Márcio Ayres
(José Márcio Correa Ayres; Belém, Brasil, 1954 - Nueva York, 2003) Biólogo y ecologista brasileño, pionero en la defensa de la naturaleza y en la conservación de la biodiversidad. José Márcio Corrêa Ayres nació en la localidad brasileña de Belém el 21 de febrero de 1954, y curiosamente, a pesar de haberse criado en una zona muy próxima al gran río sudamericano, su viaje al corazón del Amazonas comenzó en Alemania, en el zoológico de Colonia, donde con diecinueve años vio un mono uacarí blanco originario del Alto Amazonas.
Tras superar la perplejidad que le produjo no conocer esta especie de rostro rojo en su país natal, trabó conversación con los cuidadores del zoológico, dándose cuenta de lo poco que, en aquel momento, se sabía de este raro animal. Decidió entonces regresar a Brasil y profundizar en sus conocimientos estudiando biología en distintas universidades brasileñas y, posteriormente, los puso en práctica trasladando su actividad al remoto interior del Amazonas.
Márcio Ayres
En 1983 se hizo con una barca fluvial en Manaos y, junto a su familia, viajó río arriba para estudiar al uacarí blanco, haciendo de este trabajo el tema de su doctorado en primatología, título que obtuvo en la Universidad de Cambridge en 1986.
La Estación Ecológica de Mamirauá
Alarmado por la destrucción del hábitat del uacarí, al año siguiente presentó una detallada propuesta para la creación de una «estación ecológica» de 1.124 millones de hectáreas (11.240 kilómetros cuadrados) destinada a proteger a los simios y preservar su frágil entorno, en particular la «várzea» o selva inundada, que durante la estación de las lluvias llega a estar anegada por 12 metros de agua.
En 1990, después de varios años de estudios y de una incesante búsqueda de apoyo gubernamental, se creó, bajo su dirección, la Estación Ecológica de Mamirauá, en lo que Ayres calificó como «un caleidoscopio de vida» en el que abundaban anacondas, jaguares, águilas arpías, delfines rosados de río y manatíes. Justo en la confluencia de los ríos de aguas blancas ricas en nutrientes que bajan desde los Andes y los ríos de aguas negras y ácidas que nacen en la profundidad de la selva amazónica, la reserva acoge al menos diez especies de monos, unos cuatrocientos tipos de aves, quinientas especies de peces y más de seiscientas variedades de árboles.
Esta reserva, situada en el departamento de Tefél, adquirió desde su creación fama mundial por proponer una modalidad alternativa de conservación, que consistía en utilizar de forma sostenible los recursos naturales de los bosques y lagos de la región, al mismo tiempo que promovía el desarrollo social y económico de las comunidades locales. Este revolucionario enfoque era, cuando se creó la reserva, ilegal. La ley, entonces, se basaba en modelos de parques y reservas de otros países, que obligaban a trasladar a los habitantes de las zonas protegidas.
Para Márcio Ayres ésta era una medida inapropiada para las 20.000 personas que vivían en Mamirauá y sus alrededores, pero el biólogo no cejó en su empeño, a pesar de la indiferencia de los sectores oficiales, la oposición de las poderosas empresas madereras y pesqueras, y las críticas de la línea ecologista dura y más conservadora, que reclamaba la expulsión de los habitantes de Mamirauá.
Cuando el estado de Amazonas creó la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, introduciendo un nuevo concepto jurídico, hasta entonces inédito en la región, esta reserva única en su género salvó el hábitat de decenas de especies animales y vegetales amenazadas, y permitió que las comunidades de la zona mejoraran su calidad de vida. Como ejemplo más patente de esa mejora, se presentaba la puesta en marcha del programa de protección de las reservas de peces, la principal fuente de ingresos y de proteínas de la población, al suspenderse la pesca en los lagos.
Tras esta iniciativa, los indígenas que vivían en la reserva compraron una embarcación congeladora y comenzaron a comercializar sus capturas en mercados ubicados río abajo, eliminando así el papel de los intermediarios, que hasta entonces se quedaban con casi todas las ganancias. Esta nueva organización de la comunidad dio sus frutos poco después, y entre 1994 y 1999 la tasa de mortalidad infantil en la reserva se redujo a la mitad.
El fruto del esfuerzo
La labor de Márcio Ayres en la Amazonia podría resumirse con la afirmación de John G. Robinson (vicepresidente de la Wildlife Conservation Society, en la que el ecologista colaboraba como jefe de investigación en zoología) cuando declaró que el conocido como «milagro de Mamirauá» terminaría por ser «reconocido en todo el mundo como un modelo de conservación efectiva».
En los últimos años de su vida, Ayres luchó contra un cáncer de pulmón mientras lideraba un movimiento empeñado en salvar la selva pluvial más grande del mundo, y demostró que la extraordinaria biodiversidad del Amazonas está mejor protegida cuando la población local, en vez de ser parte del problema, se convierte en parte de la solución. Su fallecimiento, el 7 de marzo de 2003 en Nueva York, cuando contaba tan sólo cuarenta y nueve años, conmocionó tanto a la comunidad científica como a la sociedad brasileña, que lo reconocía unánimemente como uno de los mayores colaboradores de las causas conservacionistas en su país, aunque su trabajo alcanzó también repercusión y reconocimiento en todo el mundo.
Por su actividad científica -y por su labor como ecologista jefe encargado de la Conservación de la Wildlife Conservation Society y miembro de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Mundial para la Naturaleza, de la que también fue vicepresidente-, Ayres recibió numerosos premios y reconocimientos, entre ellos la Medalla de Oro del Fondo Mundial-WWF, el Premio Von Martis, el Premio Unesco y el Premio Rolex a la Iniciativa de 2002, por su proyecto de creación de la mayor franja continua de selva pluvial del mundo en el Amazonas, y por sus esfuerzos para convencer al mundo de que la conservación es una obligación natural de la población.
Márcio Ayres logró demostrar con su trabajo que la mejor forma de salvaguardar la biodiversidad de la Amazonia era que los habitantes de esta selvática región se implicaran y participasen activamente en su desarrollo, convirtiéndose en vigilantes y defensores de esas tierras que eran antes que nada suyas, siempre fiel a su máxima: «Se puede convencer a esas gentes de que es más productivo conservar la naturaleza que saquearla y de que deben ser ellos mismos sus mejores defensores».
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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