Ernest Bloch

(Ginebra, 1880 - Portland, 1959) Compositor suizo. Desde muy pequeño mostró una especial disposición para la música, que desarrolló bajo el maestrazgo de Louis Rey y Émile Jaques-Dalcroze. Posteriormente amplió sus estudios en diversos conservatorios de Bruselas, Frankfurt y Múnich. El estreno en París en 1910 de su ópera Macbeth le valió el reconocimiento de los medios musicales de la época.


Ernest Bloch

Entre 1911 y 1915 desarrolló su actividad docente en el Conservatorio de Ginebra y, en 1916, se trasladó a Estados Unidos, donde prosiguió su labor docente y adquirió la nacionalidad estadounidense en 1924. De entre sus composiciones, que tienden a expresar los sentimientos religiosos judíos, cabe destacar Schelomo, la sinfonía Israel (1912-1916), Tres poemas judíos (Trois Poèmes juifs, 1913), la suite Baal Schem (1923), la rapsodia América (1926), Servicio sagrado (Hebrew Sacred Service, 1930-1933), un Quinteto, diversos Cuartetos y un Concierto para violín y orquesta.

Obras de Ernest Bloch

Escrita en 1916 y estrenada en Nueva York el 3 de mayo de 1917 en un concierto de la Sociedad de Amigos de la Música, bajo la dirección del autor, Schelomo es una rapsodia para violoncello y orquesta inspirada en el libro bíblico del Eclesiastés que exalta la figura del rey Salomón (Schelomo). En un principio, la parte solista iba a ser confiada a una voz humana, pero muchas dificultades objetivas, entre ellas su insuficiente conocimiento de la lengua hebrea, obligaron a Bloch a buscar una solución distinta, y el encuentro con el célebre violonoellista Alexander Barjansky le indujo a servirse de este instrumento. Fue una elección muy feliz que le permitió alcanzar una intensidad expresiva igual y a veces superior a la de la voz humana. Como dijo el propio autor, el violoncello representa unas veces a Salomón, y la orquesta, al mundo y la vida que lo rodea, mientras que otras veces parece reflejar los pensamientos del sabio monarca, y el instrumento solista pronunciar sus palabras.

Dos son los principales temas melódicos de Schelomo, expuestos respectivamente por el violoncello ("Piu animato") y por los instrumentos de viento ("Allegro moderato"). Dichos instrumentos traducen en sonidos una emoción profunda y llevan al oyente a un mundo lejano y maravilloso que Bloch sabe recrear con un lenguaje moderno, aunque no ligado a particulares corrientes de gusto. Con el ánimo de un judío que siente en sí el espíritu, se dedica al Antiguo Testamento y lo revive mediante un rico patrimonio de melodías, que pertenecen a la tradición por la forma tetracordal que las distingue armónicamente, pero que son en realidad la voz personalísima de un artista que, reviviendo el pasado en el presente, logra crear una obra sinceramente sentida y sufrida.

Servicio sagrado (Avodath hakodesh) es un oratorio hebreo para barítono, coro mixto y gran orquesta dividido en cinco partes. Fue escrito entre 1930 y 1933 y estrenado durante un concierto de la Schola Cantorum de Nueva York el día 11 de abril del año 1934. Había sido encargado por la Unión de las Sinagogas reformadas de América y fue compuesto por el autor en un período de profunda crisis moral, cuando para encontrar la serenidad perdida abandonó los Estados Unidos y se retiró a Roveredo Capriasca, localidad del Cantón Ticino.

La obra, aunque dedicada a celebrar el rito sagrado del sábado, quiere ser también un mensaje de Israel a toda la humanidad y expresar sentimientos aceptables por hombres de todas las religiones. Ernest Bloch asimila en ella el espíritu de los antiguos textos hebreos de los que toma comienzo, integrándolo con la propia visión del mundo y de los problemas que atormentan a la humanidad. La declamación musical se resuelve en una situación lírica y el recital métrico va estrictamente ligado a los sonidos, que unas veces se resuelven con dulzura y otras adquieren la resonancia potente y trágica de un canto de guerra. El lenguaje puro y vigoroso, que rechaza por principio las bravuras técnicas y las soluciones modernistas, recuerda la simplicidad lineal de la música primitiva. Las características melódicas y armónicas del oratorio, al no presentar dificultades particulares de ejecución, lo hacen apropiado para ser cantado incluso por no profesionales.

El Quinteto para piano, dos violines y violoncello fue escrito entre 1921 y 1923, siendo ejecutado el 11 de noviembre de 1923 en Nueva York, con ocasión del concierto inaugural de la Liga de compositores. Concebido originalmente como una sonata para violoncello y piano, se fue ampliando durante su redacción hasta adoptar la estructura actual. En ella, Bloch se sirve de ciertos recursos de la técnica musical moderna, pero injertándolos en un lenguaje sustancialmente tradicional, conservando de esta manera las características de la forma clásica. Consta de tres tiempos ("Agitato", "Andante mistico", "Allegro energico") y comienza con las variaciones de los violines sobre un tema expuesto por el piano. Este tema reaparece en los otros tiempos, evocando un ambiente misterioso de sueño, quebrado a veces por un ritmo obsesivo, repetido por el piano, y por un segundo tema bastante vivaz, casi orgiástico, que alterna con los momentos lentos hasta concluir la composición en un clima de tranquila serenidad.

