Francisco Rodrigues Lobo

(Leiria, c. 1580 - Lisboa, 1622) Escritor portugués. De origen judío, estudió en Coimbra, donde recibió las órdenes menores. Su obra poética, muy destacada dentro del culteranismo portugués, incluye el Romancero (1596), las Églogas (1605), el poema heroico El condestable de Portugal don Nuno Álvares Pereira (1610) y una serie de cincuenta y seis romances en castellano, de influencia gongorina, bajo el título de Jornadas... que don Felipe III hixo en Portugal (1633). Especial importancia tiene su obra en prosa Corte en la aldea y noches de invierno (1619).


Francisco Rodrigues Lobo

Considerado el iniciador del período barroco en Portugal, el poeta portugués Francisco Rodrigues Lobo alternó en su producción su lengua materna con la castellana y recibió la influencia de Luis de Camões y del español Luis de Góngora, máximo representante del culteranismo español. Perteneciente a una familia judía convertida poco antes al cristianismo, recibió las órdenes menores en 1602 y se graduó luego en derecho en la Universidad de Coimbra.

Su condición de cristiano nuevo le valió el hostigamiento de la Inquisición; pese a ello, vivió una existencia económicamente desahogada, y salvo algunas breves estancias en Villa Viçosa, junto a sus protectores los duques de Braganza, pasó casi toda su vida en la nativa ciudad de Leiria, entregado a los estudios históricos y a la poesía. Dedicó algunas de sus obras a Teodosio II y a su hermano Duarte, los principales representantes de la casa de Braganza. Hacia 1598 Francisco Rodrigues Lobo fue protagonista, junto con una dama de la familia del marqués de Vila Real, de un oscuro episodio amoroso. En noviembre de 1621 pereció ahogado en el Tajo, por el cual descendía con el conde de Assentar en una embarcación.

Se inició en las letras con Romancero (1596), con el que inauguró en Portugal este género de origen popular castellano, en verso narrativo, luego aristocratizado por Lope de Vega y Góngora. La influencia italiana se vislumbra en obras posteriores, como Corte en la aldea y noches de invierno (1619), una colección de diálogos sobre la vida en la corte que traza el retrato ideal del gentilhombre portugués y que es un punto de referencia para la formación de una escritura que expresa la resistencia contra la absorción castellana.

Del resto de su producción destacan Primavera (1601), narración bucólica en verso y prosa de acuerdo con el estilo de Sannazaro, los sucesivos textos del mismo género O Pastor peregrino (1608) y O Desenganado (1614), y las Églogas (1605), de inspiración también pastoril, pero con evidentes intenciones morales.

Las Églogas van precedidas de un "Discurso sobre la vida y costumbres de los pastores", en el cual el poeta expone sus ideas estéticas sobre el género literario adoptado y exalta la vida pastoril considerándola como la que mejor revela los tesoros del alma humana: para Rodrigues Lobo, la égloga es la expresión literaria del recuerdo y de la nostalgia de la edad de oro, cuando triunfaba la vida pastoril en su más cándida pureza. A esta mítica edad pertenece todo lo bueno que existe, que es imaginado y que es deseado o como retorno del pasado o como esperanza del futuro; por esto la égloga, como fruto de la contemplación solitaria, es el mejor disfraz para el escritor que quiera combatir los vicios de los hombres.

A este discurso, importante para la historia de las ideas estéticas en Portugal, siguen las diez églogas, cuyas intenciones moralizadoras se revelan en las varias cartas que las preceden. La primera trata del desprecio de las bellas artes; la segunda va contra el odio y la envidia; la tercera contra los engaños y la avaricia; la cuarta es por un amigo que huye de la peste retirándose al campo; la quinta trata de la muerte y de la pérdida de los amigos; la sexta va contra la maledicencia; la séptima y octava hablan de las mudanzas de la fortuna; la novena versa sobre la inquietud y los viajes del poeta y sobre su permanencia en la corte de los duques de Braganza en Villa Viçosa; la última, sobre la vida amorosa de los vaqueros.

Las cartas antepuestas a las églogas II-X, excepto la VIII, están en verso; los metros usados son de preferencia la redondilla y el endecasílabo italiano, pero no faltan tercetos y octosílabos. Estas composiciones son notables por la dulzura y la musicalidad del verso, y también por su afectuoso y personal acento de melancolía, si bien la espontánea vena del poeta está enturbiada por lo obvio de sus intenciones didácticas.

Cómo citar este artículo:
Tamaro, Elena y Fernández, Tomás. «» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en [página consultada el ].