Manuel Orozco y Berra
(México, 1816 - 1881) Historiador, pensador y político mexicano. Fue secretario de Gobierno de Puebla de 1847 a 1848, desempeñó otros cargos públicos tanto al servicio de los gobiernos liberales como del Imperio y trabajó para diversas instituciones científicas. Su obra fundamental es la Historia antigua y de la Conquista de México (cuatro tomos, 1880), excelente síntesis en que bebieron sucesivas generaciones de historiadores y que inició en el país una manera distinta de concebir y practicar la historiografía, la cientificista y objetiva, al margen de filias y fobias. Deben destacarse también sus trabajos geográficos, como el Diccionario Universal de Historia y Geografía (1855, en diez volúmenes).
Manuel Orozco y Berra
Manuel Orozco y Berra cursó estudios superiores en el Colegio de Minería de Ciudad de México, donde obtuvo el título de Ingeniero en Topografía (1835). A continuación, se trasladó a Puebla, ciudad en la que años más tarde estudiaría leyes, conseguiría el título de abogado en el Instituto Palafoxiano de Puebla (1847) y recibiría enseñanzas de matemáticas y humanidades varias. De todo ello le quedó una amplia formación de base científica, que desarrollaría al frente o como miembro de diversas organizaciones.
En 1852 volvió a la capital mexicana como oficial del Archivo General de la Nación, institución que acabaría dirigiendo. Coincidió allí con otros intelectuales de la época, como Antonio García Cubas, Lucas Alamán o Justo Sierra O'Reilly, y, bajo el magisterio de José Fernando Ramírez, se ocupó entre otras cosas de la trascripción paleográfica de las Actas del Cabildo de México, que acabaría publicando, junto a otros documentos históricos muy relevantes, en cuatro colecciones que él mismo se encargó de preparar.
De forma paralela había comenzado su trayectoria en la política y en el desempeño de cargos públicos. Primero en Puebla, donde fue secretario del Gobierno local. Más tarde, bajo la presidencia de Ignacio Comonfort, ejerció como oficial mayor de la Secretaría de Fomento, y con la de Benito Juárez fue nombrado ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (1863).
A pesar de sus convicciones liberales, durante el Imperio de Maximiliano I de México aceptó nombramientos como el de subsecretario del Ministerio de Fomento y director del Museo Nacional (1864-1867), motivo por el cual a la caída del régimen imperial fue juzgado y condenado a prisión por el delito de traición (aunque de manera efímera). Tras su puesta en libertad, consiguió un puesto en la Casa de la Moneda, en la que trabajaría hasta su fallecimiento. En 1873 fue miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupó la silla ‘XIII’; llegó además a presidir la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
A Manuel Orozco y Berra se le reconoce como unos de los historiadores más relevantes del México del siglo XIX, junto a colegas de la talla de Joaquín García Icazbalceta y José Fernando Ramírez, de quienes fue discípulo. De toda su producción historiográfica cabe destacar, por su ambición y calidad, la Historia antigua y de la Conquista de México (1880-1881, en cuatro volúmenes), que sirvió durante décadas como fuente original de estudio a diversas generaciones de historiadores.
Bien documentada y rigurosa (su acopio de fuentes cabe calificarlo de espléndido), destacan en la Historia antigua y de la Conquista de México las reflexiones y juicios de valor que Orozco desplegó a partir de su trabajo histórico, por ejemplo sobre el México precolombino, sus culturas y pueblos, sus instituciones y costumbres, así como sus yacimientos arqueológicos. También constituye un notable trabajo historiográfico sobre la conquista y la colonización española de la futura nación. En este sentido, un trabajo complementario fue la Historia de la dominación española en México. También publicó otras semblanzas históricas como la compilación Conquistadores de México y Estudios y cronología mexicana.
No menos importante fue su ímprobo trabajo en el ámbito de la geografía, en buena medida consecuencia de sus intereses históricos: en efecto, a la hora de diseñar una historia nacional se encontró con la necesidad de definir territorialmente su ámbito de estudio, y para ello intuyó que debería acudir no sólo a las fuentes documentales, sino también a las cartográficas (llegó a poseer una colección de más de tres mil mapas y planos de todo tipo, que legó al Ministerio de Fomento). A Manuel Orozco se le deben varias obras señeras en este campo: el Diccionario Universal de Historia y Geografía (1855, en diez volúmenes), la Memoria para la carta hidrográfica del Valle de México, la Memoria para el plano de Ciudad de México, Materiales para una cartografía mexicana (1871) y la Historia de la geografía en México, publicaciones todas ellas en las que volvía a demostrar su esfuerzo y rigor científico. Del mismo modo se ocupó también de cuestiones etnográficas y lingüísticas; de su autoría es la Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México (1867).
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Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «».
En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en
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