Carlos Cruz-Diez

(Caracas, 1923 - París, 2019) Artista venezolano considerado uno de los máximos exponentes del arte óptico y cinético. Desde la década de 1960 llevó a cabo una singular indagación en los efectos del color, aislándolo de toda referencia a la forma (incluso geométrica), que se tradujo en una incesante creación de series: Parénquima, Ritmos vegetales, Fisicromías, Inducciones cromáticas, Cromointerferencias, Cromosaturaciones o Cabinas de cromosaturación, Cromoscopios, Transcromías aleatorias, Cromoprismas aleatorios, Ambientes cromointerferentes... Los mismos nombres sugieren tanto su vanguardista originalidad como la centralidad del color en su repertorio plástico y conceptual, que abandonó pronto la bidimensionalidad del cuadro para pasar a las experiencias inmersivas y los espacios arquitectónicos.


Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1959)

Desde pequeño se pasaba horas dibujando con una caja de creyones que le regaló la esposa del escritor Manuel Díaz Rodríguez, quien, por lo que parece, intuyó la vocación y destreza del futuro cinético. Por esa época, con diez u once años, editó un periódico con un tiraje muy pequeño. Lógico, pues elaboró cada ejemplar a mano, aunque descubrió rápidamente la reproductibilidad y sus ventajas: "Mi padre, que era poeta, químico y tenía su pequeña industria, tenía sellos de goma para la contabilidad. Cuando él se iba yo llenaba páginas y me parecía maravilloso que una sola cosa pudiera multiplicarse tantas veces". Tuvo que pasar un buen tiempo para que él, como la historia misma de la civilización, conociera y manejara la imprenta y le diera un uso más personal.

En 1940 entró a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, núcleo indispensable de la generación que luego se organizaría en torno a grupos y movimientos vanguardistas de ruptura estética dentro y fuera del país (Taller Libre de Arte, Los Disidentes, el cinetismo). Alejandro Otero, Jesús Rafael Soto, Mercedes Pardo, Narciso Debourg y Mateo Manaure eran algunos de sus compañeros. Otra lista extensa e importante la formaban sus profesores: Luis Alfredo López-Méndez, Francisco Narváez, Pedro Ángel González y Marcos Castillo, entre otros. El inventario humano de la escuela nos sitúa en el punto de partida de una nueva contemporaneidad en el arte venezolano. Antes, la figura solitaria de Armando Reverón había sido la única en afrontar el papel de artista moderno, demoledor y constructor de estructuras, herencia que este grupo también supo apreciar. En ese ambiente bullicioso y polémico se formó Carlos Cruz-Diez, quien abandonó en 1942 el estudio de arte para graduarse, en la misma escuela, de profesor de artes manuales y artes aplicadas en 1945.

A partir de entonces, más que su temprana obra personal como pintor, fue importante su trabajo y experiencia de más de diez años como diseñador y profesor. Trabajó en la Creole Petroleum Corporation como diseñador gráfico, dio clases de pintura e historia de las artes aplicadas en la misma escuela de Caracas, fue director artístico en McCann-Erickson Advertising de Venezuela e ilustrador del diario El Nacional. Perfeccionó sus conocimientos en el área de la técnica de arte y publicidad en Nueva York (1947). En 1954 regresó a Caracas y comenzó a realizar sus murales manipulables, primer paso que lo aleja de su temprana inclinación figurativa y lo acerca a la abstracción. Es interesante observar que, en los artículos sobre arte que escribe Mariano Picón Salas en enero de ese mismo año, apenas aparece nombrado Cruz-Diez, y cuando el ensayista lo hace, es sin saber muy bien dónde situar aquella tendencia personal que despuntaba al margen de categorías claras. Su periplo laboral, lleno de hiatos y meandros, lo llevó también en zigzag fuera y dentro del país. En 1955 vivió en la costa catalana del Masnou y viajó a París.

De esos años son por igual una serie de sucesos clave y un evidente punto de inflexión en su trayectoria artística. El poeta y crítico de arte Juan Calzadilla lo explica muy bien: "Hasta 1959 hacía arte figurativo, de motivaciones folclóricas y banales, pintura confusa como él mismo lo reconoció. Desde 1960 se instaló en París. Aquí comienza a explorar el principio descubierto por la fisicromía: la capacidad inductiva del color para crear, por reflejo y superposición, nuevos espectros cromáticos, que irradian y fluyen como un campo magnético conforme a la actividad del ojo".


Una Cromosaturación de Cruz-Diez instalada en la Galería Hayward de Londres (2013)

Varios hechos fundamentales determinaron aquel cambio de rumbo y su confianza en un nuevo tipo de arte, lejos de la escena figurativa y cerca del estudio sistemático de la técnica. Uno de los principales fue su trabajo como diseñador en empresas y revistas. Allí se había dado cuenta de que podía utilizar los principios de la imprenta para un trabajo personal en el que, a través de la base fotográfica, lograba una obra impecable, de colores planos, perfectamente demarcados. La exposición de Los Disidentes en 1952, por otra parte, y la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas y su "Síntesis de las Artes", proyecto de Carlos Raúl Villanueva, lo marcó profundamente. En ambos eventos participaron buena parte de sus compañeros de escuela, arriesgándose en la ejecución de un estilo renovador y marcadamente abstracto. En su viaje a España y Francia de 1955, por último, descubrió las obras expuestas en la galería Denise René y los trabajos que estaba haciendo Jesús Rafael Soto: fue el golpe visual que lo dirigió a su definitivo derrotero.