Según algunos críticos, la riqueza de nuevos coloridos y la excepcional complejidad de las figuraciones melódicas y armónicas pueden justificar la afirmación de que en el Quinteto de Bloch hay material suficiente para una sinfonía. Hay, además, nuevas audacias formales, como la adopción de intervalos en cuartos de tono, que interesan sobre todo a la línea melódica y que determinan una singular intensidad emotiva. Concebido en una atmósfera serena, que se transparenta en la seguridad de los medios expresivos y en su cristalina sonoridad, este Quinteto es de las obras más profundas y sentidas de un músico que supo ser nuevo y moderno sin renegar del pasado.

En la producción de Ernest Bloch, los cinco cuartetos para violín compuestos entre 1916 y 1956 ocupan un puesto de especial relieve y, en conjunto, constituyen una síntesis de su polifacética naturaleza musical. El Cuarteto n. 1 en si bemol menor, estrenado en Nueva York el 31 de diciembre de 1916, pertenece al mismo filón de la rapsodia Schelomo y de otras obras del ciclo hebraico. Se compone de cuatro tiempos: "Andante moderato", "Allegro frenetico", "Andante molto moderato" y "Vivace".

En los dos primeros, el decaimiento y dolor causados por las violencias y la crueldad de la Primera Guerra Mundial se expresan mediante el empleo de una sabia policromía, unida a los efectos desacostumbrados de la politonalidad; luego el dolor se aplaca, súbitamente, en una admirable pastoral que parece iniciar un paréntesis de paz y de idílico abandono. Finalmente, en el último tiempo, compuesto en Nueva York, el contacto con la vida de la gran metrópoli vuelve a renovar la turbación, mientras el deseo de libertad y la nostalgia de la patria lejana se pierden en una visión casi apocalíptica de la humanidad, que sucumbe a la mecanización del mundo moderno. La obra, a pesar de algunos desequilibrios e imperfecciones, denota excepcional fuerza trágica en la alternancia de los ritmos apremiantes y en la intensidad del lenguaje sonoro.

El Cuarteto n. 2, estrenado en Londres el 9 de octubre de 1946, ganó al año siguiente el premio del New York Music Critics Circle para música de cámara. Por la espiritualidad del lenguaje, por su fuerza de expresión, se le ha comparado con los Cuartetos de Beethoven. No obstante, el empleo frecuente de la disonancia de motivos tomados del patrimonio folklórico oriental hacen pensar también en algunas composiciones de Bartok. La obra se desarrolla sobre un tema de pasacalles, precedido de un pasaje "pizzicato" de gran efecto y seguido de una fuga bellísima, terminando con la repetición de los temas expuestos en el primer tiempo.

Los tres últimos cuartetos, escritos respectivamente en 1951-52, en 1953 y en 1956, son otro testimonio de un músico que, sin renunciar a su lenguaje personal y originalísimo, fija su mirada en el pasado. Canto gregoriano, Palestrina y Bach por una parte, Musorgski, Strauss y Debussy por la otra, presentan nuevo material temático recreado siempre con singular expresividad. El Cuarteto n. 3 recuerda en la fuga y en el final al Concerto grosso (1925), con el que tiene también de común la ardua tesitura armónica y la adopción de cuartas y quintas descendentes. Una "ciaccona" de gran efecto, desarrollada sobre un asunto cromático, y los espléndidos movimientos lentos de las violas sumen la composición en un clima dulce y sereno, roto aquí y allá por acordes estridentes. Los mismos efectos se dan en el Cuarteto n. 4, en el que destacan a veces los coloridos de cada uno de los instrumentos que, sin embargo, tienden en general a una uniformidad monótona y buscada.

En el Cuarteto n. 5 se nota la vuelta a un lirismo rapsódico caracterizado por vivaces e intensos contrastes dinámicos, mientras la parte armónica señala una preferencia por una relación de bitonalidad entre dos claves mayores; la escala es alternativamente de tonos enteros y de semitonos, oponiéndose a la variedad de los ritmos una constante uniformidad de los temas melódicos, que no obstante cambian al variar las figuras de valor. Como en todas las composiciones del último período, Bloch reafirma en este cuarteto su pericia para una particular construcción cíclica en los temas y en los ritmos, con un procedimiento que se podría definir "ad arco", acentuado sobre todo en los dos primeros movimientos, mientras en el final en forma de danza dominan ritmos preferentemente binarios y ternarios, y la melodía es decididamente tonal.

