Clément Ader
(Muret, 1841 - Toulouse, 1925) Ingeniero aeronáutico francés, pionero de la aviación y creador del término «avión», cuyas tentativas de volar con una máquina autopropulsada más pesada que el aire se anticiparon en algunos años a las de los Hermanos Wright. Los exiguos resultados (accidentados vuelos de apenas unos centenares de metros) interrumpieron la financiación del ministerio de guerra francés y pusieron fin a sus intentos.
Clément Ader ante el Avion III (1897)
Ya en su niñez diseñó una gran cometa que podía alzar del suelo a hombres adultos. Clément Ader poseía gran inventiva, y realizó en su juventud un velocípedo con ruedas de caucho y un globo que construyó durante la Guerra Franco-prusiana y que regaló a la ciudad de Toulouse al finalizar la contienda. En 1876 abandonó su trabajo en la Administration des Ponts et Chaussées (Ministerio de Puentes y Calzadas), se trasladó a París y se dedicó a las comunicaciones. En 1880 colaboró en la instalación de la primera línea privada de teléfonos de la ciudad, ayudándose de componentes ideados por él; uno de ellos era el Théâtrophone, con el que se podía escuchar ópera desde la propia vivienda. Todo ello le aportó grandes ingresos.
Clément Ader observó el vuelo de numerosas especies de pájaros y de murciélagos, los cuales capturaba y guardaba en instalaciones construidas en su propia casa. Su propósito era conseguir una máquina con una fuerza ascensional tal que contrarrestase la de la gravedad y el peso de los materiales utilizados. De este trabajo resultó la construcción de un aparato volador, proyecto que le exigió varios años de esfuerzo (de 1886 a 1889). Ader le dio el nombre del dios griego de los vientos, Eole (Eolo) y, al patentarlo en 1890, le aplicó por primera vez el término "avión", acrónimo de Appareil ailé pour la navigation aérienne dit: Avion, o "aparato alado para la navegación aérea, llamado avión".
Consistía en una pesada máquina de más de 200 kilogramos (unos 300 con piloto) impulsada por una potente caldera de vapor con quemador de alcohol de dos cilindros y una potencia de 20 CV (en una proporción de 1 Caballo-Vapor para cada 14 kilos); este motor movía una hélice de bambú de cuatro palas. Tenía unas grandes alas de murciélago (inspiradas en las del kirívula de la India); articuladas, replegables y elásticas, recubrían una armazón de madera, y su envergadura era de 14 metros. Reposaba sobre cuatro ruedas, una de ellas más adelantada para impedir que el aparato volcase. No poseía controles, salvo los del motor y las alas.
Lo probó secretamente el 9 de octubre de 1890 en las proximidades de Gretz, en el parque del castillo de Armainvilliers, a una treintena de kilómetros al sureste de París. Era propiedad de la señora Péreire (viuda de un conocido banquero), quien había acogido a Ader y sus ayudantes desde agosto. El día de la prueba sólo estaban presentes el inventor, sus dos ayudantes Eloi Vallier y Espinosa, y la señora Péreire con su familia y una amiga.
La experiencia tuvo lugar en una pista de 200 metros de largo y 25 de ancho; hacia el mediodía, momento en que no había viento, el Eole fue llevado a la pista, y unos minutos antes de las cuatro de la tarde Ader puso en marcha el motor. A las cuatro y cuatro minutos el aparato adquirió velocidad, recorrió parte de la pista, levantó las ruedas del suelo y, durante un par de minutos, dio un salto de 50 metros a 20 centímetros escasos del suelo. Ader, emocionado, señaló el lugar donde el Eole había despegado del suelo y recogió los resultados en un informe. Pidió a los asistentes que por el momento guardasen silencio, aunque él mismo, el 12 de octubre, escribió al fotógrafo Félix Nadar, amigo suyo, para comunicarle el éxito.
