidad. No existe más partisano que el hombre con su dimensión humana absoluta, y su lucha es algo eterno, como todas las luchas que los hombres han entablado desde hace milenios.

Por esta razón, la guerra es alegoría de vivir, de ser, y la colina, el lugar que personifica la totalidad de las tierras, es un mundo unas veces espléndido y pleno de sol y nieves puras, y otras veces un caos de niebla, barro y agua. La prosa de Fenoglio no es, pues, social; no gira en torno a la esfera política de un momento histórico, ni es un escorzo realista-psicológico, sino la sublimación de la crónica, orientada a problemas elementales o extremos, a las últimas cosas, a los interrogantes del destino, la muerte, la violencia, el bien y el mal, la libertad o la paz.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].