Ernest Bloch inició la composición del Concierto para violín y orquesta en 1930; tras varias interrupciones, volvió a trabajar en esta obra en 1935, hasta completarla en enero de 1938. La primera interpretación, con éxito muy favorable de crítica y público, tuvo lugar en Cleveland el 15 de diciembre de 1938 bajo la dirección de Dimitri Mitropoulos y con la participación de Jospeh Szigeti en la parte solista. El Concierto, que a juicio del propio Bloch no pertenece al ciclo de obras hebraicas, es un ensayo de música pura, por más que son numerosas las características que hacen pensar en trabajos precedentes como Schelomo o Israel; además, sobre todo en el primer tiempo, es notorio el influjo de la música indioamericana. El riquísimo lenguaje armónico está construido tanto sobre intervalos de cuarta y quinta como de tercera y sexta, con un retorno frecuente a los principios de la música medieval, que confiere a toda la composición un carácter de grave potencia expresiva. Los períodos son muy asimétricos, y la línea melódica, caracterizada por arabescos e insólitos intervalos, se desarrolla con gran variedad.

La innegable modernidad de la composición, reconocible en la libertad de los ritmos, en la aspereza de la tesitura armónica y en el uso de la bitonalidad, contrasta con el carácter rapsódico que, particularmente en las imágenes impresionistas del bellísimo segundo movimiento, recuerda las primeras obras del músico. Aun sin expresar objetos o imágenes concretas, el Concierto para violín y orquesta tiene un programa espiritual bien definido que se manifiesta como conflicto en el primer movimiento, contemplación en el segundo y liberación en el tercero.

En el primer tiempo (Allegro decidido), después de una introducción marcial en la que se exponen ocho temas, uno de los cuales fue descrito como indioamericano, se plantea el carácter heroico y grandioso de este movimiento, variado solamente por dos interludios líricos. El segundo tiempo (Andante) es muy distinto del primero por su atmósfera mística y casi religiosa, y ha sido considerado por algunos como de los más bellos de la literatura concertista de nuestro tiempo; en la estructura se presenta como fantasía libre, recordando el canto llano medieval en la flexibilidad de la línea melódica y en la libertad rítmica. Constituido por seis secciones bien definidas, el último tiempo (Deciso) utiliza melodías del repertorio folklórico americano y europeo, denotando así la tendencia de Bloch a unir lo antiguo y lo moderno y la práctica constante de la técnica cíclica en la repetición de temas. La orquestación, verdaderamente soberbia, demuestra un profundo conocimiento del instrumento solista, aprovechado en todos sus recursos técnicos y expresivos, y confiere a la obra una situación de primer plano en el concierto moderno.

Destaquemos por último la ópera Macbeth, que partió de un libreto de Edmond Fleg inspirado en el Macbeth de Shakespeare. Este drama lírico en un prólogo y tres actos fue compuesto entre 1904 y 1909 y se estrenó en la Opéra Comique de París el 30 de noviembre de 1910. Concebida como representación esencial de un drama, que el autor ha revivido con profunda emoción, Macbeth impresiona sobre todo por la fuerza expresiva y emotiva creada por la orquesta en un clima de horror y de tremenda pesadilla. La construcción contrapuntista, las figuraciones rítmicas repetidas en forma apremiante, el declamado melódico, grave y expresivo, dan vida a los personajes y los sumen en el ambiente del drama que contribuyen a crear. Resulta evidente en Bloch, sobre todo en los intermedios entre cuadro y cuadro, en los finales y en las escenas últimas de la ópera, un fuerte sentimiento de angustia y de horror originado por el drama mismo del músico, atormentado por una sensación de ineluctable fatalidad, expresada a través de las voces de las brujas y de las fantásticas apariciones que profetizan el trágico destino de Macbeth.

La ópera suscitó opiniones encontradas en su primera representación; una parte de los críticos se mostró indiferente o contraria y puso de relieve solamente los defectos, inevitables en un músico ante su primera ópera: cierta monotonía rítmica y armónica, la insistencia de algunas figuras sincopadas y tiempos en ritmo de tercetos o terzinas, que producen cansancio e inmovilidad, y la falta de contrastes y del empuje que sería característico de su producción posterior. Entre los críticos italianos, Pizzetti se sintió profundamente impresionado, aun reconociendo en ella un ensayo de drama musical más que "una madurez de expresión musical intrínseca".

En realidad, la ópera tiene un significado importantísimo por representar un intento de renovación del teatro melodramático. Sin realizar una revolución musical en sentido estricto, Bloch introduce el lenguaje moderno en el convencional, renovándolo y animándolo con un nuevo espíritu. Concebido un año antes que el Pélleas et Mélisande de Debussy, y terminado un año después, el Macbeth de Ernest Bloch viene a colocarse idealmente junto a Fedra de Pizzetti, aparecida por aquel mismo tiempo, notándose influjos manifiestos de Dukas y Musorgski, pues el vigor expresivo de algunas escenas recuerda a Boris Godunov. Desaparecida de los teatros después de sus primeras representaciones en París, la ópera fue más tarde revalorada por el público y por la crítica. Especial aceptación ha tenido en Italia, donde ha sido representada muchas veces.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].