Gonzalo Escudero

(Quito, 1903 - Bruselas, 1971) Poeta y diplomático ecuatoriano. Poeta postmodernista genial, de metáfora desconcertante y de imágenes impresionantes, fue un exquisito cultivador de la estética de la palabra, pero de difícil lectura. Junto con Jorge Carrera Andrade y Hugo Mayo, figura entre los máximos representantes en Ecuador de la poesía de vanguardia, que dejaba atrás el modernismo de Arturo Borja y Medardo Ángel Silva.

Realizados sus primeros estudios en el pensionado de Pedro Pablo Borja y en el colegio Mejía, Gonzalo Escudero siguió la carrera de Jurisprudencia en la Universidad Central. Apenas tenía once años cuando fue publicado su primer poema "Viento de Verano" en el periódico El Republicano. A los quince ganó el Concurso Nacional de Poesía para alumnos de segunda enseñanza, con Los poemas del Arte, y en 1922 ganó la Flor Natural en el concurso promovido para la celebración del centenario de la batalla de Pichincha con su primer gran poema, "Las parábolas Olímpicas", escrito a la edad de catorce años.

Por entonces colaboraba con varias revistas y fue redactor del diario El Día. De 1926 a 1931 fue profesor en el colegio Mejía y en la Universidad Central, y ocupó los cargos de diputado, senador y secretario de la Cámara. En 1931 comenzó su actividad diplomática, que le llevó a Francia como encargado de negocios y a Panamá y Argentina. Fue también embajador de Perú (1956), Argentina (1961), Colombia (1963), Brasil (1965) y ante la UNESCO (1960), como representante independiente del embajador ante Francia.

En 1942 acompañó al doctor Julio Tobar Donoso, en calidad de asesor, a la reunión de Río de Janeiro en la cual el canciller ecuatoriano firmó el tratado que recortaba buena parte de su territorio, a pesar de que votos como el del asesor Escudero eran radicalmente opuesto a tal proceder. Representó en diversas instancias a su país, como en la Conferencia Inaugural de las Naciones Unidas en San Francisco en 1945, y en la VI y XIX Asamblea de dicha Organización (en 1949 y 1964 respectivamente). En 1964 fue designado Canciller de la República.

Aunque sus ocupaciones como diplomático frenaron en gran medida sus aficiones literarias, compaginó, con su trabajo, la publicación de algunas obras que le merecieron un importante puesto en la literatura ecuatoriana. Entre ellas están, además de las de la juventud ya mencionadas, las siguientes: Altanoche (1947), breve pero de un contenido estético revolucionario; Hélices del huracán y del sol (1933), que le mostró ya como poeta maduro y que mereció un elogioso juicio de Miguel de Unamuno; Paralelogramo (1935), obra teatral, expresivo tema de símbolos y planteamientos surrealistas; Estatua de aire (1951), libro en el que muestra su mayor autenticidad; Materia de ángel (1953) de clara influencia de Góngora; Autorretrato (1957); Introducción a la muerte (1960); y Réquiem por la luz (1971), sesenta octavas reales sobre el amor, la mujer y la muerte que encierran lo mejor de su producción y que pueden ser catalogadas, según algunos, entre las más perfectas obras de la poesía ecuatoriana.

Escribió también la obra Justicia para el Ecuador (1968), sobre la tesis ecuatoriana de la nulidad del tratado de Río de Janeiro. Póstumamente la Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó ocho ensayos sobre temas culturales bajo el título de Variaciones (1972).

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].