Rainer Werner Fassbinder
(Bad Wörishofen, 1946 - Munich, 1982) Director de cine alemán, uno de los creadores más admirados y controvertidos de las últimas décadas. Catalogado dentro de la generación de estupendos cineastas alemanes que surgieron tras el Manifiesto de Oberhausen, siempre le encantó no obstante ir por libre, a toda velocidad y con un notable afán provocador que abrió senderos inéditos en la industria europea. Con sus virtudes y con sus defectos, el cine de Fassbinder ofrece una mirada personal sobre el mundo: un universo donde la homosexualidad, la emigración o las drogas sirven de marco a historias melodramáticas que en muchas ocasiones recrean sentidas historias de amor.
Combinación de rupturista hombre de izquierdas próximo a las tendencias más radicales del momento (como el maoísmo) y de conservador amante de géneros clásicos (como el melodrama), lo kitsch se funde con lo desaforado, el sensacionalismo, las pasiones al límite o la crítica de costumbres. Todo ello a vertiginosa carrera y en largometrajes que se sucedieron el uno al otro sin apenas respiro, como demuestra el hecho de que su filmografía haya sido tan amplia o que en determinados años fuese capaz de realizar hasta cinco películas. De ahí que una de sus máximas vitales estuviese comprendida en una frase que hizo historia: "Ya dormiré cuando esté muerto".
Alcohólico y drogadicto, Fassbinder es el cineasta del exceso y de los mundos marginales recreados dentro de la normalidad. Desde sus inicios, con El amor es más frío que la muerte, su cine no dejó indiferente a nadie y generó encendidas polémicas en torno a la auténtica valía de su obra o referidas a los explícitos contenidos que abordaba. Pero tampoco se le pudo negar por parte de sus detractores que era un agudo observador de la realidad y de los submundos que rodean nuestra existencia cotidiana.
Criado por su madre tras el traumático divorcio de sus progenitores, vivió desde pequeño sumergido en el ambiente teatral y cinematográfico. La madre, traductora y actriz, le animó a que ingresara en una escuela de teatro donde Fassbinder conocería a una joven intérprete, Hanna Schygulla, que con el paso de los meses se convirtió en una de sus musas artísticas y en protagonista de buena parte de sus films.
Con ella se introdujo en el mundo de los escenarios como director y ambos fundaron una compañía independiente de vanguardia cuyos postulados radicales llevarían a la Adminstración alemana a prohibir sus actividades. Aunque ya para entonces Fassbinder, Schygulla y otros actores como Kurt Raab, Peer Raben o Irm Hermann habían creado estrechos lazos de amistad y un ferviente deseo de continuar juntos sus carreras.
Ésta fue precisamente una de las bases sobre las que Fassbinder asentó su trayectoria fulgurante: una compañía más o menos estable de actores que, sin apenas ensayos, eran capaces de lanzarse a cualquier aventura que se les propusiese y salir airosos del empeño. Algo que resultaría crucial para un cineasta que enlazaba película tras película sin descanso, e incluso simultaneando dicha actividad con el teatro.
¿Por qué le da el ataque de locura al señor R.? supuso el primer espaldarazo internacional a su cine y provocó la admiración generalizada por el demoledor retrato que se hacía de un psicópata, aparentemente respetable, que escondía bajo su apariencia de buena persona a un asesino capaz de matar a su familia y a un vecino. Aunque, como se vino a demostrar pronto, Fassbinder era alguien imprevisible y por tanto el desconcierto estaba asegurado: Whity, por ejemplo, marcaba un giro completo a su trayectoria al beber en las fuentes del western, aunque la ironía, el sarcasmo y la gélida estética alemana acababan imponiéndose a cualquier condicionante de género.
Como su ritmo de trabajo era imposible de soportar para los productores cinematográficos, más acostumbrados a esperar la amortización parcial de sus films antes de seguir adelante, Fassbinder acabó alternando teatro con cine y con televisión, medio para el que rodó varias series de éxito que luego, convenientemente cortadas en su metraje, fueron estrenadas en las salas comerciales de exhibición. Este fue el caso de El mercader de las cuatro estaciones, amarga crónica de la decadencia de un humilde vendedor, o de Berlin Alexanderplatz, fresco histórico sobre la Alemania contemporánea.
Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, adaptación de una obra teatral escrita por él mismo, le asentó definitivamente en la primera línea internacional. La polémica de su contenido, que narraba la historia de una lesbiana que durante años ha debido ocultarlo por miedo a las repercusiones sociales y familiares, quedó amortiguada por la enorme plasticidad de sus imágenes y el intenso lirismo con el que era tratado el tema. Lo cual puede trasladarse igualmente a títulos como Todos nos llamamos Alí, sobre una relación interracial entre un emigrante magrebí y una alemana acomodada, o La ley del más fuerte, donde el propio Fassbinder encarnaba a un trabajador homosexual que tras conseguir una importante suma de dinero en la lotería acabará perdiéndolo todo, incluso la dignidad.
Pero Fassbinder deseaba también sobrepasar los márgenes del cineasta de culto para llegar a más amplios sectores de público, por lo que con Effi Briest comenzó a manejar elevados presupuestos que le permitían abordar historias de época. Esta tendencia llegaría sobre todo a su punto culminante con La ruleta china y Querelle, protagonizadas por un reparto de estrellas y en las que intentaba armonizar su universo personal con las relativas sumisiones de una distribución internacional.
Ambientes marginales, reflexión histórica sobre Alemania y cierta capacidad presupuestaria encontraron finalmente acomodo en El matrimonio de María Braun, uno de los largometrajes más emblemáticos de la carrera de Rainer Werner Fassbinder. Relato metafórico sobre el ascenso de una prostituta hasta las mayores cotas del poder económico, este film denunciaba la hipocresía de la sociedad alemana y la falsa solidaridad que imperaba entre los desfavorecidos.
Por su parte, Lilí Marleen y La ansiedad de Veronika Voss cerrarían con broche de oro una trayectoria que tuvo su última y definitiva estación en Querelle, rodada poco antes de morir a consecuencia de una sobredosis de droga y cuyo montaje fue culminado por sus colaboradores.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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