José de Antequera y Castro
(Panamá, 1689 - Lima, 1731) Funcionario colonial español de origen panameño cuya actuación en favor de los colonos de Paraguay desencadenó la revolución de los comuneros. En 1721 fue enviado a Paraguay en calidad de juez pesquisidor para resolver las diferencias entre los criollos y el gobernador de Asunción, Diego de los Reyes Balmaceda, a quien sustituyó en el cargo tras identificarse con la problemática criolla. El intento de Diego de los Reyes de hacerse de nuevo con el poder desembocó en la rebelión armada conocida como la revolución de los comuneros (1723), en la que las fuerzas de Antequera invadieron las misiones, que habían acogido a Reyes, y devolvieron a los guaraníes al antiguo sistema de la mita. Apresado en Charcas en 1726, tras la toma de Asunción por el gobernador de Buenos Aires (1725), José de Antequera fue condenado a muerte; sin embargo, en el momento de su ejecución, estalló un motín popular, durante el cual pereció.
José de Antequera y Castro
La primera fase de la revolución de los comuneros tuvo como protagonista al panameño José de Antequera y Castro, que había anteriormente ejercido como oidor de la Audiencia de Panamá y como protector de indios de la Audiencia de Charcas, en la actual Bolivia. Desde 1717 ocupaba la gobernación de la provincia de Paraguay Diego Reyes de Balmaceda, quien fue acusado civil y criminalmente por los propios pobladores de la zona de cometer varios gruesos desaciertos: "que había establecido nuevos impuestos sin consulta", "que había cerrado los caminos" o "que había llevado la guerra a los indios payaguaes que vivían pacíficamente cerca de Asunción". El detalle no especificado en estos cargos es que el gobernador Balmaceda era muy amigo de los jesuitas y actuaba conforme a las directivas de ellos.
En 1720 la Audiencia de Charcas envió al reputado doctor José de Antequera y Castro, caballero de la Orden de Alcántara, en carácter de juez pesquisidor, para investigar las quejas aducidas por los colonos. Una vez en Asunción, y para sorpresa de los partidarios y amigos de los jesuitas, José de Antequera decidió que los pobladores tenían la razón y ordenó el apresamiento de Diego Reyes de Balmaceda. Posteriormente convocó un cabildo abierto en el que, ya con el apoyo de la mayoría de los colonos, Antequera fue clamorosamente nombrado nuevo gobernador de la provincia de Paraguay.
Transcurridos unos meses, Reyes de Balmaceda logró fugarse de la prisión y se dirigió primero a las misiones, desde donde, después de conversar con sus amigos jesuitas, se trasladó a Buenos Aires. Ya en la capital porteña, recibió de parte del virrey-arzobispo de Lima, Diego Morcillo, un documento en virtud del cual era repuesto en su cargo. Sin embargo, en Asunción, el cabildo rechazó el nombramiento y confirmó a José de Antequera en el cargo, al tiempo que se planteaba la necesidad de organizar una milicia armada capaz de hacer frente a un eventual ataque de las fuerzas virreinales coligadas con los jesuitas.
El virrey de Lima, Diego Morcillo, ordenó al gobernador de Buenos Aires, el coronel Baltazar García Ros, dirigirse a Paraguay junto con un ejército para hacer cumplir su mandamiento. García Ros hizo un primer intento, retirándose después sin resultado alguno. En agosto de 1724, García Ros penetró otra vez en la provincia de Paraguay, esta vez arropado por un ejército reforzado con miles de indígenas de las misiones. Unos tres mil hombres de las milicias paraguayas mandadas por José de Antequera le hicieron frente. La batalla terminó con el completo desastre para las huestes de García Ros, que, derrotadas, huyeron y se refugiaron en la reducción de San Ignacio.
Percatado de que se encontraba ante un peligroso movimiento insurgente de consecuencias todavía imprevisibles, el virrey Diego Morcillo mandó preparar una fuerza militar todavía más poderosa bajo la dirección del mariscal de campo y nuevo gobernador de Buenos Aires Bruno Mauricio de Zabala. El ejército de Zabala, con el concurso de seis mil indios guaraníes de las reducciones, ocupó Asunción en 1725, mientras José de Antequera se hallaba en Córdoba tratando de encontrar aliados a la causa.
Detenido en Charcas por las fuerzas del virrey, José de Antequera fue trasladado a Lima, donde se le inició juicio por sedición junto con su compañero de lucha Juan de Mena. En la cárcel conocieron a Fernando de Mompox y Zayas, un hombre de acción que estaba al tanto de las corrientes antiabsolutistas que sacudían Europa. El 5 de julio de 1731 fueron ejecutados en Lima José de Antequera y Juan de Mena; Mompox, sin embargo, había logrado escapar y, habiendo abrazado la causa de los comuneros paraguayos, llegó clandestinamente a Asunción y se convirtió en el nuevo líder e ideólogo de la insurrección. Con la llegada de Mompox a Paraguay, la revolución de los comuneros entró en una segunda etapa. Si al comienzo los levantamientos habían sido orientados por los encomenderos y apoyados por el resto de la población, en esta nueva fase la dirección pasó a manos del común o pueblo llano; la lucha ya no sería sólo contra los jesuitas, sino contra el poder del virrey y de la Corona hispana.
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Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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