Rodrigo Caro

(Utrera, 1573 - Sevilla, 1647) Escritor español. Rodrigo Caro estudió leyes en las universidades de Osuna y de Sevilla, por la que se graduó en 1596; se ordenó luego sacerdote y ejerció la abogacía en su ciudad natal. Trasladado a Sevilla hacia 1620, desempeñó distintos cargos eclesiásticos al servicio del obispado y sobresalió como examinador general y consultor del Santo Oficio.


Rodrigo Caro

Alternó estas comisiones con el cultivo de la poesía y la historia local, y tuvo verdadera vocación por la arqueología, llegando a poseer una nutrida biblioteca y un interesante museo. Hombre de vasta cultura, se relacionó con las mentes más preclaras de su tiempo: el pintor Francisco Pacheco, el historiador Juan Francisco Andrés de Uztarroz, los eruditos José Pellicer y Juan de Robles, y poetas como Francisco de Quevedo y Francisco de Rioja, entre otros.

Su obra más conocida es la Canción a las ruinas de Itálica, de la que se conservan cinco copias en dos versiones distintas; se suele editar la quinta por ser poéticamente superior a las demás. Durante mucho tiempo se atribuyó este poema a Francisco de Rioja, pero la crítica reconoció la paternidad de Caro al encontrarse dos fragmentos del mismo en su propia obra. Compuesta de seis estancias regulares de diecisiete versos cada una, la Canción a las ruinas de Itálica gira en torno a los sentimientos que suscita en el poeta la contemplación de las ruinas de la famosa ciudad romana de Itálica, que también habían sido cantadas por Fernando de Herrera y Francisco de Rioja.

De ese modo parece insertarse en una tradición temática, la de las ruinas, que se intensificó en el Barroco y que ya en el Renacimiento había dejado muestras bellísimas; en realidad, el barroquismo del poema es muy tenue, puesto que responde a un modelo más bien neoclásico, alejado de los extremos expresivos de Góngora o Quevedo. En Caro, la desolada visión de la antigua ciudad plantea una melancólica lección de desengaño; la enseñanza moral es la insignificancia, la vanidad, la efímera temporalidad de la vida y del mundo, en un tono cercano al estoicismo. Los críticos señalan este poema como uno de los ejemplos más acabados del clasicismo sevillano, aunque en ocasiones ha sido tachado de frío, retórico o reiterativo.

El resto de su producción, escrita en castellano y en latín, posee un carácter eminentemente erudito, y aún no ha sido completamente divulgada, pues muchos de sus manuscritos todavía no han sido editados. Destacan con fuerza singular los dos volúmenes sobre arqueología e historia local: Antigüedad de la villa de Utrera (1622) y Antigüedades y Principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla (1634). Compuso asimismo una interesante colección de biografías titulada Claros varones en letras naturales en la ilustrísima ciudad de Sevilla. Con el seudónimo de Juan Caro publicó Días geniales o lúdricos (1626), repertorio folclórico en el que, en forma de diálogo, se recogen y describen numerosas costumbres españolas desde los tiempos de los primeros pobladores iberos. Su ambiciosa obra Dioses antiguos de España se ha perdido. En otro tiempo se atribuyó a Caro la autoría de la Epístola moral a Fabio, que hoy sabemos que fue escrita por Andrés Fernández de Andrada.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].