Carlos Cruz-Diez cambió entonces de lenguaje plástico, pero no de lenguaje vital. Su interés seguía centrándose en la gente y en la forma de comunicar algo a través del arte, en hacer que el espectador participase de una forma determinante en la obra, que interactuara con ella, que la completara y la disfrutase. Por ello ya en 1954 había formulado una serie de planteamientos para murales manipulables y transformables. Aunque aún no había encontrado su espacio definitivo en su teoría del color, apuntaba ya a una integración, a una escena totalizadora en la que el hombre de a pie, nunca mejor dicho, participa en su calidad de paseante, invitado a transformar un entorno artístico generalmente restringido.

Por lo pronto, las exposiciones de París lo situaron en el nuevo lenguaje. Desarrolló entonces ritmos lineales de tramas orgánicas con colores contrastados, como Parénquima y Ritmos vegetales (1957). Volvió a Caracas e instaló su taller de diseño gráfico e industrial, al que bautizó como Estudio de Artes Visuales. De nuevo ejerció como diseñador gráfico, esta vez para la publicación El disco anaranjado del Ministerio de Educación. Y a partir de ese momento se concentró febrilmente en el estudio del color, en su historia y aplicación al arte, y decidió, también, utilizar los beneficios de la imprenta e incluso subvertirlos para obtener esos puntos críticos de coincidencia en los que el ojo es obligado a ver lo que no ve.

Ya en su serie Fisicromías, que inició en 1959, se revelaba la actuación física del color, manifiesta a través de la coloración y de la yuxtaposición en la memoria retinal, que crea otro u otros colores. Desde entonces desarrolló un catálogo en el que el artista no sólo no se repitió, sino que extremó posibilidades que se extendieron en todas direcciones. En esas Fisicromías lograba el color adicional por irradiación, al colocar una serie de láminas delgadas coloreadas por sus caras y cantos, a diferentes alturas y dispuestas una al lado de la otra con una pequeña separación. Luego vinieron las Transcromías Aleatorias (1965); las Cromointerferencias, en que introduce un motor mecánico que mueve discos con tiras coloreadas; las Cromosaturaciones o Cabinas de cromosaturación (1967), cabinas plásticas con un color primario único, iluminadas por bombillas, en las que el espectador entra y es invadido por su predominancia y al salir, o pasar a una cabina de otro color, tiende a mezclar y yuxtaponer los impactos cromáticos, pudiendo incluso experimentar un cambio en su estado anímico.

Resulta interminable el inventario de los trabajos que realizó Carlos Cruz-Diez como profesor en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, en la Escuela de Periodismo de la UCV, en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Unité d'Enseignement et de Recherches-Paris I (1972-1973), en el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) en Caracas; como diseñador de las revistas Mene, El Farol y Essograma, entre otras; como Consejero del Centre Culturel Noroit de Arras desde 1965, y aún más, como artista consagrado dentro y fuera del país, en obras colocadas en calles y plazas (como la Fisicromía de la Plaza Venezuela de París) y en barcos, autobuses y estaciones de metro, como el laberinto de Cromosaturaciones luminosas (1969) a la entrada de la estación Odeón del metro de París.

Las obras del maestro cromático del cinetismo se pueden atravesar en Francia, República Dominicana, Estados Unidos, España, Alemania, Colombia y Suiza. Por supuesto, una buena parte se encuentra en Venezuela, como las Ambientaciones cromáticas de las salas de máquinas 1 y 2 de la represa del Guri, la Ambientación de color del aeropuerto de Maiquetía y el Homenaje al Sol, ubicado a la entrada de Barquisimeto. Fugaces, otras se levantan y se recogen, como una carpa lúdica, para apreciarse en el momento y desaparecer con la efímera ocasión. "En Europa y en Estados Unidos, la tendencia es volver al arte en la calle, porque ya se reconoce como un elemento fundamental para lograr la paz social", afirmó Carlos Cruz-Diez. Y así lo hicieron cinetistas y constructivistas desde la década de 1940.

Desde 1960 Carlos Cruz-Diez vivió entre París y Caracas, entre su estudio galo y su taller de Chapellín, entre los que se distribuían los diferentes ensamblajes y piezas en las que trabajaba a diario. Moviéndose entre ayudantes, recipientes de pintura y complicada utilería, realizó proyectos y participó en exposiciones individuales y colectivas en todo el mundo y recibió reconocimientos, por nombrar sólo algunos, en la Bienal Americana de Arte de Córdoba, Argentina (1966), en la IX Bienal de Sao Paulo, Brasil (1967) y en el Festival Internacional de Pintura de Cagnes-sur-Mer, Francia (1969); así como el Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela (1971), el Premio Officier des Arts et des Lettres, Francia (1985), el Premio de la Norwegian International Print Triennale (1992) y el Premio Commandeur des Arts et des Lettres, Francia (2002). En la década de 1990 se propuso la creación de un museo en Caracas con su nombre y él insistió, en honor a ambas disciplinas, en que se llamara Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez, nombre por el que actualmente se conoce este centro inaugurado en 1997.

Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].