Severiano Ballesteros

(Pedreña, Cantabria, 1957 - id., 2011) Golfista español, sin duda el mejor que ha dado el país y uno de los mejores de la historia del golf. Hasta la llegada de Ballesteros, el golf era un deporte casi desconocido en España. Estaba reservado a la práctica de unos pocos en clubs privados y frecuentemente elitistas, por lo que resultaba difícil que fuera visto con simpatía por la sociedad. Sin embargo, se adivinaba un futuro prometedor gracias a la construcción de nuevos campos y a los cada vez más numerosos aficionados que se iniciaban en su práctica. Ocurrió lo mismo que con el tenis en la década de los sesenta: cuando Manuel Santana empezó a ser reconocido por los especialistas y admirado a nivel popular, el tenis fue perdiendo progresivamente su carácter elitista para convertirse poco a poco en una importante manifestación deportiva. El hecho de que ambos campeones empezaran desde abajo (Santana como recogepelotas, y Ballesteros de caddie), sirvió de ejemplo y estímulo a las nuevas generaciones.


Severiano Ballesteros

Hijo de un remero de la trainera de su localidad natal y sobrino de Ramón Sota, uno de los mejores golfistas españoles, Severiano Ballesteros inició su carrera como caddie. Profesional desde 1973, fecha en que se convirtió en el jugador más joven del circuito, a los 20 años ya se le consideraba el mejor jugador del mundo fuera del circuito estadounidense, tras darse a conocer como ganador del trofeo de la Orden del Mérito Británico en 1976, título que revalidaría en 1977 y 1978. Ballesteros destacó también en la Copa del Mundo por equipos, formando pareja con Manuel Piñero en 1976 y con Antonio Garrido en 1977. El carácter de este torneo, que enfrentaba a diferentes países en un sistema eliminatorio, empezó a atraer a gente ajena al mundo del golf por lo que significaba de reivindicación nacional.

En 1979 triunfó en uno de los torneos de golf más prestigiosos del mundo: el Open británico. La victoria, que supuso un salto cualitativo en su carrera, le permitiría lanzarse a los torneos que se celebraban al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde se consagraría como figura de la élite mundial. La agresividad de su juego y su carácter latino consiguieron encandilar a los seguidores británicos, más acostumbrados a la seriedad y el cálculo. Ballesteros obtuvo de nuevo el Open británico en los años 1981 y 1984. Su victoria en Masters de Augusta de 1980, en el que aventajó en diez golpes al segundo clasificado, asombró al mundo; por primera vez un europeo se adjudicaba el preciado trofeo, que ganó por segunda vez en 1983.

A estos triunfos sumó la obtención del trofeo Lancôme (1976, 1983 y 1986), del Open de Francia (1977, 1982, 1985 y 1986), del Ottago Classic (1977) y el Dunlop Phoenix (1977 y 1981), del Open de Alemania (1978 y 1980) y de Suecia (1978 y 1981), del English Golf Classic (1979), del Open de Madrid (1980 y 1982), del PGA de Australia (1981), del Mundial Match play (1981, 1982, 1984 y 1985), del Sun City (1981, 1983, 1984), y del Wetchester Classic (1983). En total, Severiano Ballesteros cosechó más de cuarenta victorias en el circuito europeo. Por este impresionante palmarés fue elegido mejor jugador de la década de los años ochenta.

A partir de 1992 su juego empezó a decaer, sobre todo debido a distintas lesiones que lo mantuvieron alejado de los campos de golf. Ello no impidió, sin embargo, que capitaneara el equipo europeo que consiguió la victoria en la Ryder Cup de 1997, competición que ya había ganado en 1985 y 1987. En 1997 año ingresó en el Salón Mundial de la Fama del Golf. En 2000 instituyó su propio campeonato (que también ganó en su primera edición), el Trofeo Severiano Ballesteros, que pasó a enfrentar a dos equipos integrados por jugadores de Europa continental y de Gran Bretaña e Irlanda.

Muy carismático, obtuvo el favor de los aficionados merced a su espectacular juego, caracterizado por el ataque constante y su facilidad para salir airoso de situaciones en principio complicadas. Su estilo se distinguió por sus atrevidos y poderosos drives acompañados de unos tiros de aproximación brillantes y de unos putts casi infalibles. Se le reconoce asimismo su esfuerzo en la popularización de un deporte tradicionalmente elitista. Su figura fue sin duda un estímulo que propició la aparición de nuevos jugadores de altísmimo nivel como Miguel Ángel Jiménez, Manuel Piñero, José María Olazábal o Sergio García.

Históricamente, su trayectoria se une con la del inglés Nick Faldo: entre ambos lograron acabar con la abrumadora supremacía que durante años habían mantenido los estadounidenses. Tras sus victorias en los Masters de Augusta de 1980 y de 1983, incluso la prensa norteamericana, poco inclinada a valorar a los golfistas europeos, lo consideró el mejor del mundo, calificando sus actuaciones de perfectas.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].