Louis-Antoine de Bougainville
(París, 1729-1811) Marino y explorador francés. La publicación en 1771 del libro Voyage autour du monde, de Luis Antoine, conde de Bougainville, causó un fuerte impacto en la sociedad europea y contribuyó a difundir el mito del buen salvaje.
Louis-Antoine de Bougainville
Louis-Antoine de Bougainville empezó su carrera militar en el ejército francés, participando en numerosas campañas durante la guerra de los Siete Años. En 1763 se alistó en la marina, y casi enseguida, con el apoyo del gobierno francés y de armadores de Saint-Malo, inició una expedición que lo llevó al Atlántico Sur. Durante este viaje fundó una colonia en las islas Malvinas, que se vio obligado a abandonar debido a las pretensiones españolas sobre el archipiélago.
Sin embargo, esto fue sólo el prolegómeno del viaje que realizó alrededor del mundo poco después: entre 1766 y 1769 encabezó una expedición científica a bordo de las fragatas Bordeaux y Étoile en la que descubrió diversos archipiélagos de la Polinesia. Recorrió Tahití, el archipiélago de Samoa, las islas Salomón y las Nuevas Hébridas. De regreso a Francia narró las vicisitudes de su extenso itinerario en Voyage autour du monde (Viaje alrededor del mundo, 1771), obra que ejerció una gran influencia en la sociedad de su tiempo y movió a escritores, pensadores y artistas a reflexionar sobre la condición humana y la noción de la bondad innata del hombre, impulsando el mito del buen salvaje.
El libro de Bougainville exalta el carácter pacífico y libre de las gentes de los Mares del Sur y la bondad y belleza de las islas donde viven, en particular de Tahití, la cual termina por identificar con el Paraíso terrenal. Desde las primeras líneas después de la dedicatoria al rey Luis XV, en la que precisa que ese viaje del que le rendirá cuenta "es el primero de esta especie emprendido por los franceses", Bougainville expresa su asombro por el recibimiento que le brindaron los nativos: detalla que, a medida que se acercaban a tierra, los isleños se acercaron rodeando sus naves con sus piraguas y después les ayudaron a fondear mientras gritaban tayo, que significa amigo.
A través del vívido relato de Bougainville es posible imaginarse su rostro y el de los tripulantes al ver que "las piraguas estaban llenas de mujeres" jóvenes y de hermosos cuerpos y que "la mayoría de aquellas ninfas estaban desnudas", salvo los hombres y las ancianas que les acompañaban, quienes se cubrían con un pequeño paño. De los hombres de aquellas islas destaca Bougainville que eran "muy simples y muy libres", al mismo tiempo que su preocupación por la reacción que podían tener sus cuatrocientos hombres jóvenes después de seis meses sin ver mujer alguna.
Sin embargo, el autor no deja de reseñar en su libro que si bien los tahitianos vivían en un clima paradisíaco y un estado de felicidad "digno de envidia", y que dicha felicidad común parecía sustentarse en la igualdad de todos, la organización social respondía a un estricto orden jerárquico: "La distinción de rangos está fuertemente marcada en Tahití y la desproporción es cruel". Subraya así que el rey y la clase noble tienen el derecho sobre la vida y la muerte de sus esclavos y criados, a quienes se les llama tata-einou u hombres viles y que suelen ser las víctimas de sacrificios humanos. Asimismo, los señores tienen reservadas para sus mesas las mejores viandas, mientras que la gente del pueblo sólo puede comer verduras y frutas.
Pero este aspecto quedó minimizado a los ojos de los europeos, quienes, como Diderot en su Supplément au voyage de Bougainville, señalaban que "a la hospitalidad y generosidad de los indígenas, los navegantes respondían con la corrupción y la muerte". No todos los intelectuales y científicos europeos, sin embargo, aceptarían la idea de la bondad innata del hombre en estado natural.
Uno de los detractores fue Jean-François de La Pérouse, un marino y viajero tan autorizado como pudo serlo Bougainville que en 1785 emprendió una expedición de descubrimiento patrocinada por Luis XVI. Al mando de las fragatas Boussole y Astrolabe, inició su recorrido por los Mares del Sur tras arribar a las islas de Pascua. El relato de su viaje, publicado entre 1808 y 1809, es la recopilación de los diarios y mapas que envió por distintos medios a Francia desde diversos puntos de su trágico periplo.
Su experiencia y, probablemente, el asesinato de su colega De Langle a manos de los indígenas de Samoa contribuyeron a su visceral reacción contra el mito del buen salvaje. De estas islas escribió que poseían "una naturaleza rica y espléndida y un pueblo pérfido", y que sus habitantes eran "sin duda los más herejes de la tierra". En enero de 1788, La Pérouse envió su último relato desde Botany Bay, en la costa australiana. Nada se supo de él durante cuarenta años, en el curso de los cuales se organizaron varias expediciones en su búsqueda. Finalmente, en 1828, Dumont d'Urville halló los restos de las naves de La Pérouse en la isla de Vanikoro, donde al parecer él y toda la tripulación habían sido asesinados por los indígenas tras naufragar en las aguas de los Mares del Sur.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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