Giovanni Cimabue
(Cenni di Peppo o di Peppi; Florencia, h. 1240 - Pisa, 1302) Pintor italiano. Se trata de una figura incierta, ya que se conserva de él una sola obra documentada (un fragmento de un mosaico en Pisa) y todo lo demás son atribuciones, bastante probables pero no absolutamente seguras. Su fama se debe a que Dante lo menciona en la Divina Comedia junto a su discípulo Giotto, a raíz de lo cual ha venido siendo considerado como la figura a partir de la cual la pintura italiana comenzó su evolución desde el bizantinismo hacia el Renacimiento. Si la Majestad de Santa Trinidad y el Crucifijo de Santa Croce son realmente obra suya, se le puede considerar sin reservas el gran maestro de la generación anterior a Giotto. También se le atribuyen algunos frescos de la iglesia superior de Asís, y ciertos documentos indican su presencia en 1272 en Roma, donde pudo conocer el realismo de los mosaístas romanos.
Giovanni Cimabue
La Divina Comedia se refiere a Cimabue en estos términos: «Cimabue creyó reinar en el campo de la pintura, y ahora es Giotto el aclamado y la fama de aquél ha oscurecido» (Purgatorio XI, 94-96). Dante se sirvió, pues, de la figura del pintor florentino para ejemplificar lo transitorio de la celebridad, pero muchos autores han visto en estos versos la corroboración de que Cimabue fue precisamente el maestro de Giotto.
Nacido hacia 1240, se sabe que, hacia 1272, Cimabue trabajaba en Roma con el mosaísta Jacopo Torriti, y que en 1296 se encontraba en Asís pintando los frescos de la iglesia franciscana, entre los que destaca una Virgen con San Francisco. Está también documentada su presencia en 1301 en Pisa, donde ejecutó el Juan del mosaico situado en el ábside de la catedral. La fecha de su muerte se sitúa alrededor de 1302. Lamentablemente, gran parte de su obra fue destruida, y por otro lado no puede atribuirse con total certeza su autoría a la conservada.
Cimabue es uno de los artistas más representativos e influyentes del Duecento italiano. Su deliciosa producción pictórica, aunque todavía colmada de elementos medievalizantes y bizantinos (como el eterno dorado del fondo de la composición), ya participa de aquella línea más naturalista que aparecería en Italia en la época en que fue realizada, y que sería el germen que habría de dar origen a la pintura del Renacimiento, previo paso por la aportación de Giotto.
Detalle de Majestad de Santa Trinidad (c. 1286), de Cimabue
En la Galería de los Uffizi de Florencia puede admirarse su Majestad de Santa Trinidad, de tamaño superior al natural, que presenta aún rasgos arcaizantes pero comienza a liberarse del hieratismo bizantino, sobre todo en los ropajes, donde ya es visible la tendencia al dinamismo que maduraría en los artistas posteriores. La iconografía y el formato de esta tabla son los habituales de aquel contexto artístico: la imagen está presidida por la Virgen María que, con una leve inclinación de la cabeza, sostiene amorosamente al Niño en su regazo; a pesar de aparecer en tan solemne trono, madre e hijo observan con ternura al espectador. La postura de los protagonistas y la imprescindible compañía de un cortejo de ángeles serían una constante en este tipo de obras destinadas a fomentar la devoción cristiana.
En la misma Galería de los Uffizi se puede comparar esta pintura con la Madonna Ognissanti de Giotto. Si se añade a la confrontación la Maestà de Duccio di Buoninsegna, puede apreciarse la evolución que se produjo en menos de tres décadas, en el paso de un siglo a otro, durante las cuales el arte italiano creó un lenguaje pictórico propio. Para Frederick Antal, el arte de Cimabue es «el paso preliminar y necesario para el lenguaje sosegado y concentrado de Giotto». En su pintura todo está regido por una simetría formal abstracta, según una tradicional concepción medieval de la imagen. Duccio, por su parte, se encuentra entre la estática dulzura de Cimabue y la claridad y coherencia de Giotto; manifiesta, junto a la poderosa influencia de la maniera greca, la acción de una notoria influencia gótica. En los dos primeros, el aspecto cultural prima sobre el aspecto artístico; en la Madonna de Giotto, en cambio, el aspecto artístico sería por primera vez puesto de relieve, afirmándose una nueva concepción espacial y formal.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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