Manuel Díaz Rodríguez
(Chacao, 1871 - Nueva York, 1927) Novelista venezolano cuya narrativa contituye uno de los momentos de mayor vigor y robustez en la literatura de su país. Aunque no cultivó la lírica, Manuel Díaz Rodríguez figuró entre los más militantes modernistas de Venezuela. En sus ensayos se mostró consciente de la profunda renovación que este movimiento entrañaba para las letras en lengua española tras dos siglos de esterilidad, y a la vez de lo radicalmente americano de las obras aparecidas desde la publicación de Azul (1888), de Rubén Darío. Díaz Rodríguez argumentaba que había que luchar por imponer los logros del modernismo a una España reacia a perder la preeminencia en el campo de las letras.
Manuel Díaz Rodríguez
Cuando publicó su primer libro, Sensaciones de viaje (1896), Manuel Díaz Rodríguez había estudiado la carrera de medicina en la Universidad Central de Venezuela (por la que se graduó en 1891) y en Viena, y aportaba una percepción del mundo europeo preñado de referencias cultas, claro está, pero sobre todo de una deliberada voluntad de estilo poco frecuente entre sus coterráneos. Último hijo del matrimonio de Juan Díaz Chávez y Dolores Rodríguez, inmigrantes canarios llegados a Caracas en 1842, Díaz Rodríguez nació el 28 de febrero de 1871. Se inició en la escritura por la vía de apuntes y estampas de sus viajes por Francia, Austria e Italia, cuajados de vertiginosas referencias culturales y vertidos en la prosa típicamente "exquisita" del primer modernismo, como si antes de enfrentarse con Venezuela hubiese buscado la mayor distancia posible, tanto geográfica como cultural.
Con sus dos siguientes libros, Confidencias de psiquis (1897) y De mis romerías (1898), apuró su inmersión en el género de la literatura de viajes. Todos estos textos, así como Los cuentos de color (1899), aparecieron originalmente publicados en El Cojo Ilustrado, el gran órgano del modernismo finisecular en Venezuela. En 1899, tras contraer matrimonio con Graziella Calcaño, regresó a París, de donde volvió a Caracas en 1903 para hacerse cargo de la hacienda familiar, en los alrededores de Chacao, después de la muerte de su padre.
Retirado de la vida pública hasta 1908, en 1909 asumió la dirección del diario El Progresista y el nombramiento de vicerrector de la Universidad Central de Venezuela. Comenzó entonces una carrera que lo llevó de la dirección de Educación Superior y Bellas Artes en el Ministerio de Instrucción Pública (1911) a la cartera de Relaciones Exteriores (1914), la curul de senador por el estado Bolívar (1915), el nombramiento de ministro de Fomento (1916), la representación diplomática de Venezuela en Italia entre 1919 y 1923, y la presidencia del estado Nueva Esparta (1925) y el estado Sucre (1926). En este último año fue recibido en la Academia Nacional de la Historia.
Fue durante su segunda estadía europea, después de su matrimonio, cuando se produjo el vuelco en su escritura que le permitió abordar asuntos y motivos propiamente venezolanos desde perspectivas inéditas y explorando novedosos recursos narrativos. La adquisición de una voz propia es patente a partir de Ídolos rotos (1901) y Sangre patricia (1902), novelas en las que destaca, además de la asunción de la estética del modernismo, una visión crítica y negativa de la sociedad venezolana, de la que denunciaba la mediocridad y estrechez.
Ídolos rotos (1901) es la primera novela venezolana que dramatiza el conflicto entre un artista nutrido de cultura e ideales foráneos y la realidad política y social venezolana. Es significativo que esta obra fuera elogiada por Rubén Darío y simultáneamente muy mal recibida por la crítica venezolana, empezando por Gonzalo Picón Febres, el crítico más influyente en esos años, quien la desestimó brutalmente. Sólo Pedro Emilio Coll supo ver en la primera novela de Díaz Rodríguez una reflexión sobre la función social del artista.
La misma descalificación crítica recibió la segunda novela del autor, Sangre patricia (1902), que fue en su momento apreciada por Miguel de Unamuno. En este libro, Díaz Rodríguez exploró diferentes registros narrativos e incluyó un elemento, el de la idealización amorosa y el onirismo, que posiblemente delata un temprano conocimiento de la obra del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Con el tiempo se ha visto en esta novela una de las obras precursoras del surrealismo en Hispanoamérica. Pero sin duda no fueron los aspectos innovadores, sino la visión pesimista de la coetánea situación venezolana evocada por su autor, lo que motivó, también en este caso, la reacción adversa de los lectores en el país.
Lógicamente, los críticos venezolanos manifestaron entusiasmo por su última novela, Peregrina o el pozo encantado (1922), "debido a sus rasgos criollistas -apunta Judit Gerendas-, a los que se consideraba superiores a los modernistas, los cuales presuntamente no podían dar cuenta de la realidad venezolana". En Peregrina o el pozo encantado, así como en algunos de sus cuentos (como Música bárbara, 1903), la idea central es la irrupción de la modernidad tecnológica concebida como un mal absoluto. Díaz Rodríguez ofrece una visión pesimista de un mundo atrapado entre dos imposibilidades: recuperar la idealizada pureza de un pasado donde el individuo vive en armonía con su entorno y puede en él crear obras cargadas de valor para la comunidad, y vivir equilibradamente en un mundo marcado por la deshumanización del trabajo masificado y la despersonalización de las relaciones individuales.
En este sentido, su credo literario e ideológico es opuesto al de Rómulo Gallegos; para Díaz Rodríguez, la peor "barbarie" es la que trae consigo la moderna "civilización" de las máquinas y la lógica productiva. Quizá lo mejor de la obra de este incomprendido de las letras venezolanas no esté en su producción narrativa, sino en sus ensayos, sobre todo en Camino de perfección (1910); admirado por José Enrique Rodó, este libro es uno de los clásicos del género en Hispanoamérica. Manuel Díaz Rodríguez falleció en Nueva York en 1927, durante un viaje que había realizado para recibir tratamiento médico por una afección en la garganta.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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