Tras aquella primera experiencia, Ader cambió parte del motor y rebautizó el aparato como Eole II. En septiembre de 1891 realizó una nueva prueba en un campo que el propio ministro de la Guerra, Charles Freycinet, puso a disposición de Ader en Satory; sin embargo, el aparato tropezó con unos carros y hubo que suspender las pruebas. Después de ser arreglados los desperfectos, el Eole II fue expuesto en el pabellón de la ciudad, donde pudo ser examinado atentamente por el ministro de la Guerra. Así, mientras la Sociedad Francesa para la Navegación Aérea (en carta de su presidente Villeneuve al ingeniero y teórico norteamericano Octave Chanute) valoraba poco los experimentos, el tercer modelo era patrocinado por el Ministerio de la Guerra francés, que firmó un acuerdo con Ader el 3 de febrero de 1892.
Éste se comprometía a idear un aparato que pudiese volar, durante un tiempo y velocidad determinados, a una altura de centenares de metros, y recibía para ello una subvención de 200.000 francos (que se renovó el 24 de julio de 1894 con 250.000 francos más). El aparato, llamado Avion III, se terminó en 1897: contaba con dos motores de 24 CV cada uno y con otras tantas hélices de cuatro palas. Fue probado el 14 de octubre del mismo año, también en Satory, ante una comisión designada por el Ministerio de la Guerra (generales Mensier y Grillon y teniente de ingenieros Binet). La pista era esta vez circular, con un recorrido de 1.500 metros, y una línea blanca central para guiar al aparato.
Ader se instaló en su puesto mientras sus dos ayudantes sostenían las alas. Las malas condiciones atmosféricas aconsejaban el aplazamiento del vuelo, pero Ader decidió realizarlo en ese momento para no decepcionar a las autoridades presentes, que tuvieron que contemplar la prueba desde lejos, en un refugio a una distancia de un centenar de metros de la pista. El Avion III salió rodando del refugio, en una trayectoria tangente a la pista circular de unos 60 metros; al llegar a ella, también rodando, marchó otros 150 metros, pero entonces un golpe de viento lo descontroló por detrás e hizo que continuase unos 200 o 300 metros fuera de la pista. En algún momento pudo alzarse dificultosamente en el aire, pero finalmente se posó violentamente contra el suelo, momento en que se rompieron un ala y las dos hélices; Ader no sufrió daño alguno.
Mientras que el inventor defendía haber volado esos últimos 300 metros sin interrupción (como recogió luego en un esquema), la comisión observó, por las huellas dejadas por las ruedas en el barro, que el trayecto se había realizado a saltos (en el informe del general Mensier no se especificaba si hubo vuelo o no). A pesar de ello, se mostraron partidarios de continuar las investigaciones, pero el Ministerio de la Guerra no lo consideró oportuno. De hecho, rompieron la colaboración con Ader al afirmar el general Jean-Baptiste Billot que no se habían alcanzado los objetivos de los contratos (31 de marzo de 1898). No obstante, daba a Ader la posibilidad de continuar con el proyecto por su cuenta; Ader busco medios de financiación y trató de realizar nuevas investigaciones pero, falto de recursos, tuvo que abandonar.
Quemó todos sus planos y aparatos, salvo el Avion III, que fue expuesto en la Exposición Universal de París de 1900, donde fue contemplado por Gabriel Voisin, estudiante de arquitectura, que a partir de entonces se dedicó a la naciente aeronáutica; después, y desde entonces, permaneció en el Conservatorio Nacional de las Artes y Oficios (se hizo además una copia que se exhibe en el Museo del Aire).
Ader, que se retiró a su casa de Ribonnet (cerca de Toulouse), no se desentendió de la mecánica. En 1898 patentó un motor de automóvil con dos cilindros en V. Tampoco se olvidó por completo de la aviación: en octubre de 1908 envió una carta al presidente francés Fallières aconsejándole la creación de una escuela militar de aviación, pues consideraba fundamental el dominio del aire. En 1907 escribió La primera etapa de la aviación militar en Francia.
Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «» [Internet].
Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en
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